DiócesisHomilías Mons. Dorado

Domingo XXIX del Tiempo Ordinario. Ciclo B

Publicado: 22/10/2006: 1525

S. I. Catedral

En la última etapa del camino, subiendo ya a Jerusalén, el Señor anuncia por tercera vez a sus apóstoles la Pasión y muerte que allí le espera (Mc 10. 32-34).

Lo mismo que las otras dos veces anteriores, los discípulos demostraron, con una salida desconcertante, que no han comprendido. Entonces Jesús les corrige, inculcándoles la idea de que también ellos tendrían que compartir su misión y su Pasión y hacer de la propia vida un sacrificio por los demás.


1.- La petición de los hijos del Zebedeo forma un contraste paradójico con el inmediatamente anterior anuncio de los sufrimientos de Jesucristo, del Maestro. Cristo va a la Cruz y ellos se dan prisa en asegurarse los primeros puestos de su Reino de Gloria. Reino que imaginan en clave terrena y del que esperan ventajas de orden temporal. El Señor les invita a compartir su “bautismo” y su “cáliz”, imágenes que significan vivir hasta el fondo la misma vocación “que Él está viviendo”. Ambas imágenes sugieren la mística profunda del Bautismo Sacramental y la Comunión Eucarística.

Los dos hermanos dijeron que sí estaban dispuestos aunque “no sabían lo que pedían”: con su respuesta se ofrecen a ser mártires. Cuando más tarde lo comprendieron no se echaron atrás. El que con amor sincero se ha ofrecido a Cristo, sabrá aceptar siempre por amor la manera con que Cristo “interpreta” y realiza su ofrecimiento.


2.- “El que entre vosotros quiera ser grande, sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”.

Los otros diez se indignan contra ellos, porque ellos también aspiran a lo mismo. El Maestro habla a todos. Si uno quiere ser algo en la Escuela de Cristo, tenga alma de pobre, corazón de niño y humilde laboriosidad de siervo.


3.- “Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir”. Quiere decir: no sigáis el ejemplo de los jefes paganos en su altanería. Imitad al Hijo del Hombre que es Cristo. El hombre perfecto que ha venido a ser Él mismo “el servidor”. Y explica que para Él “servir” significa salvar, liberar del mal. Trabajar humildemente en el mundo la integridad que Dios quiso darle.


4.- Muchos hombres y mujeres han renunciado a todo para colaborar en esta misión cristiana de salvar al mundo. Hoy recordamos especialmente a los misioneros y misioneras, poniendo como modelo a San Francisco Javier, “testigo y maestro de la misión”, al celebrar el 5º Centenario de su nacimiento. Quien ha recibido y aceptado la Fe en Jesucristo siente la necesidad de entregarla a todos los hombres. Así lo comprendió Francisco Javier. Y así lo viven tantos misioneros y misioneras que nos dan un testimonio admirable y ejemplar en los más distantes lugares de la tierra.

San Francisco Javier se abrazaba al crucificado. Y en Cristo encontraba la razón de su entrega misionera.


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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