DiócesisHomilías Mons. Dorado

Pontifical Inmaculada Concepción

Publicado: 08/12/2005: 1047

S.I. Catedral

1. En comunión de fe , que hoy venera especialmente a la Virgen, rezamos:

"Cantad al Señor un cántico nuevo
porque ha hecho maravillas".

Reiteramos la oración del salmista que hemos rezado después de la proclamación de
la Primera Lectura.

La gran maravilla, María Santísima. El corazón de los miles de cristianos que celebran
la Eucaristía en este día, repartidos por el mundo, se siente atraído por la Madre de Jesús y
Madre nuestra al conmemorar la clausura del 150 aniversario de la declaración dogmática de
la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María.

A Ella, la primera cristiana, admiramos y veneramos. El Concilio Vaticano II, del que
también celebramos en este día el 40 aniversario de su clausura, dijo en relación a la Virgen
María:

"No hay que admirarse de que entre los Santos Padres fuera común llamar a
la Madre de Dios toda santa, libre de toda mancha de pecado, como si fuera
una criatura nueva, creada y formada pro el Espíritu Santo"(LG, 56).

No podemos menos que repetir las palabras del ángel a María, que se han proclamado:
"Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres".

Ella es el mejor ejemplo para nuestra vida de bautizados. El Concilio, que tanto bien ha
hecho a la Iglesia y que suscita inmensa gratitud en la comunidad cristiana, afirmó:

"En el misterio de la Iglesia, que también es llamada con razón madre y virgen,
la Santísima Virgen María fue por delante mostrando en forma eminente y
singular el modelo de virgen y madre. En efecto, por su fe y su obediencia
engendró en la tierra al Hijo mismo del Padre" (LG, 63).

Hermanos reunidos en la Santa Iglesia Catedral como Asamblea Eucarística y que
significáis a toda la Diócesis, contemplad a María y, como miembros de la Iglesia, renovad el
deseo de ser, como Ella, mejores discípulos del Señor.

Y, con Ella, repitamos en nuestro interior, al recordar el misterio de su Inmaculada
Concepción, sus propias palabras:

"Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra".


2. La veneración que debemos a María y que en nuestra tierra se vive durante todo el año, con
muy diversas advocaciones que dan título a Parroquias, Hermandades, Cofradías,
Asociaciones y Movimientos Apostólicos, esta mañana debe animar en nosotros un doble
propósito.

En primer lugar, pedir a Nuestro Señor la gracia de que seamos cada día más
semejantes a María, modelo de la Iglesia, progresando continuamente, como enseña el
Concilio, "... en la fe, la esperanza y el amor, y buscando y obedeciendo la voluntad de Dios
en todo" (LG, 65).

En estos momentos de fuerte secularismo, de indiferencia religiosa de muchos, lo que
se nos pide a todos los creyentes es fortalecer la fe, la esperanza y l caridad. Laicos, religiosos,
sacerdotes y diáconos, confluimos en esta especial llamada del Señor en la Solemnidad de la
Inmaculada Concepción de la Virgen María. Y, como también enseña el Concilio, a ejemplo de
María, reflejar en nuestra vida "las exigencias más radicales de la fe". No quedarnos, como
escribió Juan Pablo II, en una ética minimalista, sino decidirnos por un camino de santidad, a
ejemplo de quien aclamamos como "Santísima".

Crecer en las virtudes teologales significa que nuestra vida busca y obedece la voluntad
de Dios en todo lo que se refiere a nuestra vida personal, familiar, profesional y apostólica.

El creyente es la persona que olvida sus propios intereses, conveniencias y
preferencias y quiere, como María, que la Palabra de Dios se cumpla en su existencia.
Debemos vivir en la permanente búsqueda de lo que Dios quiere y en la disposición generosa
a su voluntad manifestada en su Palabra. No es suficiente conocerla, debemos vivirla. Es lo
que hoy necesita claramente potenciar la comunidad cristiana. Y es lo que María nos enseña
con su testimonio de vida, más que con su palabra. Al contemplar a María comprendemos
mejor el reiterado grito de Juan Pablo II: "Hacen falta más testigos que maestros".


3. Como os recordaba anteriormente, hoy se celebra el cuarenta aniversario de la clausura del
Vaticano II. Su enseñanza es un servicio a la Palabra de Dios para que la comunidad cristiana
sea más fiel y sepa ser respuesta al mundo de hoy.

Es día de renovar nuestra identidad eclesial. Los bautizados somos "el cuerpo de
Cristo", por tanto llamados a manifestar con nuestra vida al Señor y a vivir en comunión entre
todos los miembros en la unidad de la fe.

El amor y el sentido de pertenencia a la Iglesia debe surgir de nuestra mirada a la
Virgen María, Madre de la Iglesia.

No podemos vivir la obediencia a la fe de forma individualista. Urge potenciar el sentido
de Iglesia y sentirnos miembros de ella por el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía.

En la Iglesia crecemos en la fe, descubrimos la voluntad de Dios y somos urgidos a la
acción apostólica.

Con motivo de la celebración de la clausura del Concilio, nuestra oración debe ser
agradecida a la Iglesia que, a través de una parroquia, de un colegio, de la propia familia, es
el "sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios..." (LG, 1), por el cual
iniciamos la peregrinación de la fe.

Después hemos crecido y hemos descubierto posibilidades de vivencia cristiana. Pero
cualquiera sea ésta, sólo son válidas en la medida que hacen presente a la Iglesia. En nuestro
caso concreto a esta porción de Iglesia que es la diócesis de Málaga.

Con motivo de esta efeméride, debemos renovar el deseo de conocer la enseñanza
conciliar. Es la mejor síntesis autorizada que responde a preguntas claves. Qué es la Iglesia
y cuál es la misión de la Iglesia. Respuesta que corresponde a dos profundas constituciones:
LUMEN GENTIUM Y GAUDIUM ET SPES.

Con vosotros doy gracias a Dios por el don del Concilio y con vosotros renuevo el
propósito de que la enseñanza conciliar sea la que ilumine la vida de la Iglesia diocesana en
estas circunstancias.


4. Esta mañana hacemos nuestras las palabras de Judit que repetimos en honor de la Virgen
maría:

"Tú eres la gloria de Jerusalén; tú, la alegría de Israel; tú, el orgullo de nuestra
raza. Has hecho todo esto con tu mano, has procurado un gran bien a Israel y
Dios se ha complacido en ello".

Es la alegría de los cristianos malagueños que miran a María y se sienten protegidos
por ella, que la contemplan como el mejor ejemplo de discípula. Sí, María, Madre de Jesús y
discípula suya.

Es el día del propósito renovado de una vida cristiana, de fuerte fe, de contagiosa
esperanza y generosa caridad. Aunque el ambiente sea hostil, aquí nos tienes María
Santísima, dispuestos a recorrer el camino de tu Hijo.

Es el momento de confesar nuestro amor a la Virgen. Nada ni nadie nos lo quitará, ni
disminuirá. Y diremos todos juntos, en nuestras casas y en nuestras Iglesia: María, Madre de
Dios y Madre de la Iglesia, ruega por nosotros.

Virgen Inmaculada, intercede por nosotros.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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