Publicado: 28/03/2002: 1011

Jueves Santo

Año 2002


Con esta celebración comienza la Iglesia el Triduo Pascual y conmemora aquella Última Cena en la cual el Señor instituyó la Eucaristía y el Orden Sacerdotal y nos dio el mandamiento nuevo de la caridad fraterna.

El texto clave de la Liturgia del Jueves Santo es el lavatorio de los pies. San Juan sitúa este relato como equivalente y complemento al relato de la Eucaristía que nos han transmitido los demás evangelistas.

Este precioso texto tiene un mensaje que puede condensarse así: Jesús quiere mostrarnos que el Amor de Dios  y el suyo hacia nosotros es tan grande, tan desmesurado, tan total, que el conduce a practicar para nosotros el servicio más humilde, el propio de los siervos, de los esclavos.

Pero el gesto del lavatorio es simbólico: representa de manera plástica el abajamiento total de la Muerte del Señor en la Cruz. Es en la Cruz donde el Señor nos ha lavado verdaderamente los pies. Es en ella donde Dios nos ha dado la prueba definitiva de su amor humilde y servicial hasta el extremo. Quien, como Pedro, quiera pertenecer al grupo de Jesús, debe aceptar sin reticencias que la muerte de Jesús es para él la única fuente de salvación. Quienes, como Pedro y los Doce, quieren seguirle, saben cuál es la ley, el modelo y la estructura fundamental de la comunidad cristiana: amar hasta el final con un amor humilde y sacrificado. La Eucaristía que San Juan conoce muy bien y celebra con sus comunidades, ha sido entregada por Jesús a la Iglesia para que haga presente y disponible en todos los lugares y en todos los tiempos este amor abnegado y servicial del Señor, a fin de que, alimentados por Él, sigamos amándonos humilde y generosamente como Él nos ha amado. En una frase: el amor máximo de Dios se expresa plenamente en la Cruz de su Hijo, se refleja simbólicamente en el lavatorio de los pies y se transmite eficazmente a nosotros en la celebración de la Eucaristía.

Éste es el misterio que en actitud orante y contemplativa hemos de desentrañar en la tarde del Jueves Santo. En la medida en que este mensaje pase de la mente al corazón, irá transformándose nuestra imagen de Dios. El Dios que nos revela Jesús es un Dios humilde, que no se acerca a nosotros deslumbrándonos con su poder, sino sorprendiéndonos con su abajamiento. A Dios se le encontrará allí donde nos abrimos a amar y servir.

Irá transformándose también nuestra imagen de la Iglesia. La Iglesia que se nos dibuja en este relato es una comunidad de hermanos y discípulos de Jesús que tienen que vivir el amor mutuo y el servicio a la sociedad: “Os he dado ejemplo para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros”.

Irá ayudándonos también a comprender el significado de la Eucaristía como un verdadero encuentro con el Señor, al que venimos ardientemente motivados a participar en su Muerte y en su Resurrección y a recibir de Él la fuerza y la humildad para amar y servir como Él.

El lavatorio de los pies, nos enseña a no vivir obsesionados por mantener y hacer respetar nuestra dignidad, nuestros derechos adquiridos, nuestra confortable tranquilidad, sino preocupados por descubrir y remediar las necesidades de los demás. El Cuerpo entregado y la Sangre derramada del Señor nos harán más hermanos.

Por eso la Iglesia celebra hoy el Día del Amor Fraterno. El episodio del lavatorio de los pies y la celebración de la Eucaristía nos induce a dedicarnos a amar a cada uno de los hermanos y a ponernos a los pies de los últimos de los más pobres prestándoles el servicio que nadie quiere prestarles. La presencia de la Iglesia entre los enfermos, los terminales del Sida, los presos, los ancianos y los pobres de solemnidad está postulada y exigida por estos gestos de Jesús en el Jueves Santo que hoy solemnemente celebramos, dando gracias a Dios porque es bueno y porque su amor no tiene fin.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
Más artículos de: Homilías Mons. Dorado
Compartir artículo