Publicado: 20/04/2000: 896

Jueves Santo

Año 2000


1.- “A los 2000 años del nacimiento de Cristo, en este Año Jubilar, tenemos que recordar y meditar, de modo especial, la verdad de lo que podemos llamar su “nacimiento eucarístico”.

El Cenáculo es precisamente el lugar de este Nacimiento. Aquí comenzó para el mundo una nueva presencia de Cristo, una presencia que se da ininterrumpidamente donde se celebra la Eucaristía y un sacerdote presta a Cristo su voz, repitiendo las palabras santas de la institución”.

Y este es el gran acontecimiento que celebramos en esta Liturgia del Jueves Santo, que por eso llamamos Jueves Santo de la Cena del Señor.

“Queremos hoy tomar conciencia de él con el corazón lleno de admiración y gratitud, y con esos sentimientos entrar en el Triduo Pascual de la pasión, muerte y Resurrección de Cristo”.

  Para que “el año 2000 sea un año intensamente eucarístico: en el Sacramento de la Eucaristía el Salvador, encarnado en el seno de María hace 20 siglos, continua ofreciéndose a la humanidad como fuente de vida”. (TMA, 55).


2.- En esta celebración recordamos y actualizamos los misterios del primer Jueves Santo en que Jesús instituye el sacrificio de la Eucaristía y se lo confía a sus apóstoles, les hace las últimas recomendaciones de que se amen y vivan unidos, les pide que estén unidos a él siempre, como los sarmientos permanecen unidos a la vid para que den fruto, y les deja un ejemplo de humildad que no ha podido olvidar la Iglesia. Jesús lavó los pies de sus discípulos y les recomendó una vez más: “Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y decid bien, porque lo soy. Pues si Yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”.

3.- La humilde disposición para servir a los demás, como si fueran nuestros amos, resume una de las características del amor cristiano y de la autoridad en la Iglesia. No nos hace el Señor superiores a los hermanos cuando nos confía el ministerio del sacerdocio, sino que nos encomienda un servicio, nos hace servidores de la comunidad. Y todos los cristianos, si quieren ser discípulos de Cristo, han de disponerse por la humildad a llevar los unos las cargas de los otros, a no considerarse mejores ni más importantes, sino más obligados al amor fraterno, porque quien más ha recibido más motivos tiene para sentirse pobre y deudor de la misericordia de Dios. Con el lavatorio de los pies, el Señor quiere inculcarnos que amar equivale a servir y que no existe otra manera de ser cristiano que ponerse humildemente a los pies de los últimos.

En esta tarde del Jueves Santo y durante la adoración eucarística ante el Monumento hemos de pedir al Señor que nos enseñe a profundizar en este ejemplo de humildad para que podamos adelantar en su seguimiento y alcancemos la inteligencia interior del Misterio de la Eucaristía.

4.-  En la Eucaristía, de la que es un signo el lavatorio de los pies, se nos ofrece el Cuerpo de Cristo, es decir, la persona de Cristo que se entrega por nosotros. La ofrenda que Jesús nos hace de su persona llega hasta la ofrenda de su propia vida. Por amor al Padre y a nosotros Jesús renuncia no sólo a “hacer su vida”, sino a la vida misma: “Esta es mi Sangre (es decir, mi vida) derramada, pedida por vosotros”. Jesús pierde su vida por amor. Ir perdiendo la vida paso a paso en el surco del servicio abnegado y de la ofrenda de nuestra propia persona, es una dirección que el Jueves Santo marca a nuestra existencia cristiana.

“Haced esto en memoria mía…” “Os he dado ejemplo para que hagáis lo mismo que Yo he hecho pro vosotros”. Amar como el Señor nos ha amado es para nosotros un mandato, una nueva forma de ser y de actuar. Y es la Eucaristía la que nos capacita para amar como Jesús. El que come el Cuerpo del Señor y bebe su Sangre, participa de la vida del Hijo de Dios y puede y debe amar con el amor del Hijo de Dios, liberándonos del amor propio y del egoísmo humano. Y por eso Eucaristía y amor fraterno tienen una íntima relación.


4.- Jesús nos invita hoy a imitarle en su disponibilidad para servir a todos con amor. Que los sacerdotes aprendamos esta lección y la llevemos a la práctica cuando ejercemos nuestro ministerio en la Iglesia. Que los religiosos y religiosas os sintáis especialmente invitados a servir porque Jesús os ha llamado a vivir en el espíritu de las Bienaventuranzas. Y que todos los cristianos, que reconocéis en la Eucaristía y en el Sacerdocio un don de Dios, os sintáis invitados a entrar en la escuela del servicio humilde a los demás, especialmente a los más pobres y abandonados de este mundo.

“En todo amar y servir”


5.- El Año Jubilar será vivido especialmente con la celebración de la Eucaristía y el ejercicio de la caridad, dos lugares básicos e ineludibles de la presencia de Jesucristo entre nosotros. Y por eso, celebración eucarística y vida entregada son inseparables. La “vida de Cristo” que la Eucaristía posibilita y desarrolla hace de toda vida cristiana una vida sacramental y de cada cristiano un sacramento del amor entregado de Jesús.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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