DiócesisHomilías Mons. Dorado Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario. Publicado: 19/11/2006: 918 En tiempos de la guerra fría, algunos agoreros anunciaron un final catastrófico de nuestra historia. Veían en la energía nuclear una terrible amenaza y la llevaron al cine en “Apocalipsis Now”. Catastrofismos aparte, es natural que nos preguntemos a dónde camina nuestra historia y qué puede esperarnos más allá. Especialmente más allá de la muerte que inexorablemente nos irá llegando a todos. Si las esperanzas más hermosas de justicia, de amor y de verdad son un sueño sin futuro; y si el esfuerzo grandioso de nuestro saber y de nuestro arte no tiene otro destino que la nada. El Evangelio de hoy, Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, emplea un lenguaje llamativo y provocador para inculcarnos verdades fundamentales de la Fe. No se ha de tomar como una especie de reportaje de lo que va a suceder al final de los tiempos. Es un modo de hablar que quiere recordarnos que el mundo no es eterno y que la historia presente tendrá su fin. San Marcos no pretende asustar a nadie, sino invitar a todos a vivir con sensatez y con esperanza. Sabemos que la existencia temporal de cada uno termina y que la muerte suele llegar y terminará algún día la gran epopeya humana. Porque la muerte personal anuncia de alguna forma la muerte de nuestro mundo, el final de los tiempos. Pero hay que mirar este horizonte desde la fe y la esperanza, pues más allá de la muerte están los brazos de Dios Padre y saldrá a nuestro encuentro Jesucristo. Vivir es caminar al encuentro del Señor. Y cada minuto es importante, porque en él se decide día a día la suerte eterna del hombre. Quienes pasen por el mundo haciendo el bien y se guíen por el amor, reconocerán a Dios en la otra vida y le amarán para siempre. Quienes sólo saben de egoísmo, de orgullo, de atropellos y violencia contra el otro, se ahogarán en su propia soledad, pues han empezado ya a vivir el infierno de la desesperanza y el vacío que ellos mismos se están construyendo. Y más que hablar de que los condena Dios hay que hablar de que cada uno fabrica su propio infierno. ¡Ojalá que no haya infierno para nadie! Pero Dios nos ha hecho libres y cada uno ponemos el precio a nuestra vida. El Evangelio de hoy es un canto de esperanza y nos invita a vivir con la mirada puesta en Dios, a cuya derecha está Jesucristo. Es una llamada a creer en el Evangelio y a pasar por el mundo haciendo el bien. Porque más allá de la muerte está la Vida. Los cristianos encontramos esta esperanza en Jesucristo y en sus “palabras que no pasarán”. No esperamos algo que no puede ser. Nuestra esperanza se apoya en el hecho inconmovible de su Resurrección y de su presencia en nuestra Iglesia Diocesana. (“Yo estoy con vosotros hasta el fin de los tiempos”). Hoy precisamente celebramos el Día de la Iglesia Diocesana. - Damos gracias a Dios por nuestra Iglesia Diocesana y por todo lo que hemos recibido de ella. - Debemos vivir este día con un sentido de fiesta. “En la Iglesia Diocesana podemos reconocer el punto de contacto afectivo donde el hombre encuentra a Cristo y en donde se le abren las puertas al plan concreto de la Salvación…”. - * Sentir la Iglesia - * Sentirme Iglesia. - *Sentir con la Iglesia. - *Ayuda económica. + Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga Diócesis Málaga @DiocesisMalaga Más artículos de: Homilías Mons. Dorado Ejercicios Espirituales Sacerdotes de MálagaDomingo XXXIII del Tiempo Ordinario. Ciclo C Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir