Publicado: 01/04/1999: 1022

Jueves Santo

Año de 1999


1.- Nos reunimos en esta tarde santa del Jueves Santo para comprender, sentir y celebrar la Misa de la Cena del Señor.

Nos ilumina y nos contenta la Palabra de Dios que hemos proclamado.

El Cordero Pascual de la Primera Lectura es símbolo de Cristo, verdadero Cordero Pascual que nos entrega su cuerpo roto y su sangre derramada en la Pasión.

Pablo, en la Segunda Lectura, quiere restaurar en Corinto las celebraciones de la Eucaristía, que se habían adulterado por el egoísmo y la frivolidad de los asistentes. Con esta intención les relata el acontecimiento que funda e inspira toda celebración eucarística.

No se trata –les dice- de una tradición cualquiera. Es el Señor mismo, quien en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dijo: “este es mi Cuerpo que se entrega por vosotros”; tomó la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi sangre”, que significa:

  que la Eucaristía es entrega de Cristo a nosotros, y
  que la Eucaristía sella un pacto nuevo y definitivo entre Dios y nosotros.

Juan recoge en el Evangelio la entrega de Cristo a su comunidad simbolizada en el gesto de lavar los pies de los discípulos. Nos presenta esta entrega como señal de un amor entregado, de un amor humilde y abnegado que escoge un servicio reservado a los esclavos. El relato del lavatorio de los pies es, en el Evangelio de Juan, el equivalente de la institución de la Eucaristía.


2.- A partir de estas lecturas podemos condensar el mensaje del Jueves Santo en estas afirmaciones de nuestra fe:

  La Eucaristía, que reproduce la Cena del Señor y actualiza su muerte y resurrección, es una entrega incondicional de Cristo al Padre.
  La Eucaristía es una entrega generosa de Cristo a la comunidad cristiana.
  La Eucaristía es una entrega servicial de Cristo a toda la familia humana.

Y, puesto que por ella Cristo nos transforme interiormente a su imagen, quienes participamos en la Eucaristía:

  hemos de vivir para Dios,
  entregarnos a la comunidad, y
  servir a la humanidad.


3.- Lo primero: vivir para Dios, porque Cristo vive para el Padre. Ofrecer y recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, significa dejar que sean sus actitudes, sus sentimientos y sus comportamientos los que inspiren y regulen nuestra vida entera. La vida de Cristo vuelto hacia el Padre, obediente hasta el final, capaz de someter sus deseos propios a la voluntad del Padre, ha de modelar nuestra propia vida. El Cuerpo y la Sangre de Cristo son capaces de convertirnos progresivamente a esa forma de vida. Comulgar es abrirnos a la fuerza transformadora de Jesús.

En segundo lugar, el Jueves Santo es una llamada a entregarnos a la comunidad cristiana (que es la familia, la parroquia, la diócesis), como Cristo se entrega a ella en la Eucaristía. Los miembros de la Iglesia recibimos en la Eucaristía el impulso necesario para ir deponiendo el individualismo, el protagonismo, la desconfianza, el egoísmo, el menosprecio… todo lo que erosiona a la comunidad. Celebrar la Eucaristía es comulgar con los sentimientos de Cristo y dedicarnos a amar a cada uno de los hermanos y a construir la comunidad eclesial.

En tercer lugar, los relatos de la Eucaristía, recogidos por San Mateo y San Marcos, nos recuerdan que en la Eucaristía y en la Cruz Cristo se entregó explícitamente “por todos”, no sólo por los miembros de la Iglesia.

El episodio del lavatorio de los pies nos induce a ponernos a los pies de los últimos prestándoles los servicios que necesitan. La presencia de la Iglesia entre los leprosos y los terminales del Sida, los presos, los ancianos, los pobres de necesidad,… está exigida por este gesto de Jesús.


4.- El Papa invita a toda la Iglesia en este tercer año de preparación al Jubileo del Año 2000, a resaltar la virtud de la Caridad y a subrayar más decididamente la opción preferencial de la Iglesia por los pobres y los marginados.

Nuestro Plan Pastoral Diocesano, acogiendo esta invitación, propone como una de sus acciones la celebración especial del Jueves Santo, Día del Amor Fraterno, y la concreción de un gesto significativo que exprese con obras nuestra Caridad y nuestro compromiso con los  más pobres en al comunicación cristiana de bienes. Con esa finalidad se os invita a participar en la colecta especial que se realizará en todas las parroquias y comunidades cristianas de la diócesis bajo el lema: “El sueldo de un día para ofrecerles un techo”.Con las aportaciones de todos queremos hacer una obra social que se ubicará en un edificio situado en la calle Pozos Dulces, para acoger a personas que viven establemente en la calle, a quienes no tienen hogar por sus bajos recursos sociales y a quienes se vean en la calle por una situación de emergencia.

La restauración y adaptación del edificio costará 150 millones.

Confío en que la caridad de todos los católicos de Málaga, que tiene su fuente en Dios y su destino en las personas que nos rodean, y de manera especial en los más pobres y necesitados, hará posible esta obra que es necesaria.

 

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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