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Santa María Eugenia de Jesús, fundadora de la Congregación de la Asunción de María

Publicado: 21/06/2007: 1783

Misa de acción de gracias: Málaga

1.- “Dios es admirable en sus santos”, nos dice la Liturgia de la Iglesia. Y el libro de los Proverbios nos recuerda que la sabiduría y la gloria de Dios se manifiesta en el mundo –“los cielos cuentan la gloria de Dios”-, en la variedad y belleza de sus elementos, pero sus obras maestras son los santos.

Por eso escribía Juan Pablo II: “Quiero proponer a todos para que nunca se olvide el gran signo de esperanza constituido por los numerosos testigos de la Fe cristiana que ha habido en el último siglo, tanto en el Este como en el Oeste. Ellos han sabido vivir el Evangelio en situación de hostilidad y persecución, frecuentemente hasta el testimonio supremo de la sangre”.

Estos testigos… son un signo elocuente y grandioso que se nos pide contemplar e imitar. Ellos muestran la vitalidad de la Iglesia, son para ella y para la humanidad como una luz, porque han hecho resplandecer en las tinieblas la luz de Cristo. Hoy, en nuestra Catedral, en la Eucaristía, queremos dar gracias a Dios por las maravillas que ha realizado en María Eugenia de Jesús, en la que resplandece su gloria y se refleja con gran fuerza su luz, su verdad y su amor. Queremos dejarnos atraer por su ejemplo y por sus enseñanzas para que toda nuestra vida llegue a ser, como la suya, un cántico de alabanza para gloria de Dios.


2.- Tengo que reconocer que sabía muy poco de la vida de esta mujer excepcional, nacida en una familia rica e incrédula de la burguesía liberal, cuyo padre volteriano es un alto funcionario y la madre practica sólo un formalismo religioso.

Ella, a los 22 años, funda la Congregación de Religiosas de la Asunción de María.

¿Qué le sugiere a ella el misterio de la Asunción de la Santísima Virgen a los Cielos? Como mujer profunda nos explica que la Asunción es el misterio en el que se contempla la transfiguración de una criatura habitada por Dios en su plenitud.

Esa transfiguración de su vida –su conversión- tiene dos momentos o dos experiencias fundamentales que ella misma nos recuerda:

La primera fue la experiencia de un encuentro personal místico con Jesucristo el día de su Primera Comunión en la Navidad de 1829, cuando tenía 12 años: “Nunca lo he olvidado”, confiesa agradecida.

En su adolescencia, de 17 años –sola en París porque se habían separado los padres y la madre murió poco después- vivió un tiempo de desarraigo y soledad. “Viví unos años –escribe ella misma- preguntándome sobre la base y el efecto de las creencias que no había comprendido… Mi ignorancia de la enseñanza de la Iglesia era inconcebible y con todo había recibido las instrucciones comunes del Catecismo”.

Su segundo encuentro con Jesucristo ocurre en París: durante la Cuaresma de 1836, a sus 19 años, encuentra la luz al oír al P. Lacordaire, un famoso predicador dominico, en la Catedral de Nôtre Dame. “Vuestra palabra –le dirá en una carta más tarde- despertaba en mí una fe que nada la pudo hacer vacilar”. “Mi vocación empezó en Nôtre Dame”.

Su Confesor, el P. Combalot, se da cuenta de que María Eugenia es un alma privilegiada y la invita a ser la fundadora de una Congregación dedicada a la educación. Él estaba convencido de que solamente a través de la educación se podían evangelizar las inteligencias, hacer que las familias sean verdaderamente cristianas y así transformar la sociedad de su tiempo.

María Eugenia acepta este proyecto como un deseo de Dios a sus 22 años y consagra toda su vida y todas sus fuerzas a extender el Reino de Dios en el mundo.


3.- Sensible a la realidad de su tiempo, alejada de Dios, tuvo una convicción: el Evangelio es la única fuerza capaz de transformar la sociedad. Ama apasionadamente al mundo, al que ve como lugar de gloria para Dios. Cree en el hombre y en sus capacidades, Su vida y su obra están centradas en Cristo, en el misterio de su Encarnación. El amor a Cristo le lleva a amar a la Iglesia, a vivir en Iglesia.

Tiene la certeza de que la mujer es un elemento imprescindible en la transformación que sueña, con tal de que esté formada adecuadamente.

Su “única mirada fija en Jesucristo y en la extensión de su Reino” determina aún hoy la forma de vida de las Religiosas de la Asunción (Regla de Vida).

La fe de María Eugenia la lleva a afirmar que “en la Asunción  todo pertenece a Jesucristo, todo es de Jesucristo, todo tiene que ser para Jesucristo”.

Como dijo el papa Benedicto XVI en la homilía de la Canonización (el 3 de junio de 2007): “María Eugenia de Jesús nos recuerda ante todo la importancia de la Eucaristía en la vida cristiana y en el crecimiento espiritual… Durante toda su vida encontró la fuerza para su misión en la vida de oración, uniendo si cesar contemplación y acción”.

Que el ejemplo de Santa María Eugenia invite a los hombres y mujeres de hoy a transmitir a los jóvenes los valores que les ayuden a convertirse en adultos fuertes y en testigos del Resucitado. Que los jóvenes no tengan miedo de acoger esos valores morales y espirituales y de vivirlos con paciencia y fidelidad.

Así construirán su personalidad y prepararán su futuro.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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