DiócesisHomilías Mons. Dorado Domingo IV de Pascua Publicado: 07/05/2006: 998 1.- “El cristianismo es Jesucristo”, nos dijo el Papa Juan Pablo II con una frase lapidaria, que resume muy bien el sentido de la vida cristiana. La Palabra de Dios pretende describirnos con muy variadas imágenes quién es Jesucristo, el Resucitado, para nosotros. La imagen que más ha resonado en el Evangelio de hoy es la que Jesús se aplica a sí mismo: “Yo soy el Buen Pastor”. Una bella imagen que nos dice quién es Jesús y cuáles deben ser nuestras relaciones con Él. A.- Actitudes del Buen Pastor: • “da la vida por sus ovejas”, • “conozco a mis ovejas y ellas me conocen”, • “tengo otras ovejas que no son de este redil” B.- Actitudes de los cristianos en relación con Jesús. Jesús precisa en unas pocas palabras la disposición de sus auténticas ovejas (fieles), resumida en tres actitudes: fe, seguimiento y confianza. a). FE: “Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco”. La Voz es su Palabra. “Escuchar”, según san Juan, es aceptar con la plenitud de la persona: inteligencia, corazón y voluntad generosa. Aceptar así la Palabra de Dios es creer. Él los conoce= los quiere. b). SEGUIMIENTO: “Ellas me siguen y yo les doy la vida eterna”. Seguir a Jesús es la expresión evangélica del cristianismo perfectamente vivido. Hacer de su Camino el propio camino. Pensar y obrar, amar y entregarse como Él, junto con Él, en Él. Quien así transfigura su vida mortal, entra por Él en comunión de su Vida y Felicidad eterna. c). CONFIANZA: “No perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano”. Infinita seguridad compartida del que no se suelta de la mano de Cristo, Paz en la tormenta. Invencible fortaleza de los débiles: “No temáis”. “Yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos”. Las ovejas somos el “regalo de Dios a su Hijo”: “mi Padre me las ha dado”. Sublime idea que a los cristianos nos engrandece y nos ennoblece tanto como nos exige. “Sabed que el Señor es Dios, que Él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño”. 2.- En este Domingo, y en este contexto, quiere la Iglesia que celebremos la Jornada de Oración por las Vocaciones a la vida sacerdotal y a la vida consagrada como “formas de hacer presente en el mundo de hoy a Jesucristo, Buen Pastor”. Hace más de 30 años, en una situación de dolor por los copiosos abandonos y la falta de vocaciones, Pablo VI estableció que se celebrara cada año una Jornada de Oración por las vocaciones religiosas y sacerdotales. En primer lugar para rezar por las personas consagradas, a fin de que vivan siempre la alegría de su vocación, se mantengan vigilantes en la búsqueda de la santidad y pongan el mayor empeño en afianzar su vocación y su elección. Pero también para que, en las comunidades y en las familias cristianas, se valore la vida religiosa, su actualidad y su importancia para vivir y proclamar el Evangelio; y, finalmente, para que los jóvenes presten la atención debida a los indicios de la llamada divina que descubran en su historia personal de fe y para que no tengan miedo en responder con la entrega de su vida. A nadie se le oculta la importancia de esta Jornada, que nos invita a orar por las vocaciones en la familia, en las parroquias y en todas las comunidades. Me consta que son numerosos los lugares en los que se practica esta oración y que el trabajo constante de la Delegación de Vocaciones va calando por doquier. A la luz del Evangelio y del misterio de la Iglesia, lo que se pretende es ayudar a cada creyente a descubrir la llamada de Dios y a responder con generosidad, como la Santísima Virgen, con un Sí generoso: “Hágase en mí según tu Palabra”. Sin minusvalorar la grandeza y la belleza de cada una de las vocaciones laicales, hay que poner de relieve la importancia y la necesidad de unas vidas que lo dejan todo por el Reino de Dios y pedir que los jóvenes cristianos salgan alegres al encuentro del Salvador, como dice el Papa en su mensaje. 3.- A Ti, Señor, nos dirigimos con confianza: “Jesús, Único Salvador del hombre, te rogamos por nuestros hermanos y hermanas, que han respondido “Sí” a tu llamada al sacerdocio, a la vida consagrada y a la misión. Haz que su existencia se renueve de día en día y se conviertan en Evangelio Vivo. Señor misericordioso y santo, sigue enviando nuevos obreros a la misión del Reino. Ayuda a aquellos que llamas a seguirte en nuestro tiempo. Haz que, contemplando tu rostro, respondan con alegría a la estupenda misión que les confías para el bien de tu pueblo y de todos los hombres. Tú, que eres Dios y vives y reinas, con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos”. + Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga Diócesis Málaga @DiocesisMalaga Más artículos de: Homilías Mons. Dorado “El Domingo del Buen Pastor”Domingo IV de Cuaresma. Ciclo C Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir