DiócesisHomilías Mons. Dorado Epifanía del Señor Publicado: 06/01/2008: 1210 S.I. Catedral 1.- Celebramos hoy la Fiesta de la Epifanía de Jesús. Epifanía es una palabra griega que quiere decir “manifestación espléndida de lo que estaba oculto”. En la Oración Colecta tenemos una síntesis precisa del Misterio que celebramos: la revelación, la manifestación de la voluntad universal de salvación, por parte de Dios, respecto a todos los hombres: “En el día de hoy revelaste a tu Hijo Unigénito a los gentiles, conducidos por la estrella”. El Niño de Belén es Dios, Rey de todos los pueblos. En Él se nos revela, como dice San Pablo, que “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad”. La Epifanía es una fiesta muy significativa para nosotros, los cristianos, que, por lo general, no procedemos del pueblo judío, sino de las naciones paganas, a las que Dios no había hecho ninguna promesa. Esta fiesta muestra que Dios tenía la intención de llamar también a todos los paganos a la Fe en Cristo para salvarnos. De ahí que esta fiesta tenga un significado muy profundo. 2.- Pertenecemos a una época en la que es más fácil ver la oscuridad de la noche y de la vida que los puntos luminosos que brillan en medio de cualquier tiniebla. Y por eso resulta conmovedor pensar en aquel viejo escritor cristiano –San Mateo- que, al elaborar el relato de los Reyes Magos, los imagina en medio de la noche, siguiendo la pequeña luz de una estrella. La narración evoca e inspira la convicción profunda de los primeros cristianos después de la Resurrección. En Jesús se han cumplido las palabras del profeta Isaías: “El pueblo que caminaba en tinieblas, ha visto una luz grande. Habitaban en una tierra de sombras y una luz ha brillado ante sus ojos”. No es toda la verdad afirmar que “ser hombre es muchas veces una experiencia de frustración”. A pesar de todos los fracasos y frustraciones el hombre puede volver a recomponerse, a esperar, a ponerse en marcha con ilusión en dirección a algo. Hay algo en el hombre que le llama una y otra vez a la esperanza y a la vida. Hay siempre una estrella que vuelve a encenderse. El mundo, nuestro mundo, no es un “caso desesperado”. No está en completa tiniebla. El mundo no está sólo mal y “tiene que cambiar”. El mundo está reconciliado con Dios y “puede cambiar”. Dios será un día el fin del exilio; y sobre las tinieblas que cubren la tierra y la oscuridad de los pueblos, amanecerá el Señor y su gloria aparecerá sobre ti, como profetiza Isaías, 60, 1-6. 3.- El gran regalo de los Reyes Magos para nosotros es su vida, su testimonio y sus actitudes. En mi última carta a los Reyes Magos les decía: “Gracias, Reyes Magos: la verdad es que me gustaría ser como vosotros. Porque es hermoso eso de no ir por la vida solo, sino en caravana, o en comunidad, como decimos nosotros; eso de vivir la vida y recorrer el mundo guiado por una esperanza irresistible, en la que no cabe el desaliento; eso de ir por esta tierra sin dejar de mirar continuamente al Cielo, dejándonos guiar por la estrella que conduce siempre a Cristo, sin creer ni esperar en otros mesianismos”. Nos dice el Evangelio que eran personas verdaderamente sabias, de esas que buscan siempre lo esencial. Donde otros hombres y mujeres veían sólo una estrella o un cometa, ellos descubrieron al Hijo de Dios hecho hombre, nacido en un pesebre… Por eso me gustaría ser como los Reyes Magos, para descubrir siempre a Dios en medio de la vida; para descubrir un “hijo de Dios” en todos los niños pobres de este mundo; para ser una persona que va compartiendo su vida y sus dones con todos los hombres y proclamando la fe en la dignidad y en la grandeza de todos los hombres y mujeres de esta hermosa tierra que habitamos. Porque así se llega al encuentro con Dios, que nos llena de una inmensa alegría y nos hace volver convertidos por otros caminos. Que ellos, los Reyes, nos enseñen y nos ayuden a descubrir el camino por el que se encuentra a Jesús, el Señor, “con María, su Madre”. 4.- La Epifanía –la fiesta de los Reyes Magos- debe ser, por tanto, para nosotros, una ocasión de acción de gracias. Y por otra parte, debe ser también una llamada a un impulso misionero, porque debemos colaborar en el proyecto de salvación universal concebido por Dios. La luz de Jesús ha llegado ya a nosotros; pero a muchas personas todavía no. Y nosotros hemos recibido la tarea de ser testigos del Señor ante ellos y de anunciarles el Evangelio, “transmitir la Fe”, como decimos en nuestro Proyecto Pastoral Diocesano. Con nuestra vida, con nuestra oración y con nuestras dotes de todo tipo debemos colaborar en ese proyecto de Dios que quiere la unión de todos los pueblos en al Iglesia de Cristo para gloria suya. + Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga Diócesis Málaga @DiocesisMalaga Más artículos de: Homilías Mons. Dorado Entrega de títulos de la Escuela Universitaria de Magisterio Fundación “María Inmaculada” (Antequera)Eucaristía de envío de los profesores de religión de la diócesis Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir