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Envío de los profesores de Religión y otros profesores cristianos

Publicado: 08/10/2002: 901

Envío de los profesores de Religión y otros profesores cristianos

8 de octubre de 2002


Queridos amigos:

Estamos reunidos no para realizar un acto protocolario, sino para recibir un encargo de la Iglesia, y adquirir una conciencia más viva de de nuestra condición de enviados de Cristo y de su Iglesia en el mundo escolar.

Las lecturas bíblicas esclarecen algunos aspectos de nuestra misión y nos confortan para cumplirlas.

“Encargo, envío, misión”. He aquí tres palabras prácticamente sinónimas en este caso. Vosotros recibís hoy y aquí, como grupo de profesores cristianos esta misión.

La palabra misión es una palabra fuerte.

1º. Quien es enviado a la misión vive prendido de Aquel que le ha enviado. Su alimento es hacer la voluntad de Aquel que le envió. El alimento es aquello que motiva mi trabajo y mi voluntad de vivir. Jesús decía: “mi alimento es hacer la voluntad del Padre, cumplir la misión que me ha encomendado” (Jn 4, 34).

2º. Quien es enviado a la misión en la escuela no actúa en nombre propio, sino en nombre de Cristo y de la Iglesia. Está autorizado por la Iglesia. No es sólo un creyente privado que da testimonio de su fe. No son sus ideas las que expone, sino las ideas de Cristo y de la Iglesia. El “yo opino, a mí me parece, personalmente estimo” tienen alguna cabida en las clases de Religión, pero es muy reducida.

3º. Quien es enviado en misión a la escuela, no sólo actúa en nombre de Cristo, sino que Cristo actúa a través de él. En él actúa el Espíritu Santo de Jesucristo. Ante la indiferencia y la escasa motivación, ante la dificultad extraordinaria de suscitar en los alumnos interés por la fe y actitudes de conversión, podéis experimentar la tentación de sentiros solos.

Como Pablo, os saldrá decir: “me presento ante vosotros débil, asustado y temblando de miedo” (1 Cor 2, 3). No. Jesús está presente en nosotros por su Espíritu. Nos confiere a nuestras palabras y explicaciones una fuerza persuasiva y efectiva. El actúa a través de nosotros y nos acompaña en nuestro ministerio. Sois sal de Dios que tiene fuerza para sazonar. Sois luz de Dios que produce fulgor para la misión.

4º. Si el enviado vive prendido del Señor, vive igualmente vinculado a los destinatarios de su ministerio: a los alumnos. A través de la Iglesia, el profesor de Religión es un enviado por Jesús para sus alumnos. Este “por” y este “para” definen su misión. Por ser enviados por Jesús debéis vivir para los alumnos. Vuestra existencia como profesores es una “pro-existencia”, es decir, una existencia que no tiene en sí mismo su centro, sino en Aquel que le envía y en aquellos a quienes es enviado.

5º. Si los alumnos son el núcleo de los destinatarios de vuestra misión docente, los colegas profesores, el buen funcionamiento de la escuela, la creación de un clima sano y abierto a la fe, los padres de los alumnos, el personal de servicio, son como anillos de este núcleo principal. También ellos son destinatarios de vuestra misión.

Un profesor cristiano es presencia de Jesús y de su Espíritu en toda la escuela, en toda la comunidad educativa. Vuestra misión es dejar en ese ámbito, hoy tan secularizado y a veces tan mecanizado, el espíritu del Evangelio.

6º. Un enviado en misión no puede hacerse ilusiones acerca del éxito de la misión. “No es el siervo mayor que su amo, ni el enviado más que Aquel que le envía” (Jn 13, 16). Como los apóstoles, os encontraréis con la indiferencia, con la sensación de extraños de vuestro entorno, tal vez con una cierta minusvaloración de vuestra persona y de vuestra tarea. Esta es una nota propia de los enviados por Jesús. El sufrimiento inflingido por el entorno es una constante en la misión de la Iglesia. El sufrimiento consiguiente a unos frutos visiblemente escasos es connatural a la misión. Nuestra vocación no es el éxito, sino la fidelidad. Debemos buscar la eficiencia, no el éxito.

7º. Con todo, no os faltará la presencia confortadora del Señor en forma de consuelo interior, de paz y de gozo. El os hará ver, siquiera en algunos momentos, el resplandor de la gracia que toca a algunos de vuestros alumnos. Dispondréis así mismo del acompañamiento de la Iglesia. Los encuentros periódicos en la Delegación de Enseñanza, las visitas del Delegado y de los miembros de la Delegación, los diálogos personales con él, las reuniones de grupo con otros profesores cristianos, el aliento del Obispo y del Vicario y, sobre todo, la Palabra y la Eucaristía, serán espacios en los que el Espíritu Santo os confortará y so consolará en vuestra misión.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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