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Eucaristía en la muerte de Enrique Moreno Arcos

Publicado: 17/12/2006: 1137

1.- La muerte de un ser querido –y Enrique lo ha sido muchísimo para todos nosotros- es siempre para los cristianos un motivo especial de oración, Necesitamos comunicarnos con Dios.

Y éste es precisamente el motivo que nos reúne hoy y el sentido fundamental de esta celebración religiosa: orar, ponernos en contacto con Dios, darle gracias, solicitar su misericordia y consolarnos mutuamente con su Palabra. Consolarnos mutuamente con la Palabra de Dios. Es lo que decía San Pablo a los primeros cristianos de la Iglesia de Salónica que estaban afligidos ante el misterio de sus muertos, como “quienes no tienen esperanza”. Y es algo que seguramente estamos necesitando todos: unos, porque se acaba de morir un esposo, un padre, un hermano, un familiar, una persona tan entrañable a quien tanto queríais y quien habéis atendido con tanto cariño, especialmente en estos dos largos años de la enfermedad de Enrique. Otros, porque os ha dejado tan pronto un compañero leal, sencillo y tan servicial siempre, con el que habéis compartido parte de vuestra vida. Muchos porque ha fallecido ese hombre bueno, cariñoso y trabajador que ha gastado los mejores años de su vida con alegría especialmente para los enfermos en Málaga.

Seguramente a muchos nos ha surgido la tremenda pregunta de por qué se lo ha llevado Dios cuando estaba en la plenitud de su vida y cuando nos hacía tanta falta.

Ante esa situación dolorosa, el apóstol San Pablo nos invita a consolarnos mutuamente con la Palabra de Dios: ¿qué palabras exactamente?

Que Dios ama a Enrique más que ninguno de nosotros. Y que a quienes creen que Jesucristo ha muerto y resucitado, cuando mueren Dios se los lleva con él a gozar de su amor infinito, de su Bondad misericordiosa, del esplendor de su Belleza y de su amistad eterna. Un día u otro nos irá llamando a cada uno a esta fiesta del Reino, donde esperamos volver a encontrarnos con Enrique. Los Antiguos Profetas y el Apocalipsis presentan este encuentro del hombre con Dios y con la humanidad como un banquete de familia, una situación de alegría y de plenitud, porque allí no hay dolor ni tristeza y Dios enjugará las lágrimas de todos los ojos.

Para Enrique ha llegado el encuentro que anheló en su continua búsqueda de Dios y estamos confiados en que le ha dado el regalo de la Salvación, que es estar siempre con el Señor.


2.- En estos tiempos los cristianos debemos afirmar con claridad estas dos cosas:

a). La esperanza en la vida eterna es esencial en la fe y en la vida cristiana. Sin afirmar la Resurrección de Jesucristo y esperar nuestra propia Resurrección, el cristianismo deja de serlo y se convierte en otra cosa.

b). Y segundo: la esperanza de la Resurrección y de la vida eterna no nos aleja de este mundo, sino que nos ilumina por dentro y cambia el modo de estar y vivir en la realidad.

Puede ser que encontremos en este punto una de las zonas más débiles de nuestra vida cristiana personal y comunitaria.

Francisco de Quevedo expresaba su fe cristiana ante la muerte y la vida con esta bellísima confesión: “Creo en la vida, con saber que es muerte. Y creo en la muerte por saber que es Vida”.

Con el consuelo que nos da la Palabra del Señor de que Enrique está ya y para siempre gozando de Dios, unidos a sus familiares y en torno a sus restos morales, celebramos esta Misa Funeral; en ella:

• Damos gracias a Dios por las maravillas que ha realizado en Enrique y a través de la vida de Enrique.

• Meditamos ente su cadáver en el misterio cristiano de la muerte.

• Recogemos con suma atención el aviso amoroso e interpelador de Dios en la muerte de esta persona querida para nosotros.

• Deseamos que nuestro querido hermano Enrique ya esté experimentando la verdad de la Palabra del Señor: “Venid a Mí los que estáis cansados y agobiados, que Yo os aliviaré. Yo soy manso y humilde de corazón. En Mí encontraréis descanso”.

• Y esperamos que ya haya comprobado, como decía San Pablo: “Que nada ni nadie, ni la aflicción, ni la angustia, ni peligro alguno, ni la vida, ni la muerte, nos puede separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús”.

Porque, como escribió un excelente periodista y gran cristiano: “Morir sólo es morir. Morir se acaba. Morir es hoguera fugitiva. Es cruzar un puente a la deriva y encontrar lo que tanto se buscaba”. (Antonio Velasco).


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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