DiócesisHomilías Mons. Dorado

Fiesta de la Sagrada Familia

Publicado: 26/12/1999: 1041

Queridos amigos del Secretariado de Pastoral Familiar, queridos Movimientos Familiares en la Iglesia, queridas familias y hermanos todos:


1. Ayer inaugurábamos en esta misma Catedral la celebración del Gran Jubileo del Año 2000, en el que todos los cristianos, puesta nuestra mirada en Jesucristo, dirigiremos a la Santísima Trinidad nuestra acción de gracias por el Don de Jesucristo, el Hijo de Dios venido en carne de la Virgen María, Señor, Mesías, Salvador y Redentor único de todos los hombres y de todo lo humano, Camino, Verdad y Vida.

La acción de gracias a Dios nos lleva, inseparablemente, a la conversión y a la renovación de nuestra vida: que este sea nuestro Año Jubilar, un año de renovación y de vitalidad cristiana, obra del Espíritu Santo. También para las familias este año de gracia ha de ser de renovación, de revitalización.

Nuestra fe contempla agradecida en estos días el Nacimiento del Señor. Dios ha querido entroncarse en la humanidad haciéndose uno de nosotros. Y precisamente por eso se ha incardinado en una familia de carne y hueso y ha querido vivir una verdadera vida familiar. De este modo la familia de Nazaret se ha convertido en prototipo de la familia cristiana.

"El misterio de la Encarnación del Verbo está en estrecha relación con la familia humana, con cada uno de ellos", dice el Papa en su "Carta a las Familias". Por eso, Jesucristo es el centro de la espiritualidad de las familias.


2. En la fiesta de la Sagrada Familia, que nos revela que "Dios viene al hombre en una familia", los cristianos nos reunimos hoy en nuestras comunidades eucarísticas para agradecer al Señor la familia que nos gestó y la familia que muchos habéis formado después. Queremos, al mismo tiempo, recoger cuidadosamente el mensaje cristiano para las familias e intentar plasmar este espíritu en la carne concreta de la nuestra. Deseamos así mismo crear dentro de la Iglesia una vida corriente de espiritualidad familiar. Y nos proponemos, en fin, comprometernos en la causa de la familia en nuestro mundo y contribuir de esta manera a sanarla y enriquecerla.


3. Hemos de alegrarnos sinceramente al comprobar que el aprecio de la sociedad a la familia ha crecido sensiblemente. Las encuestas la sitúan entre las instituciones más cotizadas incluso por las jóvenes generaciones. Y gracias a Dios han remitido mucho los prejuicios de años anteriores contra la familia: hace 25 años hablar de la familia era signo de inmovilismo, de arcaismo y de freno a la libertad y al progreso. La opinión pública ha redescubierto en la familia bien estructurada la fuente principal de la futura estabilidad personal y de la alegría de vivir, y el espacio privilegiado para el aprendizaje del amor y la asimilación de muchos valores importantes.

Pero, si la imagen social de la familia es hoy más positiva, la realidad de muchas familias es hoy más frágil. La tasa de divorcios se mantiene más baja que en muchos países europeos, pero continúa su ascenso implacable. Muchos hogares parecen más bien espacios de pobre coexistencia que lugares de rica convivencia, la tasa de natalidad se sitúa en los puestos más bajos de toda Europa. El crimen del aborto se presenta hoy como algo normal y sin importancia, a merced de la conciencia de cada uno. Y parece, según las últimas encuestas, que la familia española es la más pobre en la educación en valores de sus hijos.


4. Las lecturas bíblicas nos ofrecen pistas precisas para la renovación espiritual y apostólica de nuestras familias:

Los hijos que tienen padres ancianos han escuchado en la primera lectura palabras realistas e interpeladoras:

"Hijo mío, sé constante en honrar a tus padres; no los   abandones mientras vivan; aunque flaquee su mente, ten indulgencia, no los abochornes. La piedad para con tus padres no se olvidará; será tenida en cuenta para pagar tus pecados".

Todos tenemos que aprender mucho de las recomendaciones bellas y prácticas de San Pablo en la segunda lectura. Es verdad que son un cuadro modélico diseñado para la comunidad cristiana. Pero precisamente por eso guardan todo su valor para la más nuclear de todas las comunidades, la familia:

sobrellevaros y condescender
edificaros y corregiros
orar y dialogar sus tareas
siempre actuales y siempre pendientes
también en nuestros hogares.


El Evangelio recuerda oportunamente, sobre todo a los padres preocupados por la ingente tarea de la crianza y educación de sus hijos, la tasa de abnegación y de solicitud necesaria para ofrecerles la entrega y el servicio que necesitan. Muchos de vosotros os sentís retratados en la persona de José. Compartía su ansiedad por la suerte y seguridad del Niño que Dios le ha confiado. ¡Como os preocupa el futuro difícil e incierto de vuestros hijos! ¡Como os hacen sufrir sus problemas actuales! ¡Muchos padres necesitáis un suplemento de confianza en el Señor para saber entregar el futuro de vuestros hijos en las manos de un Padre silencioso pero no ausente, discreto pero no inactivo!

El mensaje cristiano es algo que se recibe en la profundidad de nuestro ser y desde ella se proyecta hacia el exterior. Una realidad tan social y tan delicada como la familia está reclamando con apremio que los cristianos nos empleemos a fondo en la salud integral. Las agrupaciones de familias, las asociaciones de padres de alumnos, los grupos que trabajan en los barrios deben ser espacio de compromiso de los Movimientos Familiares de la Iglesia.

Como rezamos en la oración inicial de la Misa, Dios Padre ha propuesto a la Sagrada Familia como ejemplo a los ojos de su pueblo para imitar las virtudes domésticas y la misión en el amor de la familia de Nazaret.

¡Que Nazaret como dice Pablo VI nos enseñe el significado de la familia, su comunión de amor, su sencillez y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable, lo dulce e irreemplazable que es su pedagogía y lo fundamental e incomparable que es su función en el plano social y familiar.

Diócesis Málaga

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