DiócesisHomilías Mons. Dorado

Bodas de Oro Sacerdotales (con el Presbiterio)

Publicado: 25/05/2006: 2936

Bodas de Oro sacerdotales
Eucaristía de Acción de Gracias con el Presbiterio diocesano
Seminario de Málaga
25 de mayo de 2006

Cantaré eternamente las misericordias del Señor
(Misa: En el aniversario de la propia ordenación, Formulario C. Misal Rom 916)
1ª Lect. Hch 20, 17-35; Salm 88 (Pgs, 75*-76); Ev. Jn 15, 9-17 (pg 93*)

1.- ‟Cantaré eternamente las misericordias del Señor‶. Estas palabras del Salmo
88, que se acaba de proclamar, me sirven para expresar mis sentimientos más
profundos en esta jornada, y a lo largo de todo este año en que celebro mis bodas de
oro sacerdotales y las bodas de platino de mi nacimiento. En una ocasión tan
señalada, y ante testigos tan especiales, quiero manifestar mi gratitud a Dios y a mis
padres por el don precioso de la vida; mi alegría por la fe cristiana, que me convirtió en
un seguidor de Jesucristo; y mi emoción por el don del sacerdocio, emoción que he
intentado renovar cada día. Durante los ya casi setenta y cinco años de vida y
cincuenta de sacerdocio he comprobado que me acompañaban siempre la fidelidad y
la misericordia divinas, como nos ha dicho el salmista. Por eso, además de haber
invocado cada día al Señor como ‟mi Padre, mi Dios y Roca salvadora‶, ahora deseo
dedicar todo el tiempo que me reste de vida a anunciar su nombre con alegría y a
‟cantar eternamente las misericordias del Señor‶.

Vosotros, queridos hermanos en el episcopado, y vosotros, queridos
sacerdotes y diáconos, mis colaboradores más cercanos en la misión evangelizadora,
vais a permitir que exprese hoy en voz alta algunas convicciones y sentimientos.


2.- ‟Ser sacerdote es algo grande‶. Hago mías unas palabras que pronunció Pablo
VI el 16 de Mayo de 1970, en la ordenación de un grupo de 278 presbíteros y
diáconos; precisamente en el día en que celebraba las Bodas de Oro de su
ordenación.

‟Cincuenta años, dijo, no han bastado para borrar la memoria de aquel
estupendo y sencillo episodio... Ser sacerdote es algo grande... Gracias a ti, Padre,
que sin fijarte en mi pequeñez, me has dirigido tu llamada... Me llamaste a mí, tímido e
inepto, para estar más cerca de ti, de tu cruz... Y me salió del corazón esta respuesta:
en tu nombre, Señor, hágase según tu palabra‶.

Lo que el Papa comunicó a aquellos ordenandos constituye hoy mi oración y mi
testimonio.

1) ‟Ser sacerdote es algo grande‶, decía Pablo VI. Os ruego que no lo
pongamos jamás en duda. Pero la grandeza del presbítero no procede de su
popularidad ni de sus éxitos apostólicos, sino de lo que Dios ha hecho en nosotros. Y
lo que hizo en nosotros el día de nuestra ordenación es muy especial y profundo.
Desde aquel instante, hay algo en cada nosotros que no pasa nunca, algo que
podemos y debemos renovar y actualizar constantemente. San Pablo viene a decir
que un cura es un tesoro de Dios para la Iglesia y para la humanidad, porque a través
de nuestro ministerio se hace presente en medio de la comunidad la Palabra de Dios,
la sagrada Eucaristía, el perdón de los pecados y el impulso renovador del Espíritu
Santo.
Y es que ‟el misterio del sacerdocio de la Iglesia radica en el hecho de que
nosotros, seres humanos miserables, en virtud del sacramento, podemos hablar con
su ‟yo‶: ‘in persona Christi‵. Jesucristo quiere ejercer su sacerdocio por medio de
nosotros... Es un misterio conmovedor‶, recordaba Benedicto XVI en la misa crismal
de este año.

2) ‟Me llamaste para estar más cerca de ti, de tu cruz‶, añade el Papa Pablo VI
en la ocasión antes citada. ‟Me llamaste‶, pues todo comenzó con una llamada cierta
e inesperada que escuchamos. ‟Vente conmigo‶, vive conmigo, comparte mi amistad.
‟Vosotros sois mis amigos‶. El ministerio sacerdotal es un gesto delicado de Jesucristo
hacia cada uno de nosotros. No es mérito propio, sino que fue Él quien nos eligió.

‟Se fió de mí‶ (1Tm 1,12), dirá san Pablo tras una larga experiencia apostólica;
precisamente él, que vivió el ministerio como ‟un gesto de confianza‶ que cambió su
vida, sus valores, su búsqueda y sus seguridades. Se ha fiado también de nosotros, y
por eso os invito a repetir con el Apóstol de las Gentes: ‟No quiero saber otra cosa que
a Jesucristo, y a éste crucificado‶, porque en Él está la salvación, la resurrección y la
vida.

3) ‟En tu nombre, Señor, hágase según tu Palabra‶, terminaba diciendo Pablo
VI. Nuestra fuerza está ‟en el Nombre del Señor‶. Es algo que no debemos olvidar. Y
si nos preguntamos en qué consiste proceder y actuar ‟según su Palabra‶, lo podemos
descubrir escrutando en el testamento espiritual de San Pablo, que se ha proclamado
en la primera lectura. Me voy a ceñir a cuatro recomendaciones que considero de la
mayor actualidad.

a) La primera, ‟Servir al Señor‶. Mediante una mirada retrospectiva a su
actividad pastoral, Pablo instituye una norma a la que tendrán que adaptarse
en el futuro todos los responsables de la comunidad: servir a Jesucristo,
sirviendo a la Iglesia. Él sabe que ha servido a Jesucristo en la medida en que
se ha entregado a una actividad sin tregua, con dedicación absoluta. Y lo ha
hecho ‟con toda humildad‶, sin ambiciones humanas; ‟con lágrimas‶, estando
junto a los que sufren; con disponibilidad para aceptar el sufrimiento y la cruz
en las situaciones difíciles.

b) La segunda recomendación es la oración apostólica. Pablo vivió su
misión como un encargo recibido del Señor, como una gracia de la que no se
consideraba digno. De ahí que lo único que le importaba era cumplir el encargo
recibido. Por eso lo vivía con paz y con enorme alegría, en obediencia absoluta
a Dios. Se sentía ‟enviado‶, llevado por el Espíritu, y sabía que el amor íntimo a
Jesucristo y su trato asiduo con Él no sólo era el motivo de sus desvelos y su
entrega, sino la fuente de su asombrosa energía. Con su testimonio, viene a
decirnos que sin un encuentro profundo y constante con el Señor, nuestro
ministerio pierde el rumbo y la fuerza contagiosa.

c) La tercera recomendación consiste en dar testimonio de Dios con
obras y con palabras. Después de encontrar a Jesucristo, San Pablo no hizo
otra cosa que proponer, con palabras llenas de autoridad, y con la totalidad de
su existencia, el Evangelio de Jesucristo, sin ningún tipo de recortes y sin
dejarse llevar por preferencias personales. Creía firmemente lo que anunciaba
y su forma de vivir era el mejor aval. Comprendo que también cada uno de
nosotros tratamos de ser testigos a nuestro modo, pero tal vez nos falten hoy la
confianza en la Palabra, la paz en medio de las dificultades y la alegría del
testigo.

d) Finalmente, la cuarta recomendación es la necesidad de hablar de Dios.
Cuando se dirigía a los judíos, Pablo les presentaba ‟la fe en el Señor Jesús‶; y
cuando hablaba a los paganos, les predicaba ‟la conversión a Dios‶. Y algo
parecido dice la Conferencia Episcopal en un documento reciente, en el que
propone como objetivo preferente de la actividad pastoral ‟avivar las raíces de
la vida cristiana y abrir el corazón de nuestros contemporáneos a la experiencia
de Dios‶. Como decía K. Rahner, ‟la Iglesia debe descubrir hoy sus propias
fuerzas espirituales. En la Iglesia hablamos poco de Dios o lo hacemos con un
árido adoctrinamiento, al que le falta una fuerza vital auténtica‶.


3.- Termino recordando con el Vaticano II que la ‟caridad pastoral‶, es la clave de la
espiritualidad de los presbíteros. Nos enseña el Concilio que los sacerdotes,
‟realizando la misión del Buen Pastor, encontrarán en el ejercicio mismo de la caridad
pastoral el vínculo de la perfección (...) Esta caridad pastoral, añade, brota sobre todo
del sacrificio eucarístico que, por eso, es el centro y raíz de toda la vida del presbítero‶
(PO 14). Pues la eucaristía no sólo es la expresión del amor que Dios nos tiene, sino
el surtidor del que dicho amor brota sin cesar (cf. LG 33).

Jesús acaba de decir en el evangelio que nosotros somos sus amigos, que nos
ha amado como el Padre le ama a Él mismo y que alcanzaremos nuestra plenitud
humana en la medida en que nos adentremos en el misterio de su amor. La vocación
sacerdotal, como he dicho, es un gesto especial de amor divino. Nos lo enseña san
Marcos al narrar la elección de los discípulos con estas palabras: ‟Llamó a los que El
quiso, (...) para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar‶ (Mc 3, 13-14).

El amor es la clave de nuestra vida, empezando por el amor que Dios nos tiene
y que nos lleva a amar sin condiciones. Y necesitamos alimentarnos en la Eucaristía y
en la adoración eucarística, como nos enseñó el Beato Manuel González. Hoy
tenemos la tentación, en nuestro mundo pragmático, de centrar el interés pastoral en
la organización y en la eficacia, sin tener en cuenta esa otra dimensión del amor que la
psicología y la antropología actuales ponen de relieve: la dimensión afectiva; esa
dimensión que invade el corazón humano y lo libera. No olvidemos que el amor es un
fruto del Espíritu, llama de amor vivo que nos hiere en nuestro más profundo centro,
como dice San Juan de la Cruz, nos libera de todo lo que nos impide amar y suscita
nuestro ardor apostólico.

Benedicto XVI nos recuerda esta importancia de los sentimientos en su
encíclica ‟Deus charitas est‶, cuando dice que el amor al prójimo ‟consiste justamente
en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera
conozco. Esto sólo se puede llevar a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un
encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el
sentimiento (18). Pues ‟la actuación práctica resulta insuficiente si en ella no se puede
percibir el amor por el hombre, un amor que se alimenta en el encuentro con Cristo. La
íntima participación personal en las necesidades y sufrimientos del otro se convierte
así en un darme a mí mismo: para que el don no humille al otro, no solamente debo
darle algo mío, sino a mí mismo‶ (n 34). Es decir, en un amor efectivo y afectivo al
mismo tiempo; en un amor que implica todo nuestro ser.

Termino con una evocación filial a María, nuestra Madre. Ella nos enseña qué
es el amor y dónde tiene su fuente oculta. Un amor que nos lleva a proclamar con
alegría los beneficios que hemos recibido de Dios, a anunciar con obras y palabras su
cercanía a los que sufren y a permanecer firmes ante las diversas cruces de la vida.

✝ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

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