Publicado: 11/04/1998: 913

Vigilia Pascual

Año 1998


1.- Hemos llegado a la gran noche de la comunidad cristiana. Y esta Vigilia es la celebración más importante del año litúrgico. Quienes ayer adorábamos en la fe al Crucificado, hoy contemplamos en la misma fe al Resucitado.

En esta noche santa celebramos la Resurrección del Señor. Y celebrar es mucho más que recordar algo que pertenece al pasado. Es revivirlo, hacerlo presente. Hoy y aquí, en nuestra Catedral de Málaga, Jesucristo resucita entre nosotros y nos comunica la fe pascual.

Hoy y aquí Jesucristo pasa de la muerte a la vida, y a su paso nos hace pasar a nosotros de la muerte de nuestros pecados que nos esclavizan, nos encierran en nosotros mismos y nos hunden en la tristeza, a su nueva vida de libertad, de amor y de alegría.


2.- Creer en la Resurrección es estar convencidos de que Cristo vive, sigue resucitado y nos hace resucitar. Creer en la Resurrección es dejarse transformar por ella. Cristo resucitado continúa vivo en nuestra Iglesia y nos resucita para una nueva vida por el don de su Espíritu que nos ilumina para conocer la verdad, nos regala el amor del Padre para vivirlo en fraternidad y nos hace libres para pasar por la vida haciendo el bien.

Y esta experiencia personal de Resurrección debe tener manifestación de paz interior, de esperanza y de alegría. Así Cristo resucitado es el comienzo de una nueva vida.


3.- Esta vida nueva del Resucitado nos llega a nosotros por medio de los Sacramentos, fuentes de vida que brotaron del costado de Cristo.

“Tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre… y el testimonio consiste en que Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en su Hijo” (1 Jn 5, 7 ss.). Por los Sacramentos somos introducidos en el misterio cristiano de muerte y resurrección.

“Por los Sacramentos de la iniciación cristiana, los hombres, libres del poder de las tinieblas, muertos, sepultados y resucitados con Cristo, reciben el Espíritu de los hijos de adopción y celebran con todo el pueblo de Dios el memorial de la muerte y resurrección del Señor” (AG, 14).

El Bautismo es una celebración condensada de la Pascua; en él morimos a la vida del hombre viejo para llenarnos de su vida resucitada: “Él es nuestra vida” (Col 3.4).

Nos da la vida de Dios, haciéndonos partícipes de su propia naturaleza; nos hace hijos de Dios, nos marca y nos configura con Cristo, nos incorpora a la Iglesia. “El Bautismo es el más bello y magnífico de los dones de Dios… Lo llamamos don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay. Don: porque es conferido a los que no aportan nada; Gracia: porque es dado incluso a los culpables; Bautismo: porque el pecado es sepultado en el agua; Unción: porque es sagrado y real; Iluminación: porque es luz resplandeciente; Vestidura: porque cubre nuestra vergüenza; Baño: porque lava; Sello: porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios” (San Gregorio Nacianceno).

Por eso esta Vigilia es el lugar más adecuado para administrar el Sacramento del Bautismo y desde aquí se entiende su verdadero significado.

A continuación, en la tercera parte de esta gran Vigilia, vamos a celebrar la Liturgia Bautismal. Seremos rociados con el agua bautismal después de ser bendecida, con el deseo de que avive en nosotros el recuerdo de nuestro Bautismo y nos renueve interiormente para que permanezcamos fieles al Espíritu que hemos recibido.

La renovación de las promesas del Bautismo es el compromiso de seguir al Señor Resucitado, asumir sus sentimientos, criterios, actitudes y acciones, hasta identificarnos con Él y poder decir con verdad: “Cristo, vida nuestra” (Col 3, 4), hasta llenarnos de la vida resucitada del Señor.


4.- Y con el Bautismo y la Confirmación, la iniciación cristiana se consuma en la Eucaristía, que es el signo eficaz de la presencia del Resucitado, memorial para la comunidad cristiana, a la que congrega en la unidad y la dispersa en la misión evangelizadora. Por la Eucaristía, el Resucitado está sacramentalmente en medio de su Iglesia, la penetra con su fuerza, al mismo tiempo que la envía a contagiar el mundo.

No es de extrañar que la tradición cristiana haya designado a la Eucaristía como el “Misterio Pascual”. La Eucaristía es una realidad viva por la fuerza del Resucitado que se hace presente en ella. La Eucaristía es una forma permanente de la aparición pascual: Jesús resucita para nosotros, sacramentalmente en la Cena eucarística y desencadena una dinámica de muerte-resurrección en quienes creemos en el Resucitado.

“Llevamos siempre en nuestros cuerpos el morir de Jesús, a fin de que se manifieste también en nuestros cuerpos la vida de Jesús” (2 Cor 4, 10). El Resucitado se nos hace presente en la Eucaristía, sosteniendo nuestra fe y alimentando nuestra vida.

Como podéis apreciar, la Liturgia de esta noche santa es una sinfonía espiritual, armonizada con textos bíblicos en torno al Misterio del Bautismo y de la Eucaristía, que hacen presente en medio de nosotros y en nosotros al Resucitado.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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