DiócesisHomilías Mons. Dorado

Fiesta de la presentación de Jesús en el Templo

Publicado: 02/02/2008: 925

Jornada Mundial de la Vida Consagrada


El Papa Juan Pablo II estableció en la Iglesia, el año 1997, la “Jornada Mundial de la Vida Consagrada” y unió su celebración a la Fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo, hecha por María y José.

En este día, por iniciativa del Papa, la Iglesia Universal mira a la Vida Consagrada y a cada uno de sus miembros como un Don de Dios al servicio de todos los hombres.

La vida consagrada es un Don especialísimo del Espíritu Santo. San Juan de Ávila decía que la vocación a la vida consagrada es “traimiento y gracia del Espíritu Santo”.

Por impulso del Espíritu Santo, las personas que se comprometen con Dios se entregan a Él por los votos de obediencia, castidad y pobreza “imitan más de cerca y hacen continuamente presente en la Iglesia la forma de vida que Jesús abrazó y propuso a sus discípulos que lo seguían. Son memoria viviente del modo de existir y actuar de Jesús, como Verbo Encarnado ante el Padre y ante los hermanos” /VC, 22).

De modo muy singular puede decirse de las personas consagradas que su vida “está escondida con Cristo en Dios” (Col 3, 2).

La Vida Consagrada, por la íntima relación con el Misterio de Cristo, “pertenece indiscutiblemente a la vida y santidad de la Iglesia, Cuerpo de Cristo” (LG, 44). Y acompañará siempre a la Iglesia como uno de sus elementos característicos. Es imprescindible en la Iglesia la Vida Consagrada (VC, 29), que participa plenamente, según el propio carisma, en la misión que Cristo dio a la Iglesia, visibilizando y realizando su presencia y su amor.

Si el camino de la Iglesia, como el de Cristo, pasa por el hombre –“el camino de la Iglesia es el hombre”-, por el hombre ha de pasar también el camino de los hombres y mujeres que, por su consagración, hacen presente la Vida de Jesucristo. La Vida Consagrada, al igual que la Iglesia, no pude permanecer insensible a todo lo que sirve al verdadero bien del hombre, como tampoco puede permanecer indiferente a lo que le amenaza.

Ésta es nuestra grandeza y éste es nuestro servicio, queridos religiosos y religiosas, miembros de las sociedades de vida apostólica, institutos seculares y nuevas comunidades de vida eclesial, monjas contemplativas y clausúrales y vírgenes consagradas. Con gran generosidad y heroísmo estáis trabajando, según el carisma de vuestros fundadores, en todos los ámbitos de la sociedad para que en ella reine el amor, la justicia, la bondad, el servicio y la solidaridad. Y no como meros agentes sociales, sino como verdaderos discípulos de Jesucristo, con el mandamiento nuevo del Señor, como consigna y con el espíritu de las bienaventuranzas como estilo de vida.

Sin vosotros y vosotras, nuestra Iglesia sería más pobre. Como Obispo de Málaga quiero expresaros mi reconocimiento y mi gratitud –y el de toda la diócesis- por vuestro testimonio de vida y por vuestro trabajo sacrificado, generoso y eficaz en la pastoral diocesana, en la vida parroquial, en la catequesis, en la acción educadora y en la cercanía y solidaridad con los más pobres y necesitados. Mi reconocimiento también a las monjas de los 22 monasterios de clausura “que se ofrecen con Jesús por la salvación del mundo, y en su clausura evocan la celda del corazón en la que cada uno está llamado a vivir la unión con el Señor. La vida contemplativa tiene también una extraordinaria eficacia apostólica y misionera” (VC, 59).

Todos unidos, los que participamos en esta celebración eucarística, en la que todos los miembros de los Institutos de Vida Consagrada van a renovar su consagración en el seguimiento de Cristo y en la misión de la Iglesia, demos gracias a Dios “por el gran Don de la Vida Consagrada, que enriquece y alegra a la comunidad cristiana con la multiplicidad de sus carismas y con los edificantes frutos de tantas vidas consagradas totalmente a la causa del Reino de Dios”.

Es un singularísimo Don del Espíritu Santo. Por Él, con Jesucristo, alabamos y damos gracias al Padre.

Y con  nuestra acción de gracias, presentamos al Señor nuestra oración para que multiplique las vocaciones a la vida consagrada. Y para que todas y todos vosotros, siguiendo el lema de este año, llevéis siempre “El Evangelio en el corazón”, y os ayude a vivir la vida desde la Palabra de Dios y a comprometeros con la Palabra del Dios de la Vida.


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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