DiócesisHomilías Mons. Dorado

Domingo II después de Navidad

Publicado: 02/01/2005: 1319

S.I. Catedral

1. En los textos bíblicos de este domingo, saboreamos la presencia del Niño de Belén
con el corazón iluminado por la fe:

El es la SABIDURÍA de Dios, que ha querido morar en nuestro pueblo.

El es la fuente de toda BENDICIÓN, santidad y amor (2ª lectura).

El es la PALABRA DE DIOS, el Hijo de Dios que se hizo carne y habitó entre nosotros.
Este es el contenido propio de la Fiesta y la causa y el motivo de nuestra alegría.

Hemos leído una vez más el Prólogo del Evangelio de San Juan, que es una de las
páginas más difíciles, profundas y hermosas de toda la Biblia.

Es como la síntesis de todo el cuarto Evangelio.


2. La pregunta central que plantea el Evangelio de San Juan es ésta: ¿quién es Jesús,
el niño nacido en Belén?

Juan responde a esta pregunta en la conclusión de su libro, que, según él, lo ha escrito
‟para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis la vida
eterna‶. (20, 31).

Jesús -dice San Juan- es el Mesías, el Hijo de Dios. El Mesías es el Salvador
largamente esperado por el pueblo judío, en quien se cumplen todas las promesas de Dios.
Pero el Evangelio de Juan aporta a la cuestión una intuición única al declarar que Jesús es el
Mesías sólo porque es el Hijo Unigénito de Dios, que es también Dios e igual a Dios.

Este Hijo de Dios se hizo hombre con el fin de revelar a Dios, dar vida en plenitud y
reunir a los hijos de Dios dispersos, mediante la muerte en la cruz.

El hombre obtiene esta vida eterna conociendo a Jesús y permaneciendo en El (17, 3),
esto es, teniendo una duradera relación personal con El (15, 1-17). Este convencimiento se
adquiere creyendo en Jesús y acogiéndolo en la propia vida. Mediante este acto de fe, Jesús
capacita al creyente para convertirse en hijo de Dios (1, 12-13).

Aceptar a Jesús significa además compartir concretamente su vida de amor por la
gente, llegando incluso hasta la muerte. Este amor está enraizado en y sostenido por el amor
libre y gratuito de Dios al mundo. El amor de Dios es la causa de que Jesús se haga hombre
para dar vida eterna a quien crea en El.

3. Ante la contemplación del Misterio de la Encarnación y el Nacimiento del Hijo de
Dios, la liturgia de hoy nos invita a hacer nuestro el canto de alabanza y acción de gracias del
Apóstol Pablo:

‟Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo que nos ha bendecido
con toda clases de bienes espirituales y celestiales en Cristo; por cuanto nos ha
elegido en El antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados
en su presencia, en al amor; eligiéndonos de antemano para ser hijos adoptivos
por medio de Jesucristo‶ (Ef 1, 3-5)

Porque, como nos recuerda el Papa, en la Bula de convocación del Gran Jubileo de
este Año de Gracia:

‟El nacimiento e Jesús en Belén no es un hecho que se pueda relegar al
pasado... Ante El se sitúa la historia humana entera: nuestro hoy y el futuro del
mundo son iluminados por su presencia... El es el que vive. Ante El debe
doblarse toda rodilla y toda lengua debe proclamar que El es el Señor... Al
encontrar a Cristo, todo hombre descubre el misterio de su propia vida.‶

Por eso, hoy le pedimos al Dios de nuestro Señor Jesucristo que ‟nos dé espíritu de
sabiduría y revelación para conocerlo...y que ilumine los ojos de nuestro corazón, para que
comprendamos cuál es la esperanza a la que se nos llama y la riqueza de gloria que Dios nos
da en herencia‶

Y le pedimos, con la oración de esta Misa, que la tierra se llene de su gloria y que la
reconozcan todos los pueblos por el resplandor de su luz.

Al mismo tiempo, el recuerdo de la Palabra, que se hizo carne en la persona de Jesús,
nos invita a los creyentes a ser una encarnación de la Palabra de Dios en el mundo, para que
Dios continúe siendo revelado y conocido a través del testimonio de nuestra vida.


✝ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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