DiócesisHomilías Mons. Dorado Homilía en el funeral de Dª María del Carmen Luque, esposa de D. Rafael Recio, Presidente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa Publicado: 01/06/2006: 2050 Basílica de la Esperanza 1ª Lect. Ts 4, 13-14.17 (n.275), Sal 46 (n 233), Ev: Jn. 14, 1-6 (N. 267) La vida no termina, se transforma 1.- ‟Ensancha mi corazón oprimido‶, Señor. Estas palabras tomadas del salmo que se ha leído seguramente son un fiel reflejo de los sentimientos que embargan a Rafael, a sus hijas y a toda su familia; y pienso que también a todos nosotros, sus amigos. Porque ha muerto una esposa y una madre en la flor de la vida; una gran creyente, una buena cofrade y una persona muy querida. Pero junto a este sentimiento tan natural y tan humano, la fe nos recuerda que estamos celebrando la Pascua, la Victoria de Jesucristo sobre la muerte. Y la última imagen de nuestra Semana Santa ha sido la del Señor resucitado, recorriendo las calles de Málaga. Por eso nos dice el prefacio de la misa que la vida no termina, se transforma, y cuando nuestro cuerpo cae fulminado, adquirimos una vida que no acaba junto a Dios, en espera de la resurrección futura en le Reino de la vida. La muerte de un ser querido es un momento en el que la fe, esa que nos sostiene cada día, se ve sometida a prueba. Sin embargo, es también la ocasión en la que muchos descubrimos la presencia viva del Señor resucitado, que nos acoge en su cruz y que nos devuelve su esperanza. Por eso le repetimos con el salmista, que se acuerde nosotros con misericordia y que nos saque de nuestras tribulaciones. 2.- ‟No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos, para que no os aflijáis como los hombres que no tienen esperanza‶, decía ya San Pablo a los cristianos de Tesalónica. Sabemos que todos tenemos que morir, pero la ascensión de Jesucristo nos enseña que la vida del hombre consiste en ascender. En ascender hacia Dios y hacia lo mejor de cada uno. Vemos que el cuerpo se deteriora con los años, pero nuestro espíritu está llamado a seguir ascendiendo cada día; a adentrarse en el misterio de Dios y a crecer en amor solidario, en bondad sencilla, en compasión hacia todo el que sufre, en pasión por la justicia, en grandeza de alma. San Juan lo dice de una forma muy hermosa en su primera carta, cuando afirma que nosotros hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos; pues el que no ama se hunde en la muerte, pero el que ama está caminando hacia Dios, que es Amor (1Jn 3, 14ss). Hemos nacido para aprender a amar, y en la medida en que amamos descubrimos el sentido más profundo de la vida y el misterio insondable de Dios. Como lo descubrió Mari Carmen, que supo permanecer serena en medio de su enfermedad y que aprovechó sus últimos meses para dar a todos los mejor de sí misma: su entereza, su fe firme, su capacidad de entrega y su esperanza. Por eso, de la misma manera que Jesús ha muerto y ha resucitado, estamos convencidos de que Dios tiene en sus brazos a quien ha muerto en Jesús, en la fe de Jesucristo, a quien tanto amó. Es impresionante lo que nos ha dicho Jesús en el Evangelio, lo que nos asegura la Palabra de Dios, que es nuestra verdad y nuestra vida: 3,. ‟Me voy a prepararos un sitio‶. ‟Creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias‶. En la infinita misericordia de Dios hay un lugar pasa todos. En especial, para los suyos, para quienes hemos encontrado en Cristo el camino de la vida. Como lo encontró Mari Carmen. Él es el camino que recorrió ella a lo largo de sus breves pero intensos años. Pero lo esencial es que supo buscar en Jesucristo lo mejor de la vida humana; supo descubrir en sus obras y en su conducta la forma de situarse ante las cosas y de tratar a los demás; y supo hacer suyos sus sentimientos más nobles, esos que discurren por las sendas limpias de las Bienaventuranzas y por la cercanía a todos los que sufren. Jesús prometió a los suyos que vendría a recogerlos para llevarlos consigo hasta los brazos de Dios, porque quiere que estemos con él toda la eternidad. No tengáis duda de que Él ha venido a conducir a vuestra esposa, a vuestra madre, hasta los brazos de Dios, donde volveréis a encontrarla un día. Por eso los cristianos decimos a nuestros seres queridos sencillamente ‟a Dios‶. A Dios te encomiendo, pues en Dios te volveré a encontrar un día. Os ruego a sus familiares más cercanos y a quienes la quisisteis que no olvidéis nunca que, por la comunión de los santos, ahora tenéis a vuestra esposa, a vuestra madre, a la persona amiga y entrañable, intercediendo por vosotros ante Dios. Hemos perdido su presencia física, y es natural el llanto, pero hemos ganado junto a Dios una nueva intercesora. Es un símbolo muy expresivo que hayáis elegido para esta celebración la basílica de Nuestra Señora de la Esperanza. Entiendo que habéis querido poner en sus brazos de Madre a Mari Carmen; y que habéis acudido a quien permaneció de pie junto a la cruz de su Hijo, para que Ella, consuelo de los que sufren y auxilio de los cristianos, sea vuestra fuerza y vuestra luz en estas circunstancias. Finalmente yo deseo hacer mías las palabras que nos ha dicho san Pablo, querido Rafael: Vosotros no estéis tristes como las personas que no tienen esperanza. Porque vuestra esposa y vuestra Madre vive y os espera en el Reino de Dios. Hoy celebramos la fiesta de San Justino, un mártir cristiano del siglo II. El testimonio de su fe y de su esperanza en la resurrección nos reconfortan a nosotros en estas circunstancias. Os recuerdo sus últimas palabras que se conservan en las Actas de su martirio: «El prefecto romano Rústico preguntó: - ‟¿Luego tú eres cristiano?‶ Justino respondió: - ‟Sí, soy cristiano‶. El prefecto dijo a Justino: - ‟Escucha, tú que te das de saber y conocer las verdades doctrinales; si después de azotado mando que te corten la cabeza, ¿crees que subirás al cielo?‶ Justino respondió: - ‟Espero que entraré en la casa del Señor si soporto todo lo que tú dices; pues sé que a todos los que vivan rectamente les está reservada la recompensa divina hasta el fin de los siglos‶. El prefecto Rústico preguntó: - ‟Así pues, ¿te imaginas que cuando subas al cielo recibirás la justa recompensa?‶ Justino contestó: - ‟No me lo imagino, sino que lo sé y estoy cierto‶ ». + Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga Diócesis Málaga @DiocesisMalaga Más artículos de: Homilías Mons. Dorado Exequias por el Rvdo. D. Diego Ernesto Wilson PlataFuneral por D. Luis Vera Ordás Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir