Lectura (Lectio)
Son evidentes las dos partes en las que se puede dividir este fragmento del Evangelio. El comienzo es el prólogo de toda la obra de Lucas (incluye incluso una dedicatoria al ilustre Teófilo). La segunda parte nos presenta a Jesús en la conocida escena de la sinagoga de Nazaret. Se trata de dos géneros muy distintos, que hay que leer, por tanto, con diferente actitud.

Meditación (Meditatio)
El pueblo de Israel vive de sus Escrituras. Precisamente el profeta Isaías era (y es) uno de los libros más comentados y leídos, al lado siempre de la Torah (que los católicos llamamos Pentateuco). El pasaje de hoy nos muestra a un Jesús que vive las tradiciones de su pueblo, pero que al mismo tiempo las va a completar, a llenar de un sentido nuevo y mesiánico. Lo primero que destaca (en la segunda parte de nuestro evangelio) es el empuje del Espíritu. Hemos dicho ya en alguna ocasión que en la obra lucana el Espíritu cobra gran protagonismo. Jesús secunda este impulso, y llega a su aldea natal. Seguramente todos los que se congregaban en esa sinagoga conocían sus orígenes humildes, su familia, sus primeros pasos… El texto recitado era, sin duda, conocido por todos y esperaban un final distinto. Jesús corta la lectura antes de un final “amenazante”. Sin embargo, llama aún más la atención su breve explicación (era normal que se diera la palabra a alguien ilustre, y según nos dice el texto, su fama ya se iba extendiendo por la región). Si hoy se cumple esa escritura, si hoy se hace realidad, es porque Jesús la va a poner en acto. En este discurso “programático”, como se ha calificado, Jesús expone lo que va a ser su ministerio: proclamar la Buena Nueva con palabras y obras.

Oración (Oratio)
Aprovecha este espacio para comunicarte con Él. Pídele la fuerza del Espíritu si necesitas un empuje en tu vida; agradécele todo lo que hace por ti, porque es la Buena Noticia de tu vida. Pídele perdón si sigues esclavizado por el pecado, si aún tienes cosas que te atan e impiden tu entrega completa…. Pero sobre todo y ante todo, habla con Él.

Contemplación (Contemplatio)
Tenían los ojos fijos en Él. Esta es la actitud. El pueblo de Nazaret esperaba escuchar las palabras de Jesús, pero también andaba deseoso de contemplar. En este paso, aprovecha para deleitarte en su presencia; no se trata más que de “estar con Él”. Ya habrá tiempo para actuar.

Compromiso (Actio)
Ese tiempo de actuación, de poner en práctica lo que hemos rezado, es también fundamental. Si no damos vida a lo rezado, se queda en palabras vacías. Repetimos una vez más: formula un compromiso sencillo, revisable y concreto para cambiar algo de tu vida, para comenzar una nueva actitud o retomar esa virtud que tienes un poco olvidada.