DiócesisHomilías Mons. Dorado Ordenación de cuatro diáconos Publicado: 17/12/2005: 1602 S.I. Catedral 1. Saludo. Con himnos de acción de gracias y con la vivencia de este primer día de la segunda parte del Adviento, la acción del Espíritu se hará presente a través de la Iglesia para que sean ordenados de diáconos tres miembros de la comunidad diocesana, que se han preparado en el seminario con oración, estudio y experiencia pastoral y un religioso agustino recoleto, que descubre en su Iglesia diocesana de Venezuela la llamada del Señor para ser religioso en la Orden Agustiniana y que ha debido vivir años de preparación para confirmar su vocación a la familia religiosa. Después de los votos perpetuos la Iglesia lo llama para el servicio con la vocación de diácono y, si Dios quiere, la de presbítero. Felicidades a las familias, a vuestros lugares de origen: Marcos Antonio de Cuevas de San Marcos, Francisco Javier de Fuentepiedra, Luis Alberto de México y Fr. José Ramón de Venezuela. Queridos diáconos, queridos sacerdotes y querida comunidad cristiana reunida en la Catedral, en este ambiente de esperanza propio del Adviento: hoy es día para dar gracias a Dios por haber instituido el Sacramento del Orden. Antes que una llamada a un servicio, a un ministerio, vosotros, ordenandos, vais a recibir el don del Espíritu que os configura con Cristo- Sacerdote, en el grado de Diácono. En muchas ocasiones habéis oído hablar de la consagración de los religiosos, que se manifiesta por los votos. Hace unos días celebrábamos la dedicación o consagración del templo de la Parroquia de la Amargura. Esta mañana, vosotros sois consagrados por la fuerza del Espíritu Santo. La obra de Dios en vuestras vidas que se inició en el Sacramento del Bautismo y que por la Confirmación y la Eucaristía fue plenificada, hoy os señala para siempre como diáconos de la Iglesia. al servicio de la Iglesia y a favor de todos nuestros hermanos, hasta de los no creyentes. Más que contemplar en este momento el quehacer que os espera, abrid los ojos de vuestro interior y maravillaos por la acción del Espíritu, por la transformación de vuestras vidas y cómo quedáis configurados de forma especial a Jesucristo, a quien debéis imitar, en todo lo que constituya vuestra vida. Nada de lo que viváis es indiferente o ajeno a vuestro ser de ‟diácono‶ Es vuestra existencia la que será señalada por Cristo de tal forma que sólo hay una forma de vivir como diácono: la santidad a ejemplo del Señor Jesús ‟que no vino a ser servido sino a servir‶. La ordenación de diácono en vuestro caso concreto está llamada a ser seguida por la ordenación de presbítero. Pero ello no quiere decir que no tenga importancia. Para siempre seréis ‟diácono‶. Por bautizados, por ordenados, esta mañana os reitera el Señor la llamada a que seáis santos. Con el especial camino de santidad del ordenando que es distinto del monje y del laico. No os dejéis secularizar por el ambiente creyendo que así hacéis más bien a las personas. Sois aquello a lo que os ha llamado el Señor y que esta mañana ha sido convocatoria ante toda la comunidad cristiana aquí reunida. 2. Considerad tres aspectos importantes de vuestra vida a partir de ahora. El servicio señala la identidad del diaconado. Es la segunda convicción que se une a la de la consagración que conlleva especial llamada a la santidad. Ni hoy como diácono, ni mañana como presbítero, sois dueños que podéis imponer vuestra manera de pensar, de decidir. Sois servidores de lo que se os entrega y para lo que se os llama. Como dice una de las consideraciones de la liturgia, ‟en vuestra condición de diáconos, es decir, de ministros de Jesucristo, que se mostró servidor entre los apóstoles, siguiendo gustosamente su voluntad, servid con amor y alegría tanto a Dios como a los hombres‶ El primer servicio a la comunidad, es el testimonio de vuestra vida. Debéis ser hombres llenos del Espíritu Santo. Esto lleva consigo una forma de vida que, como decía el Beato Carlos de Foucauld, ‟grite el Evangelio‶. Como os voy a decir al entregaros el Evangeliario, ‟convierte en fe viva lo que lees, y lo que has hecho vida, enséñalo y cumple aquello que has enseñado‶. No se es diácono durante las horas del trabajo pastoral, sino siempre. Todo lo que viváis tiene resonancia evangelizadora. Por eso vuestra existencia debe quedar señalada por la radicalidad evangélica que supone una vida en pobreza, en humildad, en obediencia, en generosidad. En la oración consacratoria, pedimos a Dios que ‟resplandezca en vuestra vida todas las virtudes… y un vivir siempre según el Espíritu.‶ El segundo servicio a la comunidad es la fidelidad en vuestra predicación del Evangelio. A la esperanza de sembrar el Evangelio. Se habla en la ordenación de la fidelidad al celibato, a la Liturgia de las Horas. Pero vais a ser constituidos servidores de la Palabra. Sed fieles a ella, y servidla todo ella, por encima de los propios gustos, a los fieles. Porque es la Palabra de Dios la que salva, la que es promesa que suscita esperanza, la que descubre los horizontes bellos y libres que Cristo vino a instaurar. El tercer servicio a la comunidad que se os encomienda es el servicio de la caridad, el servicio de los más pobres. Es toda la Iglesia la que lo debe vivir, pero vosotros sois llamados a ser el signo permanente de esta entrega para que no sea olvidado por los demás y para que tenga verdadera preferencia en la vida eclesial. También lo expresa la oración de consagración: ‟los apóstoles, movidos por el Espíritu Santo, eligieron como auxiliares suyos, a siete varones, tenidos por fieles testigos del Señor, a quienes, mediante la oración y la imposición de manos, dedicaron el servicio de los pobres…‶ He ahí una especial señal y tarea que se os encomienda. En este sentido sois a manera de profetas que ayudáis a la comunidad cristiana que vive en las parroquias, en los movimientos, en las asociaciones, en las propias Ordenes Religiosas, a que no se olvide la prioridad de la caridad a favor de los pobres, que son presencia de Cristo entre nosotros. 3. Toda esta grandeza del sacramento que recibís es esencialmente una realidad eclesial. No hay sacramento que no sea acción de la Iglesia. Sois diáconos que es ministerio de la Iglesia. El sentido de pertenencia a la misma, el afecto eclesial, el convencimiento de que el diacono no es una situación que adquirís en la Iglesia para vuestro provecho y para ser vivido según decisiones propias, sino que está insertado en esa realidad que, además de ser servicio, es misterio y comunión.. La Iglesia es el Sacramento de Cristo Resucitado y cada sacramento, y el diaconado lo es, no puede ser vivido sino desde el interior de esa realidad sacramental que es la Iglesia. De esa realidad que es COMUNIÓN, lo cual lleva consigo que no se considere nada en la Iglesia a manera de competitividad, de excelencia sobre los demás, sino en comunión entrañable que edifica la unidad de la Iglesia, tal como lo quería el Señor, ‟que sean uno como Tú Padre en Mí y Yo en Ti‶. 4. Queridos ordenandos, vivid estas consideraciones en el marco litúrgico de una Iglesia que espera al Señor. Que en este día 17 dirige su mirada al acontecimiento del Nacimiento en Belén y que esta contemplación anima su esperanza para continuar en el deseo de la fidelidad día a día. Hoy el Evangelio nos ha hecho presente la genealogía de Jesús. Este Jesús que muerto y resucitado está presente entre nosotros, que vive invisible pero salvador en la comunidad a la que servimos con nuestras respectivas vocaciones. Nuestra vida también cubre un tiempo que está unido al ayer y que mira hacia el mañana. Somos eslabones que debemos hacer presente y servir una historia de salvación que tiene su momento central en la encarnación-nacimiento-vida-muerte y resurrección del Salvador Jesús, cuyo ejemplo de anonadamiento, manifestado en Belén, debe ser la pauta de nuestra vida. Rezo con vosotros y por vosotros. Reza toda la comunidad aquí reunida que está contenta y llena de esperanza. Porque el Señor, cuyo Nacimiento vamos a celebrar litúrgicamente próximamente, hace posible que vuestras vidas, queridos jóvenes, quede señaladas para siempre por Él y por su Espíritu, como diáconos, que nos ayudan a vivir que la Iglesia es siempre y sólo servidora de lo que el Señor le ha entregado a favor de los hombres y mujeres nuestros hermanos. + Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga Diócesis Málaga @DiocesisMalaga Más artículos de: Homilías Mons. Dorado Ordenación de Diácono del Religioso Trinitario P. 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