DiócesisHomilías Mons. Dorado Entrega de títulos de la Escuela Universitaria de Magisterio Fundación “María Inmaculada” (Antequera) Publicado: 27/01/2006: 799 Antequera. Entrega de títulos. Fiesta de Santo Tomás de Aquino 1.- “Oh Dios, Tú has querido que el estudio y el trabajo del hombre perfeccionaran cada día el universo que has creado: te pedimos que nuestro trabajo y afanes resulten siempre provechosos a la familia humana y contribuyan al cumplimiento de tus designios sobre el mundo”. Con esta celebración Eucarística comenzamos este entrañable Acto Académico en que un grupo numerosos de maestros y maestras vais a recoger el Título Académico que os concede esta Escuela Universitaria de formación del profesorado y que es el fruto de vuestros esfuerzos durante tres años. Queremos dar gracias a Dios por vosotros y por todas las personas que, como profesores y educadores, os han ayudado en estos intensos años de formación académica, humana y cristiana. Lo hacemos en la Fiesta de Santo Tomás de Aquino, patrón de los Universitarios. Y fijamos en él nuestra mirada para recibir de él esta última lección. 2.- El día 7 de marzo de 1274 moría, en el monasterio cisterciense de Fossanova, uno de los pensadores más grandes de todos los tiempos, Tomás de Aquino. Tenía sólo 53 años y nos legó una obra extraordinaria que aún se lee con provecho. Es natural que los universitarios cristianos le honren como a su patrón y maestro. En la encrucijada del siglo XIII, cuando se acababa de fundar la Universidad y estaba alumbrando un mundo nuevo, tuvo la audacia de recordarnos algunas verdades esenciales: que un creyente no tenía nada que temer al progreso del saber, porque la fe y la razón proceden del mismo Dios y a Él conducen; que el noble ejercicio del pensar nos ayuda a descubrir lo mejor que hay en nosotros; y que se puede anunciar el Evangelio de siempre poniéndolo en sintonía con las nuevas formas de pensar que ha descubierto el hombre. Cuando los planes de estudios universitarios de los últimos años han eliminado prácticamente todas aquellas materias que enseñaban a pensar y a hacer preguntas, este Santo tiene mucho que decir, pues donde se adormecen el pensamiento, la búsqueda de la verdad y la capacidad crítica, aparecen el vacío y la barbarie. En los últimos tiempos asistimos a episodios de violencia protagonizados por personas jóvenes y ha saltado la alarma ante el desarme moral que se advierte en una parte importante de la juventud. Hay multitud de personas, cada vez más jóvenes, que se encuentran más solas cada día, más carentes de la cercanía cálida de sus padres y más alejados de la reflexión sobre los valores que dignifican la existencia humana. Provistos de fuerza física y expertos en el manejo de todo tipo de artilugios, no tienen una orientación ética ni religiosa que les enseñe a descubrir lo mejor. Buscan sólo nuevas sensaciones y experiencias; y, dado que no encuentran razones para no hacerlo, torturan y matan a compañeros, a mendigos e incluso a quienes les han dado la vida. Porque el aniquilamiento de la reflexión, de la educación en valores y de toda fe religiosa, lleva a la destrucción del alma de la persona. De ahí la importancia de recordar y celebrar a maestros como Santo Tomás, que nos enseñan a pensar, a vivir el Evangelio en las nuevas circunstancias culturales, a descubrir que la persona es un proyecto, que en diálogo con los otros se puede encontrar con lo mejor de sí misma cuando buscan la verdad. Un diálogo en el que Dios tiene mucho que decir hoy como siempre. Lejos de ser un obstáculo para la tolerancia y la vida democrática, Dios es su garantía más firme. Como dejó escrito Julián Marías, ese excelente pensador y buen católico que murió en fechas recientes: “… en la condición de imagen de Dios, entendido como Padre, se funda la fraternidad de los hombres, tan difícil de justificar sin ella. La “semejanza” entre los humanos, no parece suficiente para establecer relación de hermandad entre ellos. En otra perspectiva -“cristiana”- se convierte en comunidad de origen y modelo de vocación y destino. El prójimo lo es por su efectiva proximidad y es hermano por la común filiación divina, por ser cada uno amado por el Padre. En esta concepción cada hombre es único, conocido personalmente por el Creador, son su nombre, por el cual espera ser llamado”. + Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga Diócesis Málaga @DiocesisMalaga Más artículos de: Homilías Mons. Dorado Eucaristía en memoria de D. Vicente JiménezEpifanía del Señor Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir