Publicado: 03/04/1999: 989

1.- Hemos llegado a la gran noche de la comunidad cristiana. Y esta Vigilia es la celebración más importante del año litúrgico.

En esta noche santa celebramos la Resurrección del Señor. Y celebrar es mucho más que recordar algo que pertenece al pasado. Es revivirlo, hacerlo presente. Hoy y aquí, Jesucristo resucita entre nosotros y nos comunica la fe pascual. Hoy y aquí Jesucristo pasa de la muerte a la vida, y a su paso nos hace pasar a nosotros de la muerte de nuestros pecados que nos esclavizan, nos encierran en nosotros mismos y nos hunden en la tristeza, a su nueva vida de gracia, libertad, de amor y de alegría.

2.- Este año tenemos varias novedades en nuestra Vigilia Pascual: un buen grupo de hermanos han querido unirse a nosotros para celebrar con especial solemnidad la renovación de las promesas del Bautismo. Son miembros de las comunidades Neo-Catecumenales de las parroquias de San Patricio y San Antonio María Claret que, durante más de veinte años, han ido profundizando en el conocimiento y la vivencia de su Bautismo con una perseverancia admirable. Hoy han querido celebrar con nosotros el final de su caminar hacia la plenitud de su Bautismo y la renovación de su vida cristiana.

Celebraremos también el Bautismo de dos niños. De esta manera podremos vivir más intensamente la renovación de las promesas de nuestro bautismo y viviremos también la alegría de estas familias y de la Iglesia entera que se enriquece con dos nuevos hijos


3.- La celebración de esta Vigilia Pascual gira en torno a dos ejes simbólicos: tinieblas-luz y muerte-vida. Las lecturas vienen a decirnos cómo Dios había creado un mundo hermoso, pero el pecado de los hombres lo cerró convirtiéndolo en una cárcel oscura para el espíritu humano. Con nuestros pecados y nuestra falta de fe, nos hemos encerrado en nuestra propia carne y en nuestro pequeño mundo.

La Resurrección de Jesús fue la apertura de todos los encerramientos, la iluminación de todas las tinieblas, la liberación del hombre, la victoria definitiva de la vida sobre la muerte y la incorporación a la vida de Dios como hijos suyos.

Nosotros somos el pueblo esclavo que ha recibido la liberación de Dios, somos como el ciego que ha abierto los ojos a la luz verdadera, somos los hijos pródigos que hemos sido admitidos como hijos en la casa de Dios nuestro Padre; nosotros somos como los cautivos del Demonio y de la Muerte levantados a la condición de hijos de Dios y ciudadanos de la Vida eterna.

Este es el significado y la realidad misteriosa del Bautismo que vamos a celebrar; esto es lo que nuestros hermanos han intentado descubrir y vivir a lo largo de su camino Neo-Catecumenal; ésta es la realidad de nuestro Bautismo y de nuestra vida cristiana que nunca agradeceremos bastante a Dios nuestro Padre.

En esta solemne Vigilia celebramos el misterio central de nuestra fe, la gran acción salvadora de Dios en la Resurrección de Jesucristo.


4.- Celebrar la Resurrección de Jesús es estar convencidos de que Cristo vive, sigue resucitado y nos hace resucitar. Creer en la Resurrección es dejarse transformar por ella. Cristo resucitado continúa vivo en nuestra Iglesia y nos resucita para una nueva vida por el don de su Espíritu que nos ilumina para conocer la verdad, nos regala el amor del Padre para vivirlo en fraternidad y nos hace libres para pasar por la vida haciendo el bien.

Y esta experiencia personal de Resurrección debe tener manifestación de paz interior, de esperanza y de alegría. Así Cristo Resucitado es el comienzo de una nueva vida.


5.- Esta vida nueva del Resucitado nos llega a nosotros por medio de los Sacramentos, fuentes de vida que brotaron del costado de Cristo.

Por los Sacramentos de la iniciación cristiana, los hombres, libres del poder de las tinieblas, muertos, sepultados y resucitados con Cristo, reciben el Espíritu de los hijos de adopción y celebran con todo el pueblo de Dios el memorial de la muerte y resurrección del Señor.

A continuación, en la tercera parte de esta gran Vigilia, vamos a celebrar la Liturgia Bautismal. Seremos rociados con el agua bautismal después de ser bendecida, con el deseo de que reavive en nosotros la gracia del Bautismo y nos renueve interiormente para que permanezcamos fieles al Espíritu que hemos recibido.

La renovación de las promesas del Bautismo es el compromiso de seguir al Señor Resucitado, asumir sus criterios, actitudes y acciones, hasta identificarnos con Él y poder decir con verdad: “Cristo, vida nuestra” (Col 3, 4), hasta llenarnos de la vida resucitada del Señor.

La Eucaristía que estamos celebrando es el signo eficaz de la presencia del Resucitado, memorial para la comunidad cristiana a la que congrega en unidad y la dispersa en la misión evangelizadora. Por la Eucaristía el Resucitado está sacramentalmente en medio de la Iglesia, la penetra con su fuerza, el mismo tiempo que la envía a contagiar al mundo. Por eso la tradición cristiana ha designado a la Eucaristía como el “Misterio Pascual”. El Resucitado se nos hace presente en la Eucaristía sosteniendo nuestra fe y alimentando nuestra vida.

Como podéis apreciar, la liturgia de esta noche es una sinfonía espiritual armonizada con textos bíblicos en torno al misterio del Bautismo y de la Eucaristía, que hacen presente en medio de nosotros y en nosotros al Señor Resucitado.

Enhorabuena hermanos, porque el Espíritu de Cristo Resucitado nos ha dado la victoria sobre el pecado y sobre la muerte, y nos ha descubierto la verdad de nuestra vida. Enhorabuena porque en el Resucitado Dios nos llama a vivir eternamente con Él en la gloria de la Resurrección.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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