DiócesisHomilías Mons. Dorado

Domingo XXIII del Tiempo Ordinario. Ciclo A

Publicado: 07/09/2008: 1446

1.- El capítulo 18 del Evangelio según San Mateo, presenta a Jesús dando una catequesis a sus discípulos, los primeros cristianos. Este cuarto gran discurso se llama el discurso eclesial, porque nos enseña cómo deben ser las relaciones entre los miembros de la comunidad cristiana.

Las normas que se dan en este fragmento presuponen una convicción: que el cristiano, como hermano de los demás, no puede inhibirse o desentenderse del error o del pecado de los demás, sino que debe sentirse corresponsable y ayudarles mediante la llamada “corrección” o “ayuda fraterna”. Como preludio a estas líneas del Evangelio, hemos escuchado unas palabras del profeta Ezequiel afirmando dicho sentido “de corresponsabilidad” bajo la imagen del centinela.


2.- Esta catequesis del capítulo 19 de San Mateo empieza con una lección de humildad: el primer ciclo (vv. 1-14, que leímos el Domingo pasado) proclama la primacía de los humildes en la Iglesia y declara a los “pequeños” o “débiles” objeto primordial del trabajo apostólico tanto en lo positivo (ayudarles) como en lo negativo (no escandalizarles: vv. 6-9).

Hoy hemos leído la segunda parte del discurso o catequesis y el Domingo próximo leeremos la tercera parte.

Esta segunda parte (la que hemos escuchado hoy del Señor) empieza con un tema realista. En la Iglesia y en las comunidades cristianas no todo será buen grano ni trigo limpio. Es de prever que algún día habrá un “hermano” o miembro de la Iglesia públicamente pecador: en el primer ciclo (del Domingo pasado) se hablaba de “escándalos”. Ante el caso grave no cabe la “inhibición”. Hay que actuar para ayudarle.

El Evangelio indica un procedimiento que aúna en su sencillez el celo, la caridad, la prudencia y la eficacia. Señala tres pasos:

a). empezar por una entrevista personal, de corazón a corazón, con el culpable solo. Si tiene éxito –dice el Evangelio- “has ganado un hombre para Dios”.

b). El segundo paso es más incómodo: reiterar la revisión y la reprensión ante uno o más testigos; y, si no hace caso, reprensión pública en la Asamblea de la comunidad o Iglesia local.

c). En último término, declararlo no perteneciente a la comunidad (“excomunión” pedagógica o medicinal). Son normas adaptadas a una situación concreta que habrá que adoptar en cada caso concreto.

3.- Siguen tres sentencias del Señor, reunidas aquí por San Mateo. Asegura a los cristianos que trabajan en la tierra, la ayuda y la asistencia eficaz del Dios que está “en los Cielos”.

La primera reconoce colegialmente a todos los Discípulos la autoridad de “atar y desatar”, es decir, de perdonar los pecados que se había otorgado antes a San Pedro.

La segunda asegura la especial eficacia de la oración cuando la hacen juntos: Jesús dice que una oración hecha de manera conjunta o comunitaria es más eficaz precisamente porque responde al deseo del Padre de que todos sus hijos se amen entre sí.

En la tercera frase, que es tal vez, en todo su conjunto, la mejor, resume el pensamiento de San Mateo; se nos asegura la presencia de Cristo en medio de la Iglesia y de cada auténtica comunidad eclesial reunida “en su Nombre”. La conciencia de que “Jesús es Dios con nosotros”, y que está con los discípulos ante el fin de los tiempos, es para la Iglesia exigencia divina de purificación y santidad.

 

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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