DiócesisHomilías Mons. Dorado

Sacramento de la Reconciliación. Miércoles Santo

Publicado: 19/03/2008: 1167

Texto: Jn 3, 1-8

Queridos hermanos y amigos:

1.- Como a Nicodemo, Jesús nos invita hoy a celebrar llenos de humildad y voluntad de conversión, el Sacramento de la Penitencia, prolongación del Bautismo, al que Jesús alude en su conversación con este personaje singular.

Evoquemos simplemente algunos pensamientos que despierten en nosotros las disposiciones adecuadas para recibir el perdón de Dios.


2.- Ante la pérdida del sentido del pecado, como nos decía recientemente el Papa, es importante que quien acude a recibir el sacramento de la Confesión, experimente la ternura del amor de Dios. Este es precisamente el mensaje que hay que transmitir: lo que más cuenta es dar a entender que en el Sacramento de la Reconciliación cualquier pecado que se ha cometido, si se reconoce con humildad y se acerca con confianza al sacerdote confesor, se experimenta siempre la alegría pacificadora del amor de Dios.


3.- Reconociendo que hoy se constata una gran indiferencia ante el Sacramento de la Penitencia, alertó el Papa: “cuando sólo se insiste en la acusación de los pecados, que ciertamente tiene que darse y hay que ayudar a los fieles a que comprendan su importancia, se corre el peligro de relegar a un segundo plano lo que es fundamental, es decir, el encuentro personal con Dios, Padre de Bondad y de Misericordia”.

No olvidemos que en este Sacramento Dios Padre nos abraza personalmente en su Hijo. Esto no es un puro esfuerzo de reforma. Es un re-encuentro. Nadie se convierte en cristiano si no se encuentra con el rostro de Dios que transparece en Jesucristo. No hagamos de la Confesión un puro esfuerzo ético. En el corazón de la celebración sacramental no está el pecado, sino la misericordia de Dios, que es infinitamente más grande que todas nuestras culpas. Hoy es necesario hacer experimentar a quien se confiesa, esa ternura divina por los pecadores arrepentidos que tantos pasajes evangélicos muestran en tonos de inmensa conmoción.


4.- Recordemos así mismo que, en rigor, no somos nosotros quienes nos acercamos a Dios, sino Dios quien se acerca a nosotros. Él nos precede siempre: “Tú no me buscarías, si yo no te hubiera encontrado” (Pascal).

San Pablo  no dice casi nunca: “reconciliaos con Dios”, sino “dejaos reconciliar con Dios”.


5.- Rememoremos también que el re-encuentro con Dios en la Confesión no sólo desactiva nuestro pasado iniciando la sanación de nuestras heridas, sino que es creador de vida: nuevos ideales, nuevos valores, nuevas actitudes, nuevos comportamientos. Al convertirnos a Dios, nos convertimos al futuro: convertirse consiste en domesticar nuestros miedos, poniendo el corazón una fuerza de esperanza.


6.- Recordemos así mismo que nuestro abrazo al Señor se realiza a través de nuestro abrazo a la Iglesia a la que debilité con mis pecados, y es mediación de la misericordia, que hoy recibo. “Acerquémonos confiadamente a la fuente de la gracia para que encontremos la misericordia en el tiempo oportuno”.

Es necesario que entre la práctica del Sacramento de la Confesión y una vida orientada a seguir sinceramente a Jesucristo se establezca una especie de “círculo virtuoso” inexorable, en el que la gracia del Sacramento sostenga el compromiso de ser discípulos fieles del Señor.


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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