DiócesisHomilías Mons. Dorado

Domingo de Resurrección

Publicado: 22/04/1973: 956

Queridos hermanos:

Hoy los cristianos, con el voltear de nuestras campanas, con la celebración gozosa en nuestras Iglesias, con el deseo de felicidades pascuales, queremos anunciar al mundo y recordarnos a nosotros que Jesucristo ha resucitado. Es decir:

• que un muerto, el primero, vuelve a la vida; pero no a la vida que tenía anteriormente: limitada, sujeta al dolor, a la enfermedad, a la debilidad, a la muerte. Vuelve a una vida superior, sin limitaciones, inmortal, divina.

• y que la Resurrección es un hecho decisivo relacionado con toda la humanidad, que pertenece ya a un mundo nuevo.

La pregunta que nos urge ante esta fiesta es la siguiente:

• ¿Qué significa para nosotros que Cristo ha resucitado?

* ¿Cómo anunciar este mensaje en un lenguaje inteligible para el hombre de hoy?

Recientemente decía un hombre, que se profesaba no creyente: “A nosotros, los ateos, nada está prometido y nadie nos espera”.

Terrible creencia, aunque no sea verdadera, porque para todos los hombres, con la Resurrección de Cristo, todo nos está prometido y es Dios mismo quien nos espera.


1.- La Resurrección y el sentido del mundo y de la vida:

La Iglesia y los cristianos, que creen en la Resurrección, deben ser los testigos del sentido de la vida en un mundo que está comenzando a desesperar de la validez y sanidad de todos sus proyectos, que está logrando una racionalidad creciente de la sociedad y al mismo tiempo una absurdidez creciente del destino.

Los actuales movimientos revolucionarios por un lado y los de la protesta juvenil por otro, surgen como rechazo de una sociedad que ha hecho del hombre un esclavo de su prójimo; rechazo a su vez de una sociedad que no da razones para vivir ni ideales para morir, y por ello agostada en el goce de sus placeres se está quedando sin fuerza física y sin fortaleza moral. Hay un grito que se eleva exigiendo un mundo con sentido, cansados de la situación de asfixia existencial que la civilización técnica de occidente ha contagiado a la humanidad, al darle cosas que comer y no valores con que alimentarse, productos para sobrevivir y no ideales para supervivir.

En este mundo, los cristianos tenemos mucho que decir sobre el sentido de la vida desde la experiencia de la Resurrección, es decir, desde un Jesús Viviente que le posibilita la fe, mediante la vivencia renovada de la resurrección en cada celebración eucarística y la capacidad de amor al prójimo más allá de sus propias fuerzas. La Resurrección de Jesús nos muestra el “hacia donde” de lo humano, que es la Vida y no la muerte, que termina en una comunión personal con Dios.

De todo esto habla la Iglesia cuando confiesa a Jesucristo Resucitado de entre los muertos, como primicia de la nueva humanidad: el mundo y la vida tienen un sentido.


2.- La Resurrección y el anuncio de la esperanza:

La Resurrección de Cristo, vivida en profundidad, nos debe convertir en testigos de la Esperanza, que engloba tres elementos:

• la espera de lo futuro,

• la confianza mientras aguardamos su advenimiento, y

• la paciencia activa para soportar las dificultades en el entretiempo.

Esta esperanza debe expresarse en una alegría serena, pero profunda. No podemos testimoniar lo que es el núcleo del cristianismo –la Resurrección de Cristo- si no somos capaces de hacer brotar más alegría, mostrando que, en verdad, ningún futuro puede acongojar el corazón del hombre, porque el futuro real, el que dura, se ha revelado ya en Cristo como Amor, como Victoria y como Vida.

Cerbron pudo escribir que la mejor prueba de la existencia de Dios es la alegría pascual del creyente, vivida como don recibido de Alguien y como don debido a todos.

“Cristo ha resucitado de entre los muertos y va delante de vosotros”, dijo el Ángel a las mujeres…

Descubramos hoy en el Resucitado lo que nos espera como opción y como camino a recorrer radicalmente nuevo, distinto de todo lo anterior.

Hoy se nos ha revelado una nueva posibilidad del hombre y del mundo; hoy se nos ha descubierto un futuro cualitativamente nuevo, hoy se nos ha proclamado el camino para la humanización y la divinización del hombre.

La fe en el Resucitado nos enfrenta a una promesa que se ha empezado a cumplir en Cristo y en la vida d gracia que nos comunica.

Sobre nosotros está la conminación a la Iglesia de sardes, que recoge el Apocalipsis:

“Tienes nombre de quien vive, pero estás muerto. Ponte en vela, reanima lo que te queda y está a punto de morir”.

Jesucristo ha resucitado; nosotros debemos renacer a una vida más cristiana, más evangélica. Ahí radica nuestra gran felicidad pascual que a todos os deseo.


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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