DiócesisHomilías Mons. Dorado Misa en Memoria de Fray Leopoldo de Alpandeire Publicado: 09/06/2006: 1195 Cripta de Fray Leopoldo, Granada (En memoria de Fray Leopoldo de Alpandeire) (2Co 8, 9-15. Lecc V, pg 65, Salm 22, Lec V, pg 74*, Ev Mat. 11, 25-30, Lecc V, 151*) La mano humilde de Dios 1.- ‟Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla‶ (Mt 11, 25). Estas palabras de Jesús que nos ha transmitido el evangelista San Mateo parecen escritas a propósito para la persona que estamos recordando y por la que damos gracias, Fray Leopoldo de Alpandeire. Un hombre de Dios que ha dejado una profunda huella en toda Andalucía. Dentro de 15 días se va a cumplir el 142 aniversario de su nacimiento en la serranía de Ronda. Un campesino, hijo de un humilde labrador, como San Isidro, a quien Dios eligió para llevar a los pobres su fortaleza y su consuelo. La Iglesia no le ha beatificado todavía, pero el pueblo ha visto en él a un verdadero Santo, y es frecuente contemplar su fotografía en la cabecera de los enfermos, en la pared de numerosos hogares y en la cartera de muchos andaluces. Y es que en este hombre se cumplió lo que nos acaba de decir el evangelio que se ha proclamado: que Dios se le dio a conocer y le sedujo. Cuando las personas sabias de su tiempo rechazaban a Dios, Él descubrió en Jesucristo su único tesoro y dejó todo para seguirle. Sus largas jornadas de contemplación silenciosa en el trabajo del campo y su oración constante le llevaron a entender que Dios es Amor, como nos ha recordado Benedicto XVI en fechas recientes. Porque Dios se revela a todos, pero en especial a los sencillos y a los limpios de corazón. Seguramente ese es también el motivo de que hoy, cuando algunos que se presentan como modernos quieren retirar el crucifijo de los colegios y de todos los centros oficiales, el pueblo llano inunde las habitaciones de los hospitales y sus mismas casas con estampas de la Virgen y con fotos de Fray Leopoldo. Seguro que conocéis la historia de este humilde hijo de Andalucía. Joven aún, marchó con sus padres y sus hermanos a Ronda, porque el pequeño terreno que poseían en Alpandeire no daba lo suficiente para que viviera la familia. Y fue en Ronda donde Dios salió a su encuentro. Mientras se celebraba la santa misa para gracias a Dios por la beatificación del Beato Diego José de Cádiz, un padre capuchino, Fray Leopoldo, que se llamaba Francisco Tomás de San Juan Bautista, escuchó la voz divina y consagró su vida a Dios como un hermano lego capuchino. Tenía ya 35 años y era una persona muy piadosa. Por esas cosas extrañas de Dios que nosotros llamamos la divina providencia, había recibido la confirmación en Alpandeire de manos un santo: el Beato Marcelo Spínola, que fue Obispo de Málaga. Y ahora, treinta y cinco años después, recibió un nuevo impulso del Espíritu y cambió de vida y de nombre: se llamaría Fray Leopoldo de Alpandeire y dedicaría el resto de su vida a servir a los más pobres. Porque que Dios es Amor, y que la mejor de manera de servirle consiste en convertir la vida entera en una entrega amorosa. No supo hacer otra cosa cuando cultivaba la huerta de los frailes en el convento de Antequera, cuando realizaba de las tareas caseras en Sevilla y cuando pedía a los ricos para ayudar a los pobres en Granada. Porque Fray Leopoldo desempeñó el oficio más hermoso y más humilde que puede realizar un religioso: ser el limosnero de la casa. Yo no sé si un día le veremos en los altares, pero el pueblo, que suele tener buen olfato para las cosas de Dios, ha visto en Fray Leopoldo una figura digna imitación y de confianza, una camino por el que muchos logran llegar hasta a Dios y por el que el amor de Dios sigue consolando y alimentando a los pobres. En él aprendemos que la santidad no consiste en realizar hazañas extraordinarias, sino en vivir con amor la existencia cada día. Sabemos de su afición al rezo del Rosario, y la Virgen le fue llevando a Jesucristo al ritmo sosegado del Ave María, que recitaba sin cesar. Por otra parte, ejerció la misión humilde de pedir limosna, y tenemos constancia de que no siempre le recibían con la sonrisa en los labios. Sufrió humillaciones y desprecios, pero con la ayuda del Crucifijo que acariciaba entre sus manos, consiguió aceptar lleno de paz estas situaciones, sin que su corazón ardiente se llenara de amargura. Así enseñó que Dios es Amor y que todo el desea encontrar su rostro, tiene que buscarle entre de los que sufren; en medio de los marginados y de los pobres. 2.- ‟El Señor es mi pastor, nada me falta‶, hemos rezado con el salmista (Sal 22). Pero la dureza de la vida parece contradecir estas hermosas palabras. Con frecuencia, cuando vemos sufrir a una persona, nos preguntamos por qué permite Dios estas cosas. En realidad, Dios nos ha encomendado que seamos su corazón y sus manos para acudir en ayuda de los que sufren. Cuentan los evangelistas que Jesús, el signo más elocuente del amor que Dios nos tiene, no era partidario de realizar milagros. Mediante su modo de proceder desea recordarnos que el Padre ha dejado el mundo en nuestras manos y que cuenta con nosotros a la hora de ayudar a los demás. Nosotros, sus discípulos y sus seguidores, somos hoy sus manos y sus pies, como nos enseñó Fray Leopoldo. Esto lo tenían muy claro ya los cristianos de la primera generación. Ante una situación de hambre que afectaba a Palestina, sus hermanos de Asia Menor, impulsados por San Pablo, realizaron una colecta y acudieron en su ayuda, como se nos ha narrado en la primera lectura de la misa. Iniciasteis la colecta el año pasado, les dice San Pablo, y hay que llevarla adelante. Pero siempre, con buena voluntad y con alegría. Es el estilo de la Iglesia: ante la persona que sufre, sobran todas las explicaciones y teorías. Lo que importa es acudir en su ayuda, como está haciendo Cáritas en favor de las víctimas del terremoto de Java. Y es lo que hacía Fray Leopoldo, cuando pedía limosna a los ricos para aliviar las necesidades de los pobres en unos años de extrema penuria, que algunos de nosotros recordamos todavía. ‟Hoy por mí y mañana por ti‶, dice nuestro pueblo. San Pablo lo ha dicho con otras palabras: ‟en el momento actual, vuestra abundancia remedia la falta que ellos tienen; y un día, la abundancia de ellos remediará vuestra falta‶. En realidad, los pobres nos enriquecen, pues al acercarnos a ellos y compartir de buena gana cuanto nos sea posible, nos contagia su alegría de vivir y nos ayuda a crecer en amor, en bondad y en grandeza de alma, que son frutos eminentes del Espíritu Santo. Y al preguntarnos de dónde sacaba Fray Leopoldo esa fuerza extraordinaria que le llevaba a descubrir un hermano en las personas que le tendían la mano menesterosa y ese enorme corazón que le convirtió en una persona tan querida por todos, no podemos olvidar las hermosas palabras del Papa Benedicto XVI, cuando afirma que ‟la actuación práctica resulta insuficiente si en ella no se puede percibir el amor por el hombre, un amor que se alimenta en el encuentro con Cristo. (De modo que) la íntima participación personal en las necesidades y sufrimientos del otro se convierte así en un darme a mí mismo, (pues) para que el don no humille al otro, no solamente debo darle algo mío, sino a mí mismo‶ (DC 34). Es lo que hizo este sencillo fraile capuchino, pues el día 9 de febrero de 1953, con casi 90 años, mientras acudía a una casa a pedir para los pobres, sufrió una fractura de fémur que le tuvo paralizado los tres años que aún vivió. La Eucaristía, como nos va a recordar la festividad del Cuerpo y de la Sangre del Señor, es la expresión más elocuente del amor de Dios al hombre y la fuente inagotable de la caridad cristiana. Por eso la hemos elegido como el único marco adecuado para dar gracias a Dios por el testimonio que dio Fray Leopoldo de Alpandeire, ese humilde hijo de la Iglesia que pudo decir con Santa María, salvando la distancia, que Dios ha hecho maravillas en él y por medio de él. Vivir el amor de Dios y llevar un pequeño signo de ese amor a los más necesitados. +Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga Diócesis Málaga @DiocesisMalaga Más artículos de: Homilías Mons. Dorado Exequias del M. I. Sr. D. Alberto Planas GarcíaConvivencia fin de curso 2004/2005 Fundación Diocesana de Enseñanza Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir