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Solemnidad de la Inmaculada Concepción

Publicado: 08/12/2007: 1178

1.- El pueblo cristiano ha sentido siempre la Fiesta de la Inmaculada como algo muy cercano y muy profundo.

“Todo el mundo en general,
a voces, Reina escogida,
diga que soy concebida
sin pecado original”.

De todos es bien conocida esta vieja canción popular.

Esta advocación de la Inmaculada Concepción ha concentrado especialmente la devoción de España y de nuestro pueblo andaluz. La historia nos dice que fue Andalucía, la tierra de María Santísima, la que promovió y alentó la devoción al Dogma de la Inmaculada Concepción de María. La Inmaculada es una imagen familiar de nuestro pueblo y nuestras casas, y su fiesta una de las más emblemáticas del Calendario.

¿A qué se debe esta devoción tan popular y de tan profundas raíces teológicas?

Este Dogma de la Inmaculada Concepción nos reconduce al comienzo de nuestra salvación. Es una victoria divina que ha sido posible como anticipo de la Pasión y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, que ha derrotado al pecado original de una manera radical.


2.- La Primera Lectura nos recuerda el pecado original y la situación infeliz y desgraciada que de ahí se derivó para el hombre. Sin embargo, en el relato del Libro del Génesis aparece ya una promesa de salvación:

“El Señor dijo a la serpiente […] pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo… Él herirá tu cabeza cuando tú hieras su talón”.

Entre la serpiente, símbolo del mal, y el linaje de la mujer, existe una hostilidad recíproca. Sin embargo, la serpiente no tiene el mismo poder que el linaje de la mujer; aquella sólo puede herirle el talón, mientras que éste le aplastará la cabeza. Es decir, que conseguirá una victoria completa sobre el mal y sobre la muerte.

Así pues, María no es Inmaculada por méritos propios, sino por la gracia de Dios. Es un don de Dios. Esto es evidente precisamente por el hecho de que Ella es Inmaculada desde su “concepción”, es decir, desde el primer momento de su existencia, cuando todavía no podía intervenir su voluntad. Por tanto, se trata de un Don maravilloso de Dios, un Don que prepara a María para ser la Madre de su Hijo Jesucristo.
3.- Al mismo tiempo, la Inmaculada Concepción es un modelo, un ideal: todos nosotros estamos llamados a convertirnos, por el amor, en “santos e irreprochables en su presencia”, como nos dice la Segunda Lectura. San Pablo bendice a Dios que “nos bendijo con toda clase de bendiciones espirituales del cielo… y nos eligió para que, por la caridad, fuéramos santos e irreprochables en su presencia”.

Éste es el proyecto que Dios tenía para nosotros antes de la creación del mundo, un proyecto al que nunca ha renunciado. Cuando intervino el pecado, Dios mantuvo, por amor, este bellísimo proyecto suyo de tener “hijos e hijas santos e inmaculados en su presencia por la caridad”, que es el amor más auténtico, más generoso y más profundo.

La santidad cristiana no es una santidad de “separación”, sino de amor. Ser “inmaculados e irreprochables” significa separarnos del mal, pero no de las otras personas. La Inmaculada Concepción no separa a María de los demás.

La Inmaculada Concepción de María nos hace alabar la gloria de la Gracia de Dios. La gloria de Dios es la gloria de su gracia, esto es, la gloria de un amor gratuito. “Gloria Dei, homo vivens”. Nos invita a alabarlo.


4.- El Evangelio nos presenta el primer episodio que se nos cuenta sobre María: “la Anunciación del Ángel”. Se nos hace saber que María es una muchacha sencilla, virgen, prometida ya a un hombre de la casa de David, llamado José. Era una muchacha humilde. Ella misma hablará a Dios después, en el Magnificat, de la “humildad de su sierva”. No se considera una persona excepcional. Sin embargo, el Ángel, al entrar donde Ella, le dice: “Alégrate, llena de gracia. El Señor está contigo”. María no está llena de gracia por méritos propios, sino por iniciativa divina, por una iniciativa llena de amor.

¡Qué alegría para nosotros contemplar a María colmada de Gracia, colmada del Amor de Dios, para convertirse después Ella misma como en una fuente de Gracia para otras personas!

El hecho de saber que existe una criatura humana sobre la que el mal no ha podido tener poder alguno, una criatura que no ha sido alcanzada por la perversión del mal, hace que una alegría profunda invada nuestro corazón. Esta plenitud de gracia es la preparación de un Don del Señor todavía más grande para María. El Ángel le dice, en efecto:

“No temas, María, que gozas del favor de Dios. Mira, concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús”. Así podemos ver que María ha encontrado gracia ante Dios para un proyecto maravilloso.


5.- No se trata de una gracia estéril, sino de una gracia dotada de una fecundidad excepcional: María se convertirá en la Madre del Hijo del Altísimo. De ahí que deba ser verdaderamente pura, inmaculada, porque el Hijo del Altísimo no puede estar manchado por el mal.
La Inmaculada Concepción tiene como origen el amor de Dios y como fin la manifestación más grande de este amor.  A saber, la entrega del Hijo mismo de Dios para la salvación de todos los hombres. El Ángel dice a María: “El Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios”. Jesús es el Santo e Inmaculado por excelencia; por eso debe tener como madre a una mujer Santa e Inmaculada en el amor desde su concepción.


6.- En este momento del relato manifiesta María su Santidad. En vez de concebir sentimientos de orgullo por esta sublime dignidad que se le ha prometido, se presenta como “una esclava”. Esta gracia produce, de manera inesperada, la humildad y, en particular, la generosidad. María se pone al servicio de Dios para colaborar en primera persona en la salvación del mundo, que se llevará a cabo por medio de la entrega de su Hijo.

Todo esto produce en nuestro corazón una profunda admiración, una gran alegría y una esperanza inquebrantable.

Reconozcamos que Dios lleva a cabo la obra de nuestra salvación de una manera perfecta: la comienza con la Inmaculada Concepción de María, la continúa con la respuesta de humildad y generosidad de María al Ángel de la Anunciación; y la lleva a su cumplimiento con el Misterio Pascual de Jesús, que lleva la salvación a todo el mundo.

La Inmaculada Concepción se sitúa en esta línea y, por consiguiente, nos prepara no sólo para la Fiesta de la Navidad, sino también para el Misterio Pascual de Jesús…

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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