DiócesisHomilías Mons. Dorado

Misa del Alba de la Cofradía del Cautivo

Publicado: 10/04/2006: 802

Lunes Santo, 10 de abril de 2006


El Cautivo que nos da la libertad


1.- ‟Mirad a mi Siervo a quien sostengo‶ (Is 42, 1), nos acaba de decir el profeta Isaías
en la primera lectura. Y a eso hemos venido nosotros tan de mañana: a rezar al Cautivo,
contemplando su imagen en la que se reflejan la pasión y el dolor sereno del Hijo de Dios.

Pues si el Cautivo ha calado tan hondo en el corazón de los malagueños es porque en
Él descubrimos el amor entrañable de Dios al hombre, llevado hasta las últimas consecuencias:
hasta experimentar la traición de un ser querido que se decía su amigo; hasta la tortura de la
flagelación y la coronación de espinas por parte de quienes sólo creen en la violencia y en la
fuerza bruta; hasta sufrir el desprecio y la burla de quienes quieren quitarle de enmedio porque
el Evangelio les estorba; y hasta la misma muerte en Cruz como un malhechor. En Él vemos
que Dios se ha hecho solidario de todos nuestros sufrimientos.

Dios se ha hecho, solidario, en Jesucristo, el Cautivo, de esos sufrimientos que hay
detrás de cada promesa y de cada súplica: de los que ya se han pasado y por eso venimos a
darle gracias; y de los que todavía os hacen sufrir y queréis poner ante sus plantas. En
nuestras plegarias de este Lunes Santo se condensan horas muy amargas y también muy
esperanzadas, nuestras y de nuestros seres queridos. Venimos ante la imagen porque la fe
nos asegura que Él está siempre a nuestro lado, desde esa debilidad de Dios que es su amor
a la persona que sufre.

Sabemos que la oración ferviente no nos garantiza que se vaya a producir un milagro,
pero sí que nos ofrece la paz y la fuerza necesarias para seguir luchando contra todo mal, y
para acompañar a las personas que sufren a nuestro lado. Mientras rezamos sí que
experimentamos que el Señor nos coge de la mano y nos acompaña en el dolor, como ha
dicho el profeta Isaías.

Por eso, todos podemos esperar de Él que nos abra los ojos de la fe, para mirar las
cosas de otra manera, sin perder la confianza en Dios ni la esperanza que nos impulsa a seguir
luchando. Hoy le vemos indefenso y proclamamos que es el Cautivo. Pero es un Cautivo que
puede liberarnos de cuanto nos paraliza y nos agobia: de nuestros miedos, de nuestra
desesperanza, de nuestros egoísmos, de nuestros resentimientos y de nuestro pecado.
Sabemos que el mayor dolor de una persona es la falta de amor y de capacidad de amar a los
demás, en la oscura soledad de un corazón sin esperanza. Por eso hemos repetido en el salmo
esas palabras tan consoladoras: ‟El Señor es mi luz y mi salvación‶.

Seguramente, muchos, quizá la mayoría, no habéis venido a pedir nada, sino a dar
gracias porque, en medio de la dureza de la vida, habéis descubierto el amor de Dios a través
de la imagen del Cautivo. Y venís a repetir, cada uno a vuestro modo, el gesto de esa mujer
de la que ha hablado el Evangelio.

2.- ‟María -dice el evangelista- tenía una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso,
le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera‶ (Jn 12, 3). Es un gesto de fe y de
amor a Jesucristo. Es el gesto bondadoso y delicado de una mujer, en medio de una situación
en la que todos las abandonan y le hacen sufrir.
Es una representación de todos cuantos creemos en él y le amamos, pero en especial
es una imagen conmovedora de vosotras, madres cristianas, que seguís conservando la fe en
Dios, a pesar de la dureza de la vida; que convertís vuestros hogares en mil pequeñas Iglesias
en la que habláis del Evangelio a vuestros hijos y les enseñáis a rezar; y que nunca pensáis
en vuestro sufrimiento ante la urgencia de aliviar una pena o echar una mano a los otros.

Esa mujer que nos presenta el Evangelio, ha entendido que el primer efecto de una fe
cristiana madura es la apertura del corazón y de los brazos a los hermanos que sufren. No
para predicarles resignación, sino para hacernos solidarios con ellos y buscar juntos la solución
que esté a nuestro alcance.

Por eso os invito a todos a dejar que la mirada acogedora del Cautivo os siga dando
fuerza y aliento para estar al lado de los que sufren y para decir a todos esas palabras tan
consoladoras del Salmo que hemos rezado: ‟Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo,
espera en el Señor‶ (Salmo 26, 14).

Decidselas a vuestros hijos, padres y madres cristianos, cuando fracasan en el Colegio
o están intentando salir de la droga; decidselas también cuando buscan trabajo y ven que se
les cierran las puertas. Decidselas a esa vecina que está intentando escapar de los malos
tratos. Y decidselas a los abuelos agotados por el paso de los años, para ayudarles a descubrir
que el horizonte de nuestra existencia no es la muerte aniquiladora, sino ‟gozar (más allá de
ella) de la dicha del Señor en el país de la vida‶ (Salmo 26, 13).

Dejad que María Santísima de la Trinidad, a quien espero poder coronar en los
próximos meses, os contagie su fortaleza para permanecer como Ella, en pie ante las cruces
de la vida, con la confianza puesta en Dios y con el corazón dispuesto a ser solidarios con
todos los crucificados y cautivos que tenéis a vuestra vera.

 

+ Antonio Dorado Soto,
Obispado de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
Más artículos de: Homilías Mons. Dorado
Compartir artículo