La pregunta es necesaria. Cultivar la curiosidad en la vida también. Cuestionarse las cosas propicia el avance. Cuando los fariseos preguntan a Jesús por qué los discípulos de Juan cuidan el ayuno y los suyos no, esa cuestión aparentemente incómoda está favoreciendo que Cristo pueda explicarse. No hay que temer a la pregunta. Ni a la respuesta por parte del Maestro. El ayuno, sinónimo para el hebreo de duelo o de preparación para el encuentro con el Trascendente, encuentra en la respuesta de Jesús una dimensión preciosa similar a la que experimentan los animales que, pasada la tormenta, vuelven a disfrutar del sol tras estar escondidos en la madriguera.