DiócesisHomilías Mons. Dorado

Virgen de la Oliva. Véjer

Publicado: 15/08/1982: 1205

Virgen de la Oliva

Vejer, 15 de agosto de 1982


En esta fiesta de la Asunción de Nuestra Señora a los Cielos, la Virgen de la Oliva, tan presente siempre en el corazón de los vejeriegos, vuelve a ser la protagonista de nuestro pueblo. Ella es la que da este ambiente de fiesta a nuestras calles y a nuestras gentes. Y a Ella se dirigen, confiada y emocionadamente, los ojos, los corazones y la oración agradecida y suplicante de todos nosotros.

La vieja y riquísima historia de Vejer no se puede entender sin tener muy en cuenta el profundo sentido religioso de este pueblo. Y la recia fe católica de gran parte de sus habitantes no se explica sin la Virgen de la Oliva. A su calor han nacido en las gentes de esta tierra los sentimientos más nobles, los ideales más puros y los comportamientos más ejemplares. Ella es la que ha hecho de Vejer un pueblo, porque ha sido el vínculo de unión más fuerte entre todos los vejeriegos (hablando de la Virgen de la Oliva os entendéis todos, sin discusión). A Ella le habéis contado confiadamente lo que no nos atrevemos a contar a nadie. Ha sido la confidente íntima de la que siempre os habéis fiado. ¡A cuántos matrimonios no habrá mantenido unidos y con mutua fidelidad conyugal, la devoción y el amor a la Virgen de la Oliva! Ante su imagen han aprendido a rezar y han descubierto el sentido religioso nuestros niños y por amor a Ella se habrán realizado en este pueblo los gestos más heroicos de caridad fraterna y de ayuda incondicional. La Virgen de la Oliva ha sido la gran verdad de Vejer y la clave más profunda de su historia. ¿Lo sigue siendo? ¿Lo será en el futuro? No perdáis, queridos vejeriegos, la riqueza más importante de vuestra historia, que es a la vez la esperanza más segura de vuestro futuro. Sí, permitidme que lo repita, la esperanza más segura del futuro de vuestra vida y de vuestro pueblo. Hoy, cuando el desaliento y la desesperanza se extienden y crecen en el alma de muchos, no basta con repetir que hay que tener ilusión y confianza. Es necesario dar razones para esperar.

Hoy justamente en el día de la Asunción de la Virgen celebramos la fiesta de la Esperanza, porque proclamamos la gozosa noticia de que María, una mujer de nuestra raza, sigue realmente viva en el Cielo y entre nosotros. Es hoy la fiesta de su destino de plenitud y de bienaventuranza, de la glorificación de su alma Inmaculada y de su cuerpo virginal, de su perfecta configuración con Cristo Resucitado. Esta fiesta de nuestra Madre abre nuestros corazones y nuestras vidas a una firme esperanza, porque propone a la Iglesia y a la humanidad la imagen y la consoladora garantía del cumplimiento de nuestro destino final; pues esa glorificación y esa vida eterna y feliz son la meta de todos los que somos hermanos de Jesucristo.

Para construir sobre bases firmes el futuro de nuestro pueblo, nos hacen falta personas con el temple y la actitud que resplandecen en nuestra Madre: su amor desinteresado a los hombres, especialmente a los más pobres, su fortaleza ante las dificultades, su espíritu de servicio, su honradez e integridad de vida, su pureza de costumbres, su confianza total en Dios.

En esta fiesta familiar de la Virgen de la Oliva viene espontáneamente a nuestra memoria el recuerdo de nuestro Padre y Pastor, el Papa Juan Pablo II, excepcional testigo de la verdadera devoción a la Virgen María, que venderá a visitarnos a mediados del mes de octubre. Él ha escogido, como distintivo de su vida y como expresión de sus ideas, esta bellísima frase dirigida a María: “Totus tuus”.

Queremos ya desde ahora prepararnos a recibirle sin reticencias y con amor. Él, que ha recibido del Señor el encargo de confirmar a sus hermanos en la fe, puede ayudarnos a nosotros y a esta España nuestra:

• a clarificar los contenidos y las exigencias de nuestra fe,
• a ser coherentes en nuestra vida con los principios de nuestra fe,
• y a contagiarnos de un renovado entusiasmo apostólico para profesar y difundir nuestra fe.

Os invito a todos a rezar en esta Eucaristía por el fruto espiritual y apostólico de su próxima visita a España.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Cádiz y Ceuta

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