Publicado: 03/06/2001: 961

1.- Pentecostés es el comienzo de la Iglesia misionera, en la cual se sitúa nuestra misión. Esta faceta está subrayada en el anuncio que les hace el Señor a los discípulos y que recoge Hech 1, 8:

“Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra”.

Estas palabras del Señor pueden ayudarnos hoy, fiesta del Apostolado Seglar y de la Acción Católica, a comprender mejor cómo los cristianos laicos podéis ser “Iglesia en el mundo” y a entender el sentido de la acción evangelizadora.


2.- El espíritu evangelizador, misionero, según este texto, tiene como PRINCIPIO u origen la FUERZA del Espíritu Santo.

Jesús se presenta a sí mismo y su misión a partir del Espíritu Santo.

“El Espíritu de Dios está sobre mí y me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Noticia”.

Esto quiere decir que el principio interior, la fuerza y el dinamismo permanente de la misión evangelizadora de Jesús es el Espíritu Santo. El mismo Espíritu que está en la raíz de toda la evangelización que se realiza en la historia. “No habrá nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo”.

Con otras palabras el Papa Juan Pablo II traduce a nuestro tiempo ese mismo principio advirtiéndonos de que:

1). Es necesario poner como fundamento de la acción pastoral el signo de la santidad, sin contentarnos con una vida mediocre vivida según una ética minimalista y una religiosidad superficial.

2). Hace falta que la educación en la oración se convierta de alguna manera en un punto determinante de toda programación pastoral, que nos haga contempladores de Cristo y capaces de una adoración silenciosa que nos llene de la fuerza del Espíritu Santo.

3). Y que nos hace comprender y respetar un principio esencial de la vida cristiana: la primacía de la gracia; y no caer en la tentación de esperar que los resultados de nuestra acción pastoral dependen de nuestra capacidad de hacer y programar.


3.-  El término o meta de la acción apostólica es la universalidad de los pueblos: “seréis mis testigos en Jerusalén, en Samaria, …”

Para nuestros Movimientos y Asociaciones esta expresión es una invitación urgente:

• a estar presentes en el mundo: “Cristianos laicos, Iglesia en el mundo”.

• a sentir los problemas de los más oprimidos: por esclavitudes vinculadas a situaciones económico-sociales, pero también a culturas e ideologías que no respetan a los hombres o su dignidad personal. Y de la esclavitud más radical que el hombre puede experimentar: la del mal moral, la del pecado, en sus diversas formas.

• a hablarles en su lengua: conociendo los signos inteligibles para ellos.

• y a abrirnos a la comunión eclesial, frente a las capillitas o los mesianismos de grupos.

El buen funcionamiento de un Movimiento o Asociación hay que verlo “desde fuera”, desde su capacidad de ser RESPUESTA EVANGÉLICA al mundo.

Sería bueno en este contexto y desde esta perspectiva, un estudio atento de la 4ª parte de la NMI.


4.- La FORMA o MODO del espíritu misionero y de la evangelización es el TESTIMONIO: “seréis mis testigos”.

Alguien ha definido así el testimonio: “Aquella conducta del hombre o de los grupos mediante la cual se hace manifiesta la presencia de Dios en el mundo”.

Porque el OBJETO DEL TESTIMONIO APOSTÓLICO es:

- La PERSONA de Jesucristo RESUCITADO, y

- la BUENA NUEVA del SEÑOR (El Evangelio).

El Papa nos dice en NMI (16) que “los hombres de nuestro tiempo quizás no siempre conscientemente piden a los creyentes de hoy no sólo “hablar” de Cristo, sino en cierto modo “hacérselo ver”.

¿Y no es quizá cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y hacer resplandecer también su rostro ante las generaciones del nuevo milenio? Nuestro testimonio sería, además, enormemente deficiente si nosotros no fuésemos los primeros contempladores de su rostro” (n. 16).

Y entre las formas de testimonio destaca el Papa el testimonio de la CARIDAD. “El siglo y el milenio que comienzan tendrán que ver todavía, y es de desear que lo vea de forma palpable, a qué grado de entrega puede llegar la caridad hasta los más pobres”. “Porque la Iglesia compromete su fidelidad como Esposa de Cristo en su opción preferencial por los más pobres, no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia”. (NMI, 49).


5.- A todos se nos invita hoy a abrirnos al Espíritu de Dios.

Su presencia se advierte por la alegría y la paz que infunde a los creyentes, por la bondad y grandeza de alma que reflejan, y por la mansedumbre y humildad que los adorna.

Que el Espíritu del Señor reavive en nosotros el frescor del Evangelio, el ardor de la esperanza, la libertad contagiosa y el amor entrañable que nos hace hermanos; y que nos lance a la calle, a proclamar el Evangelio de la familia, en el barrio, en el trabajo y en todas partes donde estemos.


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
Más artículos de: Homilías Mons. Dorado
Compartir artículo