Ordenado sacerdote en Sevilla el 6 de junio de 1936, aun se encontraba a la espera de su destino pastoral y no había ocupado ningún cargo ministerial. Fue detenido en Almargen junto a su primo Francisco Torres Torres, seminarista de Sevilla, y fue llevado a la cárcel de Ronda, donde por su serenidad de ánimo y conducta dedujeron los demás presos que debía de ser un sacerdote, haciendo una gran labor pastoral con sus compañeros de cárcel, confersándoles y dándoles la comunión.

En la noche del 24 de agosto fue sacado junto a su primo de la cárcel y subido al coche de la muerte —que en Ronda llamaban “Drácula”— llevándole junto a una casa blanca, a un kilómetro del cementerio, donde para hacerle sufrir más lo pusieron de cara a los fusileros quienes le llegaron a disparar más de 14 tiros, hasta que, caído al suelo, se fueron apagando sus repetidos gritos de "¡Viva Cristo Rey!" Tras su muerte, un camión de carga transportó su cuerpo y el de su primo seminarista al cementerio de Ronda.