DiócesisHomilías Mons. Dorado Homilía en el Monte de las Bienaventuranzas. Peregrinación a Tierra Santa Publicado: 08/11/2005: 2028 Monte de las Bienaventuranzas Queridos hermanos, hemos acogido la proclamación de las Bienaventuranzas. Las hemos recibido con un corazón limpio, sencillo, como en tantas otras ocasiones en nuestras respectivas comunidades cristianas. Pero este día, con un peculiar don que nunca se nos olvidará. Situados en el mismo escenario en el que Jesucristo pronunció por primera vez su deseo de bienaventuranza para sus seguidores. El evangelista nos sitúa a Jesús en este monte, lugar de las tradicional manifestación de Dios en el Antiguo Testamento. Y nos ha dicho San Mateo que Jesús estaba sentado, para significar que su deseo era enseñar y que nosotros aprenderíamos su doctrina. Queremos ser enseñados por el Maestro que no sólo quiere que aprendamos sino que vivamos de su doctrina. ¿Que nos dice el Señor? Las cuatro primera bienaventuranzas están relacionadas entre sí. Son una declaración de la felicidad que poseen aquellos que abren su corazón a la acción salvadora de Dios. Se dirige al grupo de los que son pobres de espíritu, es decir, a los pobres del Señor, que han puesto su confianza sólo en Él y esperan que Dios manifieste su Reino y colme su esperanza. Son los que ahora están tristes, son los humildes, son los que desean, por encima de todo, hacer la voluntad de Dios. El segundo grupo de bienaventuranzas están orientadas hacia el comportamiento humano. Jesús invita a tener actitudes de misericordia, a tener un corazón limpio, a trabajar para construir la paz, a permanecer firmes en la persecución, sostenidos por la certeza de que el fruto de dicha persecución será el deseado Reino de Dios. Queridos hermanos, he ahí la fuente de todo proyecto pastoral, tanto diocesano como parroquial y de las distintas asociaciones y movimientos cristianos. Vivir el espíritu de las Bienaventuranzas que nos señala el camino de la verdadera felicidad porque nos hace presente la promesa de Nuestro Señor. ‟... de ellos es el Reino de los cielo... ellos serán saciados... poseerán la tierra.‶ Formas distintas de anunciarnos lo que Dios concede a aquellos que han caminado con un corazón pobre, humilde, misericordioso... Pienso en estos momentos en nuestra querida Diócesis, en sus realidades pastorales, en la situación de la sociedad con sus logros y sus problemas. Y pienso, sobre todo, en tantos cristianos que tienen que ser testigos del Señor Resucitado que sólo es posible transmitiendo el mensaje de las Bienaventuranzas. En medio de tanta violencia, felices los que por haber conocido y amado a Jesucristo, cada día tenemos una actitud más profunda de misericordia, de paz, de mansedumbre y, muy especialmente, de hambre y sed de justicia lo cual significa de santidad. Hace unos días hemos celebrado la solemnidad de todos los Santos. Y recordamos la llamada a la santidad, cualquiera sea nuestra edad o nuestra particular vocación dentro de la comunidad cristiana. Todos llamados a la santidad, todos llamados a recibir la Palabra de Jesús que nos repite: ‟Bienaventurados los pobres, los no violentos, los que cada día construyen la paz en su interior y alrededor de ellos.‶ Es el camino y la manifestación de la santidad. Dejemos que resuenen en nuestro interior la proclamación de las Bienaventuranzas y que la acojamos con el entusiasmo y la pasión de aquellos primeros discípulos. ✠Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga Diócesis Málaga @DiocesisMalaga Más artículos de: Homilías Mons. Dorado Natividad del SeñorMisa de medianoche Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir