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Celebración con los abogados de Málaga en la fiesta de Santa Teresa

Publicado: 15/10/1993: 1010

Celebración con los abogados de Málaga en la fiesta de Santa Teresa

Os reunís hoy los abogados de Málaga en esta Eucaristía para celebrar la fiesta de vuestra Patrona, Santa Teresa. Sé que no lo hacéis por ritualizar una fiesta pagana, ni por la simple inercia de una tradición rutinaria. Vuestra presencia aquí es una expresión pública de vuestra fe cristiana. Y no seré yo quien pretenda minimizar estas expresiones públicas de fe en una sociedad que presume de laicismo, en una cultura donde no hay sitio para Dios y donde, según se ha escrito, “lo normal y extendido en nuestros días es que un hombre adulto y razonablemente instruido no sea creyente ni incrédulo, sino que se despreocupe de tales cuestiones”.

En tal contexto socio-cultural, estas celebraciones litúrgicas de nuestra fe deben al mismo tiempo hacernos descubrir que hoy es un deber para los cristianos actuales –y especialmente para los intelectuales- recuperar de forma pública, en la calle y en las vigencias culturales, el calor, la importancia y la legitimidad intelectual de la afirmación de Dios como dimensión última de la realidad en la que vivimos, referencia definitiva para organizar nuestra conciencia frente a la realidad, única capaz de dar valor absoluto a nuestra vida y de liberarnos del riesgo y aún de las necesidades de absolutizar las cosas contingentes haciendo ídolos de lo que son cosas o personas perecederas. Más de una vez he pensado que en la situación actual, los intelectuales cristianos estáis pecando de omisión y de absentismo, de comodidad o de cobardía, al no ser capaces de defender y de difundir la importancia y el valor humano, cultural, social, y hasta político, de la afirmación de Dios como realidad última fundante y estimulante de la vida personal, del comportamiento ético y de la vida cultural de un pueblo. No creo excesivo afirmar que hoy se está enseñando a los españoles a vivir en el ateísmo por la vida indirecta de los hechos.

¿Pueden los cristianos, creadores o transmisores de cultura, como sois de una manera u otra los intelectuales, dejar que esta situación se consolide sin presentar otras alternativas culturales que respondan internamente a las implicaciones de la fe y favorezcan el reconocimiento de la soberanía de Dios y la verdad de las promesas de vida que Él nos tiene ofrecidas?

Nos engañamos si pensamos que con Dios o sin Dios todo va a seguir igual. No es así: Antonio Machado lo formula de esta manera: “Los hombres han comprendido siempre que sin un cambio de dioses, todo continúa aproximadamente como estaba, y que todo cambia, más o menos catastróficamente, cuando cambian los dioses”.

Para eso es urgente que los intelectuales cristianos, desde una experiencia cristiana intensamente vivida en nuestro mundo de hoy, creéis las formas culturales que la fe cristiana suscita y necesita y difundáis los usos culturales correspondientes a la vida presente, en armonía con las afirmaciones doctrinales y las exigencias éticas de la vida cristiana. Sin la incorporación de este frente cultural al trabajo apostólico de la Iglesia, no será posible una acción evangelizadora importante en la nueva sociedad española.
Termino con una pregunta apasionante: ¿cómo podéis colaborar los abogados católicos a un movimiento evangelizador que presente como algo prestigioso e importante el Evangelio de Jesucristo y la salvación de Dios?

Sin ocultamientos, sin eufemismos ni disimulos, con la verdad entera del Evangelio por delante.

Pocas frases de Jesús han sido objeto de interpretaciones más interesadas e, incluso, de manipulaciones, como ésta que escuchamos en el Evangelio de hoy: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

Estas palabras de Jesús han sido utilizadas para establecer una frontera clara entre lo político y lo religioso y defender así la autonomía absoluta del Estado ante cualquier interpelación de la fe.

Según esta interpretación, Jesús habría colocado al hombre, por una parte, ante unas obligaciones de carácter cívico-político, y por otra ante una interpelación religiosa, como si el hombre tuviera que responder de los asuntos socio-políticos ante el poder político y de los asuntos religiosos ante Dios.

No es ése el verdadero sentido de la sentencia de Jesús ante la pregunta de los fariseos.

El acento de las palabras de Jesús está en la parte final. Le han preguntado insidiosamente por el problema de los tributos y Jesús resuelve prontamente el problema. Si manejara moneda que pertenece al César habría de someterse a las consecuencias que ello implica. Pero Jesús introduce una idea nueva que no aparecía en la pregunta de los adversarios.

De forma inesperada introduce a Dios en el planteamiento. La imagen de la moneda pertenece al César, pero los hombres no han de olvidar que llevan en sí mismos la imagen de Dios y, por lo tanto, sólo le pertenecen Él.

Es entonces cuando podemos captar el pensamiento de Jesús: “Dad al César lo que le pertenece a él; pero no olvidéis que vosotros mismos pertenecéis a Dios”.

Para Jesús, Dios y el César no son dos autoridades de rango semejante que se han de repartir la sumisión de los hombres. Dios está por encima de cualquier César y éste no pude nunca exigir lo que pertenece a Dios.

Es unos tiempos en que crece el poder del Estado de manera insospechada y a los ciudadanos les resulta cada día más difícil defender su libertad en una sociedad burocrática donde casi todo está dirigido y controlado perfectamente, los creyentes no hemos de dejarnos robar nuestra conciencia y nuestra libertad por  ningún poder.

Hemos de cumplir con honradez nuestros deberes ciudadanos, pero no hemos de dejarnos modelar por ningún poder que nos enfrente con las exigencias de la fe.


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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