DiócesisHomilías Mons. Dorado

Domingo XXVII Tiempo Ordinario. Ciclo C

Publicado: 07/10/2007: 1958

“Seños, auméntanos la Fe” (Lc 17, 5-10)


San Lucas recoge en el Evangelio que hemos proclamado hoy dos consignas que el Señor solía repetir a sus apóstoles:

a). Tener fe, y
b). vivir en actitud de servicio.

Para mejor comprensión viene oportuno el consejo del Apóstol San Pablo a Timoteo, en la Segunda Lectura: “Reavivar el fuego de la gracia”.

1.- “Señor, danos más Fe”. Esta petición de los apóstoles al Señor pone de manifiesto que la Fe es un don de Dios, no conquista del hombre.

El texto del Evangelio nos presenta un diálogo entre los apóstoles y el Señor:

Cuando San Lucas lo resumió por escrito, a medio siglo de distancia, sus lectores veneraban en los apóstoles el glorioso equipo fundacional que había llevado el Evangelio por todo el mundo conocido. Lucas tenía experiencia de su apasionante aventura misional por haber acompañado muchas veces a San Pablo en los viajes. Por eso redactó el “Camino de Jerusalén” (cap. 9-19) como un esbozo profético de los caminos del apostolado cristiano. Y al escribir el libro de los Hechos de los Apóstoles marcó la pauta histórica de la Iglesia, que es caminar por todos y cada uno de los pueblos de la tierra, cara al martirio –como Jesús caminó por Israel hacia la Cruz-, sembrando Evangelio.

San Lucas, testigo de audacias misioneras, lo fue también de humanos desalientos. Para lección de todos recogió de las Memorias de Jesús esta cordial anécdota. Los apóstoles se sienten abrumados por las exigencias de lo que aprenden por el “Camino”. Suplican al Señor. No piden riqueza ni poder temporal. PIDEN FE.

La respuesta del Señor pasa pror encima de la petición. En vez de otorgar, enseña. El tema de su lección es la omnipotencia de la Fe. Lucas escribe para la Iglesia de siempre y quiere señalar a todos los alicaídos y tentados de evasión el único consejo: volverse al Señor y pedirle lo que precisamente no tienen: “auméntanos la Fe”, es una de las sencillísimas oraciones que el Evangelio ofrece a quienes tal vez se quejan de que no saben orar.

Jesús hablaba el lenguaje popular de su tierra. Un “grano de mostaza” era símbolo de lo más insignificante a la vista, pero fecundo en virtualidad. “Arrancar de cuajo un sicómoro” era una frase hecha para expresar una hazaña sobrehumana. Quiere decir que cuando el cristiano se deja poseer por la Fe, Dios realiza en él obras superiores a toda inteligencia, poder o técnica de los hombres. No olvidemos que la Fe no es una actitud teórica. Es la aceptación sincera de Cristo-Dios que toma posesión de nuestro ser. Del pensamiento, criterio, corazón y vida.

La Fe auténtica florece en Alegría y fructifica en Fidelidad. “El justo vivirá por la Fe”: San Pablo actualizó y desarrolló este pensamiento a lo largo de casi toda la Carta a los Romanos.


2.- “Actitud de servicio” (v. 7, 10). La Parábola final amonesta a los que están siempre a punto de presentar a Dios la factura de “sus trabajos”. Son los mercenarios del Reino de Dios. Que las buenas obras hechas en estado de gracia son meritorias, es un dato elemental del Catecismo. Pero si un hombre de Fe sirve a Dios y a Cristo con la atención centrada en el salario, demuestra no haber descubierto que servir a Dios y a Cristo es amar sin reservas y confiar sin cálculos. Jesús vivía personalmente e inculcaba a los suyos la mística de “la plena dedicación al trabajo por el Reino de Dios”. Él se presentó como el “Siervo de Yahvé”. San Pablo se dijo y se sintió “esclavo de Cristo”. Trabajando por el Evangelio, el buen servidor no tiene más ilusión en este mundo que la de servir. Y goza de ser humilde sin ficción: cuando ha hecho lo que podía, sabe decirle al Señor: “Soy tu siervo inútil…” con todo el honor y amor de una infinita confianza.

 


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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