DiócesisHomilías Mons. Dorado

“¡Señor, que vea!”

Publicado: 29/10/2006: 1056

Domingo XXX del Tiempo Ordinario. Ciclo B

1.- El Evangelio de la Misa de hoy nos habla de la curación de un ciego. La descripción que hace el evangelista San Marcos de Bartimeo, el hijo de Timeo, el ciego, puede ser nuestro propio relato de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser, con la gracia de Dios.

El relato no es solamente la presentación de un milagro más del Señor. Su intención es más profunda: está situado a continuación de los tres anuncios que el Señor hace de su Pasión y pretende descubrir de forma gráfica la ignorancia de los primeros discípulos:

1). Sobre el misterio de Jesucristo: “¿Quién dice la gente que soy Yo?
2). Sobre la forma cómo iba a salvar a los hombres: “Tú eres el Mesías”. Pero mediante la Cruz, la muerte y la Resurrección.
3). Sobre las exigencias de la vida de los discípulos. De forma directa lo había dicho poco antes el evangelista con estas palabras: “Pero ellos no entendían esas cosas y tenían miedo de preguntarle” (Mc 9, 32).


2.- ¿Qué cosas eran esas que no se atrevían a preguntarle? Son esas en las que Jesucristo describe su identidad y su actuación y en las que les explica que donde está Él deben estar también sus discípulos, los cristianos que quieran seguirle de verdad.

Les decía, por ejemplo, que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida por los demás. Así, quien de vosotros quiera estar conmigo, hágase siervo de todos. Y que el que quiera ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor.

Desde antiguo los seguidores de Jesucristo han  visto en este milagro un símil de la iniciación a la Fe cristiana. La ceguera, que nos hace pobres, desviados del camino y paralizados (sentados), representa la falta de Fe que nos impide descubrir el sentido y la meta de la existencia. Privado de la luz del Evangelio, el hombre no sabe a dónde dirigirse y permanece al borde del camino, mendigando unas migajas de placer sin más horizonte que vivir y disfrutar cuanto pueda los años que le permita su cuerpo. Tal es el caso de muchas personas que han perdido la Fe y la Esperanza.


3.- A veces, el ansia de bien y de verdad que llevamos en lo más profundo del alma, el hambre de un amor infinito que nos acoja, nos encamina a Jesucristo. Aunque algunos se avergüenzan de rezar y permanecen sentados fuera del camino, hay otros muchos que, en medio de sus dudas, intentan dirigirse a Dios en el que no creen todavía. Como el ciego de Jericó, logran decir: “Jesús, Hijo de David: ten compasión de mí”.

La escena de la curación del “ciego de nacimiento” nos está hablando de la necesidad de que alguien abra nuestros ojos para comprender y seguir a Jesús, de que alguien nos dé un corazón nuevo para poder ser ese verdadero discípulo de Jesucristo.

Nos podrá ayudar mucho en esta Visita Pastoral identificarnos con el ciego de nacimiento. La situación de Bartimeo está descrita con rasgos muy cuidados:
• es un hombre ciego, al que le falta luz y orientación.
• es un mendigo, un hombre pobre, un “pobre hombre”.
• un hombre sentado, paralítico, incapaz de caminar tras Jesús.
• Un hombre al borde del camino, extraviado, por donde no se va a ninguna parte, fuera del camino que sigue el Maestro de Nazaret.

El relato nos descubre que en este hombre hay todavía una fe capaz de salvarlo y de ponerlo de nuevo en el verdadero camino.

Quizá el verdadero secreto para creer en Dios sea saber decir desde el fondo del corazón, de verdad y con sencillez total, aquella plegaria del ciego de Jericó: “Señor, que vea”. Él nos ayudará y nos dirá: “Tu fe te ha salvado”. Y “recobraremos la vista y seguiremos el camino”.

Es lo que le sucedió a Tatiana Goricheva, profesora de Filosofía en la Rusia marxista. Hastiada de todo se dio a la bebida y a la bohemia hasta que descubrió la fe. Ahora dice: “Si alguien me pregunta qué es lo que significa para mí el retorno a Dios, qué es lo que esa conversión me ha hecho patente y cómo ha cambiado mi vida, puedo contestar con toda sencillez y brevedad: lo significa todo. Todo ha cambiado en mí y a mi alrededor. Para decirlo con mayor precisión: mi vida empezó sólo después de haber encontrado a Dios”.

Como veis, le sucedió algo similar a lo que cuenta el Evangelio a propósito del ciego de Jericó: que al momento recobró la vista y seguía a Jesús con los demás por el camino.

 

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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