DiócesisHomilías Mons. Dorado

Santísimo Cristo de Urda

Publicado: 28/09/2003: 1006

1.- Celebramos hoy y mañana la fiesta del Santísimo Cristo para la que os habéis preparado con una novena de oración y reflexión, y en la que participamos los hijos de este pueblo y un buen  número de personas venidas de La Mancha y de otras provincias de España.

Se trata de un acontecimiento religioso singular, que no puede quedar reducido a la repetición, siempre bella y emotiva, de una costumbre que forma ya parte, desde hace varios siglos, de la vida y de la historia de nuestro pueblo.

Como acontecimiento religioso tiene su origen en la fe cristiana de nuestros antepasados. Nosotros la hemos recibido como herencia riquísima y una gracia que debemos acoger con una fe personal y transmitirla a las próximas generaciones sin adulteraciones ni impurezas.

La fiesta del Santísimo Cristo de Urda es como el paso del Señor por nuestras calles y nuestras vidas, que nos invita a fortalecer nuestra fe y nuestro compromiso apostólico, en un clima de conversión, de oración y de solidaridad con los más pobres.

Si esta celebración no nos hace mejores, más cristianos y más evangélicos; si no nos acerca más a nuestro Padre Dios y a nuestros hermanos los hombres, me temo que se quede en una celebración vacía y sin sentido.

El Santísimo Cristo es siempre portador de un mensaje, de una Palabra de Vida. Él mismo es el mensaje y la Palabra. Y es bueno que cada uno le preguntemos en el silencio del corazón:

¿Qué quieres de nosotros, aquí y ahora, Santísimo Cristo de Urda? ¿Qué quieres decirnos a cada uno de tus hijos y a la Iglesia?

Durante estos días de Fiesta nuestra mirada se queda, más que nunca, fija en el rostro de Cristo. Son días para dejar espacios de silencio y de oración, con los ojos fijos en Jesús nazareno, que soporta la Cruz y ofrece la vida al Padre para la salvación de todos. Son días para escuchar y acoger al Cristo que pasa por nuestras vidas para enseñarnos a descubrir el misterio de su persona y de su mensaje.


2.- El Papa Juan Pablo II, en la tarde del 16 de octubre de 1978, recién elegido como sucesor de San Pedro en la sede de Roma, se dirigió al mundo con las mismas palabras de Cristo Resucitado: “No tengáis miedo”, y añadió: “Abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo”. Y en una de sus últimas Cartas Apostólicas, al comenzar el nuevo milenio nos invita a “caminar desde Cristo”, a “caminar con esperanza”: “el Cristo contemplado y amado ahora nos invita una vez más a ponernos en camino”. “Estamos ahora abriendo los caminos del siglo XXI; un nuevo milenio que se abre ante la Iglesia como un océano inmenso en el cual hay que aventurarse contando con la ayuda de Cristo”.

Queremos que Cristo entre con nosotros en este nuevo siglo. Mejor será decir que nosotros queremos entrar en el nuevo siglo pisando fuerte con Cristo. Él es el Camino. ¿Cómo podríamos hacer camino sin Él?

Abrir caminos a Cristo. Ésta es la tarea de los cristianos, que se puede entender de muchas maneras:

• Abrimos caminos a Cristo cuando lo anunciamos en lugares nuevos, en nuevos ambientes, en este mundo nuestro o en lugares distintos y remotos.

• Pero abrimos también caminos a Cristo cuando nos abrimos nosotros mismos a su Palabra, cuando creamos tiempos de silencio para orar, para sentir su presencia interior, para sentir que nos falta, para darnos cuenta de que vivimos aturdidos, a la que salta, sin tener un norte ni una esperanza bien fundada en nuestra vida.

¡Cuántos caminos hay que abrir! ¡Cuántos corazones y cuántas personas tienen que abrir un camino a Cristo, que es Camino, Verdad y Vida!

• Abrimos caminos desde la comunidad. Pero antes hay que abrirle caminos en nuestra propia comunidad. Abrir caminos en la familia. En cuántas familias cristianas no está Dios ni está Cristo. Mejor dicho, ellos sí que están y llaman y quieren hacerse presentes; pero no les abrimos, ni les escuchamos, ni les hacemos caso. Y nos quedamos sin los dones ni la riqueza de su presencia.

• Abrir caminos a Cristo es orar en familia, vivir en gracia de Dios, acudir juntos a la Eucaristía dominical, leer de vez en cuando alguna página del Evangelio, seguir con interés las crisis de la Iglesia, crear entre todos un ambiente cristiano en casa.

• Abrir caminos a Cristo es colaborar en la parroquia y en la diócesis, vivir intensamente los mensajes de la liturgia, dedicar tiempo y esfuerzo a la vida espiritual, al apostolado, al servicio de los hermanos.

• Abrir caminos a Cristo es ordenar la vida entera de acuerdo con el reconocimiento de la soberanía de Dios, de acuerdo con sus mandamientos, según las enseñanzas del Evangelio y de la Iglesia. La moral personal y la vida pública, las actividades de la economía y de la política, los grandes y pequeños ordenamientos de la vida social… todo tiene que estar iluminado, purificado, humanizado y santificado por el Espíritu de Dios y la vida teologal de los cristianos. Todo iría mejor si fuéramos nosotros más verdaderos, más justos, más valientes en la rectitud, en la verdad y en la justicia.

• Estamos estrenando siglo y milenio. Nuestra primera preocupación como cristianos tiene que ser encarrilar la vida de este nuevo siglo por los caminos de la fe en Dios y del Evangelio de Jesucristo. Dios no se queda atrás. Él va siempre por delante; Dios es el futuro absoluto. El desarrollo sin Dios termina en catástrofe. El mensaje de Cristo se centra en la invitación a vivir con fe, amor y esperanza en la presencia de Dios, fuente de vida y Padre de salvación. Éste tiene que ser el norte de nuestro siglo y del nuevo milenio.

• Abrir caminos a Cristo significa también entregar la vida al servicio del Evangelio, aquí, en la propia Iglesia o en la gran Iglesia del mundo.

• Hoy es un día para pedirle al Santísimo Cristo, con toda la fuerza de nuestra alma, que nuestro pueblo y nuestro país sigan siendo cristianos. Que sean cristianos las familias jóvenes, los nuevos hijos, las relaciones de unos con otros, las grandes esperanzas y aspiraciones de la vida, que sean cristianos los modelos de vida y los objetivos de nuestro desarrollo, sin injusticias ni idolatrías, sin discriminaciones, sin conflictos ni violencias. Que vivamos siempre a la sombra de la Cruz de Cristo y a la luz de la Resurrección.

Abrid caminos al Cristo. Abramos con  Cristo los nuevos caminos del siglo XXI.

Santísimo Cristo de Urda:

Concédenos Espíritu de sabiduría y de Revelación para conocerte personalmente.

Ilumina los ojos de nuestro corazón para que conozcamos cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados, cuál la riqueza de la gloria otorgada por Ti en herencia a los santos y cuál la soberana grandeza de tu poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de la fuerza poderosa que el Padre de la Gloria desplegó en Ti resucitándote de entre los muertos.

Amén.


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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