Es Miércoles de Ceniza. Comienza la Cuaresma. Y con ella un tiempo de conversión. Un tiempo de volver a fluir en Dios. De convertirse. De dar un giro de 360 grados en nuestra vida si fuese necesario. Y hacerlo de la mano del ayuno, la oración y la abstinencia. Lo que tenemos entre manos es muy serio. Lo que buscamos alcanzar con la gracia de Dios, la santidad, se juega en firme. La sangre derramada de Cristo por nuestros pecados no puede ser ninguneada por quienes nos llamamos cristianos. Los seguidores del Nazareno estamos llamados a ser como él. Y para eso conviene revisar nuestra vida. Y en la medida que fuese necesario redirigirla hacia el corazón de Dios.