DiócesisHomilías Mons. Dorado Domingo de Resurrección Publicado: 16/04/2006: 816 S.I. Catedral. Domingo de Resurrección. Ciclo B Acabamos de revivir ayer noche, en la Vigilia Pascual, la experiencia creyente y gozosa de Cristo Resucitado. Queremos, en la solemne Eucaristía del Domingo más grande del año, contemplar el mensaje de la Resurrección del Señor. El núcleo de este mensaje puede condensarse en tres frases de los relatos evangélicos: - Jesús ha resucitado: el indicativo. - No tengáis miedo: el exhortativo. - Id a anunciarlo: el imperativo. 1.- El Señor ha resucitado. Cristo, muerto y bien muerto, vive. Dios, su Padre, le ha dado, por su Espíritu, una vida mucho más plena que la que poseía en su existencia mortal. Vive ahora en plenitud y para siempre. Desde su nueva condición de Resucitado nos comunica más plenamente su libertad, su amor, su dicha, su pasión por el Padre, su debilidad por los pobres y sufrientes. El abad Lefevre nos narra que en los tiempos duros de la persecución religiosa en Rusia, la Señora Arsenjeft escuchó cómo su compañera de celda le susurraba al oído: ‟hoy es Pascua‶. En el silencio de la madrugada resonó en los pasillos de la prisión una voz temblorosa, firme, conmovida: ‟El Señor ha resucitado‶. Decenas de presos se levantaron, se asomaron a las rejas de sus celdas y, con los ojos llenos de lágrimas, repetían, ante la mirada atónita de los carceleros, la misma gozosa convicción. En los tiempos recios que vivimos en este pueblo nuestro, los creyentes necesitamos confortar esta convicción, convertirla en experiencia, gritarla serenamente a la sociedad. 2.- ‟No tengáis miedo‶. Esta es la segunda afirmación del mensaje pascual. La capacidad y la necesidad de mirar al futuro pertenece a la condición humana. Mirar al futuro genera esperanza, pero también miedo. Las incógnitas del futuro nos ensombrecen. ¿Qué será de mí, de las personas que amo, de nuestra Iglesia, de la sociedad? ¿Podrá la paz sobre la guerra, la mansedumbre sobre la violencia, la solidaridad del primer mundo sobre la miseria del tercer mundo, la dicha contra la tristeza? ¿Podrá la fe con la indiferencia religiosa, el Evangelio con la rutina, la llamada de Dios con la sequía vocacional? ¿Nuestros hijos y nietos serán cristianos? El mensaje de la Resurrección nos trae sosiego y serenidad. No elimina nuestras incertidumbres, pero nos templa para soportarlas y nos fortalece para irlas disipando. El Dios que no abandonó al Crucificado, sino que lo convirtió en Resucitado, no nos abandona nunca. Y nos dice: ‟No tengáis miedo. Yo he vencido al mundo‶. 3.- ‟Id a anunciarlo‶. El mensaje de la Resurrección siempre desemboca en un encargo. El testigo de la Resurrección está llamado a ser misionero y evangelizador. No necesariamente en tierras lejanas. También aquí. El porcentaje de bautizados es todavía alto, pero el número de practicantes ha descendido notablemente y la zona de los indiferentes se ha ensanchado de manera desorbitada. Los puentes que hoy tiene la Iglesia para comunicarse con la sociedad se han estrechado sensiblemente. ¿Cuál puede ser nuestra tentación?: ‟Vivir a puerta cerrada‶, como hicieron los once discípulos en el Cenáculo. Y sin embargo, la experiencia personal de la Resurrección del Crucificado hizo saltar los cerrojos defensivos del Cenáculo. A los pocos años este anuncio se extiende por Asia Menor y por Grecia. El mensaje de la Resurrección es expansivo. Guardarlo sólo para nosotros sería el mayor secuestro. 4.- Cuando el Resucitado se hizo presente en medio de sus discípulos, la alegría de la presencia comenzó a disipar los miedos y las sombras: se vieron perdonados, acogidos, agraciados. Descubren que el amor es más fuerte que el odio y que hace brotar vida de la muerte. Vivieron una experiencia humana de paz, de alegría y de esperanza que les hizo proclamar que este regalo del Resucitado es la auténtica salvación: lo que hace al hombre más humano y más capaz de construir la historia sobre bases nuevas. Era la gran noticia que el hombre necesitaba, el verdadero evangelio: que Dios vive y actúa en medio de su pueblo, que podemos amarnos y que el amor engendra vida. Una buena noticia de perdón y de corazón nuevo que mana de la fe en el Resucitado; porque nos ha dado su Espíritu para que podamos amar y construir nuestra convivencia sobre el amor y la comunión. Y se sintieron empujados para contárselo a todos, se vieron enviados a evangelizar con obras y palabras. Estamos de enhorabuena. Pido al Espíritu que cunda la alegría, como en el corazón de María. ¡Felices Pascuas! Y quiero vivir con vosotros la promesa firme del Señor: ‟Estoy con vosotros cada día. Camino a vuestro lado, No es de huérfanos vuestra existencia‶. ¡Ha resucitado el Señor! ¡Aleluya! + Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga. Diócesis Málaga @DiocesisMalaga Más artículos de: Homilías Mons. Dorado Domingo II del Tiempo OrdinarioDomingo de Resurrección Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir