DiócesisHomilías Mons. Dorado

Pontifical en honor de Nuestra Señora del Carmen

Publicado: 22/07/2007: 848

1.- Presidida por la imagen de Nuestra Señora del Carmen Coronada de El Perchel, la familia carmelitana, tan enraizada en la vida de Málaga, habéis venido a celebrar la Eucaristía para dar gracias a Dios porque nos ha dado a María, su Madre, la Flor del Carmelo, como protectora y “guía en el camino de la santidad”.

El Evangelio de la Misa de hoy nos invita a “recibir a Jesucristo en casa”, en nuestra vida, a ponernos a sus pies con María, la hermana de Lázaro y a escuchar lo que Él tiene que decirnos. Porque Jesucristo sigue hablando a todos y cada uno de nosotros, y la Virgen del Carmen, sabedora de que Él es el mediador entre Dios y los hombres, nos dice como les dijo a sus discípulos en las Bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 5).

Quizás os estéis preguntando cómo podemos saber lo que hoy nos pide Dios, sin caer en manipulaciones ni en engaños. Por lo pronto, “escuchando la Palabra de Dios” en el Evangelio y en nuestro Proyecto Pastoral Diocesano, que nos invita a “Fortalecer y transmitir la Fe” en este momento concreto de la historia de nuestra Iglesia.


2.- En primer lugar, a tener el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos, y ponernos en camino para anunciar a Jesucristo a los hombres y mujeres de nuestro pueblo.

Ésa es una hermosa tarea y una forma profunda de agradecer a la Santísima Virgen del Carmen tantos dones recibidos. Sabéis que la devoción a la Virgen del Carmen se mantiene viva en numerosas personas que no suelen frecuentar el templo y ella es una puerta segura para ir a Jesucristo. Sois vosotros, cofrades y cristianos practicantes, los que podéis llegar mejor a muchos hermanos que no rechazan a Dios pero no tienen formación religiosa.

Hablar de Jesucristo o la Virgen, de forma respetuosa pero también decidida, es un signo del verdadero devoto de María. Nos tiene que doler que no sepamos descubrir la pobreza espiritual de tantos hombres y mujeres buenos, que no conocen la riqueza de Jesucristo y de su Evangelio, y que no hagamos nada por remediar esa clase de pobreza.

Saben bien que la religiosidad popular está en alza. Y depende de todos los cristianos que no se quede en un culto vacío y en sus elementos externos. La devoción a la Virgen, dice el Papa aludiendo al escapulario, “no puede limitarse a oraciones y homenajes en su honor en algunas circunstancias, sino que debe constituir un “hábito”, es decir, una orientación permanente de la conducta cristiana, impregnada de oración y de vida interior mediante la práctica frecuente de los sacramentos y la práctica concreta de las obras de misericordia”.
3.- El Evangelio de la Misa de hoy es una clara advertencia de lo que Jesucristo espera de nosotros. El pasaje de Jesús con Marta y María centra la atención en un aspecto fundamental de la vida de fe: la prioridad del ser sobre el hacer y la primacía de la gracia sobre el esfuerzo humano.

María, sentada  los pies del Señor, escuchando e interiorizando cuanto Él dice, representa a los creyentes de todos los tiempos. Jesús ha venido para dar vida y su palabra es espíritu y vida, porque procede del Padre (Jn 6, 63). Por eso llama bienaventurados a los que oyen la Palabra, la acogen y la cumplen y dan fruto, pues escuchando se entra en comunión con Jesucristo. Enseña el Concilio que los cristianos se alimentan de la Palabra de Dios y de la Eucaristía (DV 21). Por eso dijo Pablo VI que “todo cristiano tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debe creer, las razones para esperar y el mandamiento nuevo del Amor” (EN, 15).

Por supuesto que la actividad del creyente, que brota del amor y se concreta en las obras de misericordia y a favor de la Justicia y de la Paz, también es necesaria. Pero si el cristiano no alimenta continuamente su fe en la contemplación de Jesucristo, en la escucha y el estudio de la Palabra y en los Sacramentos, termina por secarse como el sarmiento separado de la vid (Jn 15, 1-7).

Nuestra cultura pragmática, volcada en la eficacia, nos contagia y nos lleva a caer en un activismo que nos vacía por dentro. Si descuidamos la oración y la vida interior, los cristianos “correrían el riesgo insidioso de que su Fe se debilitara progresivamente y quizás acabaría por ceder a la seducción de los sucedáneos. Tal vez haya que buscar aquí por qué tantas personas buenas se han ido alejando de la Iglesia y buscando una Fe a su medida”.

Sé que éste no es vuestro caso. Y por eso os aliento a tomar conciencia de que trabajar con mayor confianza en una vida apostólica que dé prioridad a la oración personal y comunitaria, significa respetar un principio esencial de la vida cristiana: la primacía de la Gracia (NMI, 38).


4.- Vuestro amor y devoción a Nuestra Señora del Carmen Coronada es uno de los mayores dones que habéis recibido de Dios, una parte lógica de vuestra herencia espiritual y un legado que debéis compartir con las futuras generaciones. Lo conseguiréis en la medida en que os pongáis en camino hacia el hombre moderno con Fe ardiente, como María se puso en camino hacia el futuro cuando se dirigió a la montaña para visitar a su prima Santa Isabel. En su Canto del Magnificat anunció el futuro que estaba irrumpiendo ya. También nosotros estamos llamados a proclamar el Evangelio que ilumina el presente y anuncia el futuro de Dios y del hombre. Pues en un mundo donde hay tanta aflicción y fealdad, estamos invitados a mirar hacia arriba y reposar en la contemplación de la belleza de la Virgen del Carmen, pues Ella es signo de Dios a favor de la Iglesia en sus comienzos y promesa de su perfección, como Esposa de Cristo, radiante de belleza.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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