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Clausura del Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos

Publicado: 25/01/2008: 807

Clausuramos en esta celebración, en la Catedral, el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos. Este año tiene un valor y un significado especial, pues nos recuerda los 100 años de su inicio.

Esta iniciativa profética del P. Wattson fue acogida progresivamente porque respondía al mandato del señor, que en la Última Cena rezó al Padre con estas palabras:

“No ruego sólo por estos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como Tú, Padre, en Mí y yo en Ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado” (Jn 17, 20-21).

Damos gracias a Dios por estos 100 años de oración y de compromiso común entre tantos discípulos de Cristo y recordamos con agradecimiento al P. Wattson por esta providencial iniciativa espiritual, y a todos los que la han promovido y enriquecido con sus aportaciones, haciendo que se convierta en patrimonio común de todos los cristianos.

Gracias a este ecumenismo espiritual que el Concilio Vaticano II acoge como una llamada a la santidad de vida, la conversión del corazón y las oraciones privadas y públicas, ha experimentado en estas décadas un gran desarrollo, que se ha diversificado en múltiples iniciativas.

Lo que ha vivificado y sigue vivificando este camino hacia la plena comunión entre todos los cristianos, es, ante todo, la oración: “No ceséis de orar”. Estas palabras de Tesalonicenses han sido el tema de la Semana de este año. Y es, al mismo tiempo, la invitación que no deja de resonar nunca en nuestras comunidades para que la oración sea la luz, la fuerza y la orientación de todos nuestros pasos, con una actitud de humilde y dócil escucha de nuestro Padre común.

El decreto del Vaticano II (“Unitatis redintegratio”), afirma y nos recuerda con convicción: “Tales preces comunes son un medio muy eficaz para impetrar la gracia de la Unidad”, porque la oración común es la expresión de la Fe que nos une a todos los discípulos de Cristo.

Es evidente que no podemos alcanzar la unidad con nuestras estrategias, con el diálogo y con todo lo que hacemos, aunque es sumamente necesario.

Queridos hermanos: acojamos la invitación a “no cesar de orar”, que el apóstol Pablo dirigía a los primeros cristianos de Tesalónica.

Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, alcance para todos los cristianos, la gracia de vivir cuanto antes en la paz y en la caridad recíprocas, para ofrecer un testimonio convincente de reconciliación ante el mundo entero, para hacer accesible el rostro de Dios en el rostro de Cristo, que es el Dios de la Paz y de la Unidad.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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