DiócesisHomilías Mons. Dorado

Domingo III de Adviento

Publicado: 11/12/2005: 981

Domingo 3º de Adviento

Ciclo B: Año 2005-2006


1.- La frase central del testimonio de Juan el Bautista, que se proclama
en el Evangelio de hoy, es una frase acusatoria para los hombres de su tiempo: el
Mesías "está en medio de vosotros y no le conocéis". A continuación el evangelista
Juan habla al pueblo judío cuando dice, refiriéndose a Jesús de Nazaret, el Mesías
esperado, estas palabras tan impresionantes "vino a los suyos y los suyos no le
recibieron".

Estas palabras son aplicable también a nuestra sociedad: la que tanto
debe a Cristo y se esfuerza en ignorarlo. Y pueden ser también expresión de nuestra
historia personal y la historia de nuestras comunidades cristianas: que no acojamos ni
reconozcamos al Señor. Porque seducidos por la sociedad de consumo, estamos
demasiado satisfechos; o porque, orgullosos de nuestra ciencia y de nuestros inventos,
nos bastemos a nosotros mismos; o porque, decepcionados de tantas promesas, ya
no creemos en nada ni en nadie.


2.- La gran pregunta que se hacen hoy muchos de nuestros
contemporáneos es la misma que le hacían ayer al salmista aquellas personas
seducidas por el esplendor de otros ídolos:"¿Dónde está tu Dios?" (Salmo 42, 11).
¿Dónde está Jesucristo el Hijo de Dios y Salvador de los hombres? ¿Cómo y
dónde podemos encontrarnos con Él y escuchar su Palabra Salvadora?

Los cristianos creemos que el misterio de la Ascensión del Señor a los
Cielos no es la confesión de que el Señor se haya alejado de nuestra vida y de nuestro
mundo. Sencillamente ha cambiado su modo de presencia entre nosotros. Ahora no
le vemos con los ojos de la cara, pero su presencia ha ganado en profundidad y en
intimidad todo lo que ha perdido en su aspecto visible. Pues es verdad que Jesucristo
no camina hoy por nuestras plazas y calles, pero se adentra más, por la fe y el amor
en nuestros corazones y en nuestras comunidades. Y podemos encontrarnos con Él
y tener una experiencia de su presencia entre nosotros.

El Señor está llamando a nuestra puerta cada vez que se nos proclama
la Palabra de Dios. Porque esa Palabra es su presencia viva y liberadora, y la fe es la
puerta por la que se adentra Dios en nuestra vida.

El Señor llama a nuestra puerta cuando celebramos los Sacramentos. Se
hace presente como Pan de Vida en la Eucaristía y como misericordia sanadora en el
Sacramento del Perdón. Se hace presente como fuente de amor liberador y creativo
en el Sacramento del Matrimonio. Pero hay que saber acogerle con fe desde la
hondura del corazón.

El Señor llama a nuestra puerta cada vez que una persona se acerca a
nosotros. Unas veces en forma de inmigrante pobre, para pedirnos albergue, como
hiciera María y José en Belén. Otras bajo la forma de un Crucificado, que necesita la
ayuda de un cirineo para no sucumbir en la cruz de la soledad o de la pobreza.
Siempre bajo cualquier rostro humano que se cruza en nuestro camino, aunque
únicamente se acerque a nuestras comunidades y a nuestras celebraciones, llevado
por la curiosidad como Zaqueo.

El Señor se acerca a nosotros a través de todos los acontecimientos de
nuestra vida, por insignificantes que parezcan. Pues todos pueden convertirse en una
ocasión de encuentro con Dios o de proclamar nuestra fe en Jesucristo.


3.- Precisamente por ello, el apóstol San Pedro decía a las primeras
comunidades cristianas y nos sigue diciendo a nosotros hoy, que estemos atentos para
descubrir la llegada del Señor. Pero únicamente podemos advertir su presencia si le
deseamos (‟¡Ven, Señor Jesús!‶), si recuperamos la capacidad de contemplación y
de silencio, si convertimos nuestros templos y casas en escuelas de oración; si
recuperamos el sentido sacramental y orante de los Sacramentos.

Lo decisivo de la vida cristiana es el encuentro personal con Jesucristo
y el dejarnos alcanzar poe Él, que nos dice:

‟Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y me abre
la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo‶ (Ap 3,
20).

Vivir en actitud de Adviento es aguardar a Jesús con la fe segura de que
vendrá: ‟¡Ven, Señor Jesús!‶

 


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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