Vida DiocesanaMás que palabras

Catequesis es abrir el corazón a Jesús

Publicado: 26/04/2017: 2998

Toda catequesis tiene la finalidad de poner en comunión, en intimidad, con Jesucristo. Y esa intimidad, esa comunión, por su propia dinámica, impulsa al discípulo a unirse a todo aquello a lo que el propio Jesucristo estaba unido (cf. DGC nº 80).

Conscientes de que la fe siempre supone, bajo el influjo de la gracia, acoger y entregarse a Jesucristo y poner empeño por conocer su mensaje de salvación (cf. DGC nº 92), la catequesis se propone ayudar a que los destinatarios abran especialmente su corazón a Jesús, a quien están conociendo; Jesús que desea mostrarles y regalarles el amor de su Padre. (cf. 1º Jn 15, 9).

Cuando preguntamos a un niño/a: “¿Qué es para ti abrir tu corazón?” ellos, por su modo de pensamiento concreto, seguramente nunca han reflexionado sobre esta realidad que no ven (el corazón), ni saben qué tienen que hacer para abrir su corazón; aunque lo más probable sea que lo relacionen con el mundo afectivo, e interpreten que “abrir el corazón es “Acoger”, “dar o recibir amor”. Porque el hecho de abrir o abrirse, es acoger o recibir, y culturalmente corazón y sentimientos, amor, van siempre unidos. 

Pero, ¿Cómo iniciamos esta actitud de acogida en la catequesis? ¿Cómo enseñamos a los niños a “abrir su corazón a Jesús?

Ahora os exponemos un breve esquema, y en un próximo artículo lo desarrollaremos. Seguimos la siguiente dinámica.

Explicamos, insistiendo en varias sesiones si es necesario, que solamente nosotros podemos abrir nuestro corazón: “Mira, estoy de pie a la puerta y llama. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”. (Ap. 3, 20).

También hacemos este signo: ponemos un corazón en la silla en la que se sienta Jesús: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas”. (Mt 11, 27). 

Para interiorizar el mensaje del tema pensamos y hacemos preguntas que hagan reflexionar sobre cómo lo viven o quieren vivirlo.

Como catequistas podemos plantearnos qué mensaje transmitimos: “Yo mismo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y este crucificado. También yo me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”. (1º Cor 2, 1-4).

Logrando que cada niño/a explore (o miren) su mundo interior: “Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará”. (Mt 6,6).

 


Manuel Márquez Córdoba

Sacerdote diocesano.

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