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Sacramento de la Caridad. Jueves Santo

Publicado: 05/04/2007: 831

S.I. Catedral

1.- Entre los muchos nombres del Jueves Santo, quiero subrayar uno en este día singular: “La Fiesta de la fuerza del amor”, como ha definido el Papa Benedicto XVI en su última Exhortación Apostólica “El Sacramento de la Caridad”, (Sacramentum Caritatis).

Jesús nos revela en este día que el motor de la historia no es la guerra, como parecen creer hoy algunos poderosos o desesperados del mundo. El motor de la historia no es el dinero y el capital. El motor de la historia no es la ciencia, aunque nos haya aportado muchos beneficios. El motor de la historia es el Amor. La historia comenzó por un acto de amor creador de Dios.

La historia fue regenerada por el acto de amor de Jesucristo que doblegó la fuerza del odio, el fanatismo y la ambición. La historia se humanizará si quienes creemos en el amor sabemos amar.


2.- Muchos afirman que esta afirmación es ideológica e ilusoria. Por ser ideológica encubriría los intereses de los poderosos que camparían por sus respetos mientras nosotros, en nuestra ingenuidad, nos dedicaríamos a amar, a comprender y a disculpar. Por ser ilusoria se refugiaría en un mundo ideal inexistente e ignoraría la fuerza que tiene en el mundo la ley del más fuerte, los intereses económicos de los ambiciosos sin escrúpulos, el poder destructor de las armas, el torrente destructor de las pasiones desbocadas.


3.- Los que creemos en Cristo no podemos claudicar en este punto decisivo. En la Pasión del Señor, cuyo preludio y anticipo es la Cena Eucarística del Jueves Santo, se enfrentan los poderes del mundo (las armas, el fanatismo, los intereses y hasta la religión mal entendida) con el amor manso e inerme de Jesús. Aparentemente Jesús es aplastado por estos poderes. En realidad, al dejarse vencer los vence, al renunciar a responder al mal con el mal. En la Cruz y la Resurrección se juega la batalla decisiva. Al renunciar a responder a la fuerza opresora con la fuerza, a la mentira con la mentira, a la ofensa con la ofensa, Jesús anula la maldición que pesaba sobre la humanidad: agravio por agravio, insulto por insulto, crimen por crimen. La sangre de Cristo ofrecida en la Eucaristía y derramada en la Cruz, limpia definitivamente nuestro veneno interior que nos exige responder al pecado con otro pecado.


4.- Los seres humanos tenemos la habilidad de manchar las palabras más ricas, más densas, más hermosas. Hemos manchado el nombre de Dios, queriendo situarlo en nuestro bando contra los enemigos.

Hemos manchado la palabra amor confundiéndola con sucedáneos como el fanatismo religioso. El amor que salva, que regenera, que abre la esperanza al futuro, es el amor de Jesús que lava y se pone a los pies de los suyos.

El amor que San Pablo describe en el capítulo 13 de la Primera Carta a los Corintios. Es el que en el día de hoy entregó “su cuerpo y su sangre por nosotros y por todos”.

Sin ese amor no estaremos a salvo ni con leyes, ni con tratados, no con las armas, ni los servicios de seguridad exhaustivos.


5.- Eso sí: este amor necesita cauces en los que encarnarse. El primer cauce es nuestro propio corazón. Abrirnos a Cristo y dejarnos envolver por su amor misericordioso. Necesita también cauces comunitarios que testifiquen este amor y muestren que es posible. Y necesita también cauces sociales, políticos y legales que promuevan la justicia, favorezcan la solidaridad, hagan posible la equitativa distribución de los recursos, erradiquen el hambre en el mundo, desactiven las causas del terrorismo en el mundo. La Caridad de Dios derramada en nosotros por la Muerte y Resurrección del Señor y activada por el Espíritu Santo, necesita traducirse en caridad eclesial, en caridad familiar, en caridad económica, en caridad asistencial, en caridad que haga justicia a los grupos abatidos.

El Jueves Santo nos enseña:

• a creer en el misterio del Amor,
• a celebrar el misterio del Amor,
• y a vivir el misterio del Amor.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

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