DiócesisHomilías Mons. Dorado

Santo Cristo de Urda

Publicado: 28/09/2006: 869

1.- Cada año por estas fechas regresamos a Urda muchos de sus hijos dispersos por distintos lugares. La vida nos alejó por muchos derroteros, pero nos vuelve a unir Jesucristo, el Santo Cristo de Urda. Y junto con los hijos de nuestro pueblo, su llamada sigue congregando a miles de peregrinos de la Mancha y de otros lugares. Es la fuerza de la Fe que recibimos a través de nuestros padres, la que realiza el milagro.

Algunos se preguntan si esta devoción que nos distingue y este amor a Jesucristo no estarán amenazados por los avances de esa increencia religiosa que se ve en muchos jóvenes. Sólo Dios lo sabe. Lo que está en manos de cada uno de nosotros es el fortalecimiento de la fe que nos une y transmitirla a las nuevas generaciones. Sabemos que el Santo Cristo de Urda, además de esa imagen tan querida, es Alguien que vive y camina a nuestro lado en dondequiera que estemos. Está presente en la vida de cada día y en los acontecimientos importantes; en los éxitos, en la monotonía y en los fracasos.


2.- Nietzsche, que proclamó en el siglo XIX que “Dios ha muerto. Lo hemos matado nosotros”, tuvo la intuición genial de decir: “¿Cómo podría tolerar que Dios existe y que ese Dios no soy yo?” Y es que el hombre siempre ha tenido la pretensión de ser Dios. Desde nuestros primeros padres, Adán y Eva, hasta hoy.

También hoy, como dice la Exhortación Apostólica “La Iglesia en Europa”, nº 9, de Juan Pablo II, “en la raíz de la pérdida de la Esperanza está el intento de hacer prevalecer una visión del hombre sin Dios y sin Cristo”.

El intento del hombre de querer ser Dios sin Dios, “ha conducido al abandono del hombre, por lo que no es extraño que en este contexto se haya abierto un desarrollo del nihilismo, del relativismo en la moral y de la búsqueda del placer a cualquier precio, en al configuración de la vida diaria”.

La cultura en Europa da la impresión de ser una apostasía silenciosa por parte del hombre, autosuficiente, que vive como si Dios no existiera.

El hombre no puede vivir sin Dios.


3.- En nuestro mundo, tras proclamar que Dios no existe, proliferan los candidatos a ocupar este puesto. Entre ellos, gobernantes que se arrogan el derecho de derribar o imponer gobiernos a su gusto, sin respetar otra ley que la fuerza de las armas; médicos y políticos que deciden por su cuenta qué niños deben nacer y cuales no, y qué ancianos sobran ya; filósofos que rechazan el dictamen fiel de la conciencia y deciden libremente lo que está bien y lo que está mal; y científicos que corrigen la forma tradicional de traer niños al mundo. Porque, si Dios no existe, como dijo un novelista ruso, todo está permitido.

En este mundo que quiere borrar del diccionario y del lenguaje el mismo nombre de Dios, el Cristo nos invita a fortalecer nuestra fe y a proclamar el Evangelio con obras y con palabras.

“Rema mar adentro”, le dijo el Cristo a Pedro, desanimado porque durante toda la noche de duro trabajo no ha cogido un solo pez y estaba desesperado y apunto de tirar la toalla. Y entonces Jesús le anima a intentarlo una vez más, ahora en las “aguas profundas”. “Rema mar adentro”, es decir, dando profundidad a la vida, donde hay que arriesgarlo todo por el Cristo, y en la lejanía de la orilla, para superar todas las posibles ambigüedades de nuestras vidas.

Con estas palabras, “rema mar adentro”, el Cristo nos impulsa a los cristianos a anunciar el Evangelio en la vida pública y en alta voz. Un Evangelio sin rebajas, con su radicalidad y su pureza. En las aguas profundas de la vida, allí donde se toman las graves decisiones que afectan a todos.

Y como dice San Pablo, a los que nos proponen que cambiemos la doctrina y la verdad del Evangelio para hacerla más aceptable a la cultura dominante, tenemos que responder que nuestra misión es transmitir la fe que hemos recibido. Es el Evangelio de Jesucristo de siempre el que tenemos que proclamar “en el nombre del Señor”, convencidos de que Él nos ha llamado y a Él seguimos.


4.- Y tenemos que hacerlo desde el testimonio personal de que la Fe en el Cristo nos ha cambiado y por eso vivimos contra corriente. No porque seamos de otra pasta, sino porque confiamos en Él y porque contamos con la Fuerza de su Gracia. “Todo lo puedo en Aquel que me conforta”. En Jesucristo, el Único Salvador.

Por eso es muy importante tener en cuenta que para que haya una presencia cristiana en la vida pública, hacen falta cristianos verdaderamente convencidos, ilusionados con su vocación cristiana, enamorados de Jesucristo, conociendo la grandeza de ser hijos de Dios, identificados con la Iglesia y bien arraigados en el mundo.

No sirve de nada, y es muy poco realista, insistir en la necesidad de que los cristianos se comprometan en la vida pública, actuando como testigos y apóstoles de Jesucristo, si al mismo tiempo no nos ocupamos de renovar y reorganizar nuestras parroquias y nuestros movimiento y asociaciones, que sean verdaderamente generadoras de cristianos nuevos, entusiastas, dispuestos a trabajar y sacrificarse por el anuncio de Jesucristo y al servicio del Reino de Dios.


5.- Por eso, nuestra devoción al Santísimo Cristo de Urda no se limita a llevar su imagen en la cartera, a visitar su ermita de vez en cuando y a acompañarle en esa impresionante procesión que preparamos con tanto esmero y que recorremos con tanto fervor. Nuestra devoción al Cristo se pone de manifiesto mejor en que cada día, allí donde estamos cada uno, el damos gracias por el milagro de la vida, por la fe que es un regalo de Dios y por el amor con que acompaña toda nuestra existencia y nuestros pasos.

Ser devoto del Santísimo Cristo es hacer de Él el centro de nuestra vida. Ser cristiano es seguir a Jesucristo, ser discípulo suyo, reconociendo en Él al único Maestro y aceptarlo como única esperanza de salvación. En el último capítulo del Evangelio de San Juan, Jesús nos dice: “Todo esto se ha escrito para que creáis que Jesús es el Hijo de Dios y creyendo tengáis vida en vosotros”.

No hay una fórmula mágica para los grandes problemas de nuestro tiempo… No será una fórmula, ni una ideología, la que nos salve, pero sí una Persona. El programa ya existe. Se centra en definitiva en Cristo mismo, al que hay que:

- conocer,

- amar, e

- imitar

para vivir en Él la Vida de Dios.

 

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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