DiócesisHomilías Mons. Dorado

Festividad de la Virgen del Pilar

Publicado: 12/10/2006: 970

Acuertelamiento de la Guardia Civil, Málaga


1.- Celebramos hoy la Fiesta de la Virgen del Pilar. En esta fiesta queremos recordar y agradecer una tradición que hunde sus raíces en el mismo hecho de la evangelización de la fe cristiana: fe cristiana sembrada en nuestras tierras por el Apóstol Santiago el Mayor, alentado en esa tarea por la Virgen bajo el título de la “Virgen del Pilar”.

Esta misma tradición nos recuerda las dificultades de la tarea evangelizadora entre los españoles y el desaliento del apóstol a las orillas del Ebro, donde María se le presentó milagrosamente para animar su labor de evangelización y transmisión de la fe.

Con palabras de la oración inicial de la Misa, pedimos hoy a Dios que por la intercesión de Santa María del Pilar nos conceda “fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor”.


2.- El objetivo prioritario de la Iglesia hoy debe ser “el fortalecimiento de la Fe y el testimonio de los cristianos”. Y ésta es la tarea más importante por dos razones:

• porque la Fe no se puede dar por supuesta como en años anteriores. Y no se puede dar por supuesta ni siquiera entre los mismos católicos practicantes,

• y porque la fe no está socialmente protegida como si fuese un valor importante en la sociedad y en la cultura de hoy, que no procede de la Fe ni conduce a ella.

En los últimos 40 años han cambiado muchas cosas en España y en nuestros pueblos. El cambio más importante es que se han modificado las relaciones del hombre y de la cultura con Dios: hemos pasado de una cultura creyente a una cultura de la increencia; y de un mundo religioso a un mundo laicista.

El Dios Padre, amigo y salvador de los hombres, que se encontraba presente en todos los aspectos y lugares de la vida humana, aparece hoy para muchos:

• o como un “enemigo” del hombre al que hay que desterrar,

• o como un ser “inútil” para los que han perdido toda esperanza de salvación: “¿dónde está tu Dios?”.

El resultado es lo que el Papa ha llamado “la indiferencia religiosa”, es decir, la actitud de quienes, aunque se llamen cristianos, viven, o vivimos, “como si Dios no existiera”; y que, por consiguiente, no tiene influencia en nuestra vida personal o social. Por eso, las numerosas y crecientes manifestaciones de la “religiosidad popular”, coexisten con la influencia secularizadora de la cultura, los valores y las formas de vida dominantes, que son, en muchos aspectos, neopaganas.

La gran mayoría de nuestro pueblo está compuesto por bautizaos que se encuentran en una situación de fe poco madura. Y sin una fe personalizada y adulta les resultan difíciles los retos de nuestro tiempo.


3.- Hoy necesitamos cristianos convertidos y convencidos, cristianos de verdad. Cristianos que hayan acogido plenamente a Jesucristo y el don inefable del Evangelio, y que, a fuerza de ser coherentes con Él, vivan y proclamen con total claridad las implicaciones morales, personales y sociales de la Fe.

La sociedad española ha cambiado profundamente. Y dentro de ella, la Iglesia, los fieles católicos, vivimos afectados por estos cambios que han producido en unos tensión y pesimismo, en otros endurecimiento y agresividad y en casi todos confusión y desconcierto. Unos y otros tenemos que hacer el esfuerzo de aprender a vivir en este mundo como cristianos, con libertad, mirando más al futuro que al pasado, apoyándonos en convicciones firmes y profundas de fe, más que en ámbitos rutinarios.

Una cosa parece muy clara: para ser cristianos en esta sociedad más libre, más culta, menos favorable, cuando no directamente contraria a la fe en Dios y a la vida cristiana, hace falta un mayor grado de convencimiento y de formación doctrinal, hace falta, sobre todo, una actitud personal decidida y clara, una verdadera conversión.

Necesitamos abrirnos a Dios, porque sin la fe en Dios terminamos por perder la fe en el hombre y en la vida. La secularización de la sociedad no debe llevarnos al silencio de Dios y menos a su olvido vivencial.

Dios sigue siendo actual aunque necesitemos revisar nuestras ideas sobre el Dios en quien creemos y su papel en la historia.

Y esto es lo primero que nos recuerda la fiesta de la Virgen del Pilar: si fue una bendición de mujer y su vida fue tan fecunda, se debió a que supo abrirse a Dios: “el Señor está contigo”. Dios estaba con ella. La Virgen es un modelo de fe vivida. Para que nuestra devoción a la Virgen no sea una “vana credulidad” ni un “sentimentalismo estéril”, tenemos que esforzarnos en imitar sus actitudes de fe, que la definen como la “Virgen fiel” y la “mujer creyente”. A la Virgen María la llama su prima Santa Isabel la mujer feliz y bienaventurada porque “ha creído en Dios”. Y Jesucristo nos revela que la grandeza de María está en que “ha escuchado la Palabra de Dios y la ha cumplido”. Su excepcional peregrinación de la fe presenta un punto de referencia constante para la Iglesia, para los individuos y comunidades, para los pueblos y naciones, y en cierto modo para toda la humanidad.

Por eso, los que celebramos la Fiesta de la Virgen del Pilar, la mujer feliz porque fue creyente, le pedimos con confianza que fortalezca nuestra fe, para que de ella nazca un aliento moral que regenere nuestra vidas y contribuya a la regeneración de la sociedad.

¡Santa María del Pilar,  Patrona de la Guardia Civil y Reina de la Paz, ruega por nosotros y bendice hoy especialmente a todos los Guardias Civiles y a sus familias! Amén.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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