DiócesisHomilías Mons. Dorado

Domingo II de Adviento

Publicado: 10/12/2006: 891

Domingo II de Adviento, ciclo C

10 de diciembre de 2006


1.- “Ven, Señor Jesús”. “El Señor viene”. “El Señor está cerca”. “Salid animosos al encuentro del Señor”.

Con estas y otras expresiones semejantes, que se repiten con frecuencia en la liturgia de este tiempo de Adviento, la Iglesia proclama y nos recuerda a todos que el Dios en quien nosotros creemos no es un Dios lejano y ausente, sino que es un Dios que sale al encuentro del hombre y que al hombre le es posible tener un encuentro personal con Dios en Jesucristo.

“El cristianismo comienza con la Encarnación del Hijo de Dios. Aquí no es el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en persona a hablar de sí al hombre y a mostrarle el camino por el cual es posible alcanzarlo” (TMA, 6).

Por eso “la religión que brota del misterio de le Encarnación redentora, es la religión del `permanecer en la intimidad de Dios´, de participar en la misma vida, de llegar a ser hijos de Dios” (TMA, 8).

Nos estamos preparando para celebrar la Navidad, Jesús va a nacer, no sólo para “vivir con nosotros”, sino sobre todo para “vivir en nosotros”. El Enmanuel no sólo viene para que nosotros vivamos con Él, sino para que vivamos en Él. Es lo que hemos pedido en la Oración Colecta de este segundo Domingo de Adviento: “guíanos hasta Él con sabiduría divina para que podamos participar plenamente de su vida”.

El Papa nos ha recordado que la vida cristiana no es sólo una doctrina, ni un conjunto de obligaciones, sino la experiencia gozosa de un encuentro personal con el Señor. En ese encuentro, los hombres “verán la Salvación de Dios”.


2.- Para poder sentir la presencia de Jesús que viene y para tener la experiencia del encuentro personal con Jesucristo se requieren ciertas actitudes por parte del hombre.

En el Evangelio de hoy, Juan el Bautista nos advierte que es necesario “preparar el camino del Señor”, y la Oración Colecta nos invita a “salir animosos al encuentro del Hijo de Dios”.

El imperativo del mensaje de San Juan se centra en una palabra: “convertíos”, para obtener, por la gracia de Dios, el perdón de los pecados. “Viene el Señor” y quiere llegar a nosotros por un  camino recto y llano. Sin tortuosidades de falsedad, sin orgullo ni soberbia, sin ponerle obstáculos, sin que lo impidan los afanes de este mundo” (Colecta).

“Es necesario –decía Juan Pablo II- suscitar en cada fiel un fuerte deseo de conversión y de renovación personal, en un clima de oración siempre más intensa” (TMA, 42).


3.- En los itinerarios personales de quienes han tenido la experiencia del encuentro personal con el Señor, aparecen algunos rasgos comunes.

Anotemos, por ejemplo:

- la renuncia y el desprendimiento frente a los bienes del mundo; lo que el Evangelio llama “las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas, que ahogan la Palabra de Dios y la dejan sin frutos” (Mt 13, 23).

- se requiere también un cierto “recogimiento” e “interioridad” frente a los obstáculos de la superficialidad, la disipación y la sensualidad que nos hacen esclavos de los tópicos vigentes, las modas y los prejuicios comunes. Como decía San Agustín, “no quieras ir fuera de ti mismo; es en el hombre interior donde habita la verdad”. Es necesario “tener la casa sosegada”, en expresión del gran maestro San Juan de la Cruz.

- Y, por fin, el silencio interior para el reconocimiento de la realidad de Dios en el centro del hombre. Es la condición para que la Palabra de Dios resuene en el interior del hombre donde, callada pero permanentemente, mora y habla. Es la condición que nos permite escuchar “la música callada”, “la soledad sonora” en que se nos comunica la voz de Dios.

Son los primeros pasos que constituyen la etapa purificadora del camino hacia la experiencia de Dios.

Pidamos a Dios que nos guíe al encuentro de su Hijo con la sabiduría divina del Espíritu Santo.

 

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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