Publicado: 09/04/2006: 887

Con la Liturgia de este Domingo de Ramos comenzamos las celebraciones de la

Semana Santa. Estos días son especialmente santos por el recuerdo y la proclamación de la
pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que se actualizan en la Santa
Misa.

En aquellos acontecimientos -los más importantes de toda la historia del mundo- se
manifestó de forma definitiva la barbaridad y la malicia del hombre y, sobre todo, y por
contraste, la cercanía y la bondad, el amor y la misericordia de Dios con todos nosotros y con
la humanidad entera. ¡Que nada distraiga estos días nuestra atención y que el Espíritu Santo
nos abra bien el oído para escuchar bien la Palabra de Dios y entender con profundidad el
significado salvador de los hechos que recordamos y celebramos.

Movido por el amor, Dios ha querido enviar a su Hijo divino a compartir su vida y su
divinidad con nosotros. El Hijo de Dios, hecho hombre, Jesucristo, nuestro Salvador, nos amó
hasta la muerte para llegar a ser exaltado como centro y salvador del mundo.

Nunca podremos comprender las consecuencias de estos hechos en la verdad y en la
realidad profunda de nuestra vida. Es verdad que somos pecadores y que no vivimos en
plenitud los dones de Dios. Pero también es cierto que nuestras vidas están lavadas,
purificadas, santificadas por la bondad infinita de Jesucristo que se ofrece por nosotros, que
intercede ante Dios por nuestra salvación y nos santifica envolviéndonos con la riqueza
inagotable de su santidad consumada en la Cruz y exaltada en su Resurrección. Para nosotros,
los cristianos, más allá de la muerte está la vida y el perdón de Jesucristo es la lleva que nos
abre las puertas de la Esperanza.

Hoy, Domingo de Ramos, comienza nuestra Semana Santa. A lo largo de estos siete
días, las imágenes que salen en procesión por nuestras calles y los Oficios Litúrgicos que
celebramos en los templos, nos invitan a meditar la Pasión, la Muerte y la Resurrección de
nuestro Señor Jesucristo. Para descubrir toda la grandeza del amor que Dios nos tiene y para
prepararnos a renovar nuestras promesas bautismales en la Vigilia del Sábado por la noche.
Porque la afirmación central de nuestra fe cristiana no se limita a confesar que Dios se hizo
hombre y murió por nuestros pecados. La cumbre de nuestra fe consiste en proclamar que
Jesucristo ha resucitado y está vivo en medio del pueblo.

Pidamos a la Virgen María, primera discípula de Jesús y testigo cercano de su Pasión,
que nos ayude a vivir estos días santos con recogimiento y piedad para que sean fuente de
renovación espiritual para todos nosotros.

 

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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