DiócesisHomilías Mons. Dorado

Misa exequial en la muerte de Mariana

Publicado: 11/12/2007: 1213

Urda (Toledo)

Textos:

1 Tes 4, 12-17
Jn 6, 37-40


1.- La muerte de un ser querido –y Mariana lo ha sido mucho para todos nosotros- es siempre para los cristianos un motivo especial de oración. Necesitamos comunicarnos con Dios.

Y éste es precisamente el motivo que nos reúne hoy y el sentido fundamental de la Santa Misa: celebrar el misterio de la muerte y de la Resurrección del Señor y de todos los hombres y consolarnos mutuamente con esta Palabra de Dios, como les decía San Pablo a los primeros cristianos de la Iglesia de Tesalónica, en Grecia, que estaban tristes –“como los que no tienen esperanza”-ante el misterio de la muerte de sus seres queridos.

Y es algo que seguramente estamos necesitando todos: unos porque acaba de morir una madre, una hermana o una abuela, un familiar, una persona amiga a quien tanto queríais y a quien habéis atendido con tanto cariño, especialmente en este largo tiempo de su enfermedad. La muerte sigue planteándonos a todos los hombres, creyentes o no, el interrogante límite, y para muchos sin respuesta.

Como os he dicho antes, ante esta situación dolorosa, San Pablo nos invita a consolarnos mutuamente con la Palabra de Dios. ¿Con qué palabras exactamente? Con estas:

“Nosotros creemos que Jesús ha muerto y ha resucitado y que, por tanto, Dios llevará consigo a los que han muerto unidos a Jesús… Y de este modo estaremos siempre con el Señor”. (1 Tes 4, 14 ss.).


2.- Consolaos mutuamente porque Dios Padre ama a Mariana más que ninguno de nosotros… y se la ha llevado con Él a gozar de su amor infinito, de su bondad misericordiosa, del esplendor de su belleza y de su amistad eterna. Los antiguos Profetas y el Apocalipsis presentan este encuentro del hombre con Dios como un banquete de familia, una situación de alegría y de plenitud, porque allí no hay dolor ni tristeza y Dios enjugará las lágrimas de todos los ojos.

Para Mariana ha llegado el encuentro que anheló en su continua búsqueda de Dios, y estamos confiados en que Dios le ha dado el regalo de la Salvación, que es estar siempre con el Señor, y gozar del re-encuentro con su esposo, Leoncio, con su hija, Leoncita, muerta a los pocos años, con sus padres y familiares. Y especialmente con la Santísima Virgen María a la que ella rezaba con el Santo Rosario.
3.- En estos tiempos y siempre, los cristianos debemos afirmar con claridad estas dos verdades:

- que la esperanza en la vida eterna es esencial en la fe y en la vida cristiana. “Spe salvi factisumus”,. Como dice San Pablo y nos recuerda el Papa Benedicto XVI en su última encíclica. Sin afirmar la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo y esperar nuestra propia Resurrección, el cristianismo deja de serlo y se convierte en otra cosa;

- y, segunda: que la esperanza de la Resurrección y de la vida eterna no nos aleja de este mundo, sino que nos ilumina por dentro y cambia el modo de estar y de vivir comprometidos con la realidad.

Como decía el gran escritor Francisco de Quevedo:

“Amo la vida con saber que es muerte; y amo la muerte por saber que es vida”.


4.- Con el consuelo que nos da la Palabra del Señor y la fe en que Mariana está ya, y para siempre, gozando con Dios, y en torno a sus restos mortales, celebramos esta Eucaristía.

En ella:

• damos gracias a Dios que la ha sostenido en su vida y la ha purificado en su larga enfermedad,

• meditamos ante su cadáver en el misterio cristiano de la muerte,

• recogemos con suma atención el aviso amoroso e interpelador de Dios en la muerte de una persona tan querida por nosotros,

• deseamos que nuestra hermana Mariana esté experimentando la verdad de las palabras del Señor: “Venid a Mi los que estáis cansados y agobiados que Yo os aliviaré. Yo soy manso y humilde de corazón. En Mi encontraréis descanso”,

• y esperamos que ya haya comprobado, como decía San Pablo, “que nada, ni nadie, ni la aflicción, ni la angustia, ni peligro alguno, ni la muerte, ni la vida, nos puede separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús”.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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