DiócesisHomilías Mons. Dorado

Solemnidad: Todos los Santos

Publicado: 01/11/2001: 759

Solemnidad: Todos los Santos

1 de noviembre de 2001


1.- Pocas fiestas hay tan entrañables para el cristiano como ésta de Todos los Santos. Pero hoy, en nuestros días, nos es más necesaria que nunca.

La televisión, la radio, las revistas del corazón, nos acercan tantos hombres y mujeres de vidas “brillantes”, pero moralmente decadentes y turbias; nos cuentan tantos sucesos que desvelan abismos de odio y perversión, que nos viene bien recordar que hay y hubo siempre hombres y mujeres incontables de una vida humilde y buena que reconocidos por Dios gozan ya de él eternamente. Necesitamos venerar a todos los Santos, pues se nos hace perder la paciencia, se nos seca y amarga y aún se nos pierde el alma por la desconfianza al ver tanta sonrisa falsamente feliz y tanta cabeza y corazón vacíos en revistas y en otros medios de comunicación  de masas.

En esta Fiesta queremos poner ante nosotros la infinidad de hermanos nuestros que vivieron piadosamente, a lo mejor con graves dificultades y sufrimientos, que hicieron el bien a los demás sin salir nunca en los periódicos, padres y madres de familia que se sacrificaron por sus hijos, gente buena y honesta que llenaron dignamente el puesto que les tocó en la vida. En el Apocalipsis, San Juan los vio a todos ellos vestidos de blanco, símbolo del sufrimiento vencido con fidelidad y fortaleza. “Lavados con la sangre del Cordero”, porque su fidelidad y fortaleza se alimentó del ejemplo y del amor de Cristo Crucificado.


2.- Esta fiesta se presta a muchos comentarios. Si os fijáis en las lecturas bíblicas de la Misa, veréis que se deducen de ellas tres pensamientos fundamentales:

a). El primero es que hay que acostumbrarse a ver la vida desde el final. Y el final es la felicidad de la vida eterna. Lo que ahora mismo estamos viviendo vale mucho o poco según nos ayude, o no, a preparar esa vida interminable y feliz de los Santos. Ese tendría que ser el criterio fundamental a la hora de escoger y decidir las cosas que nos gustan o las que no valen la pena. Lo demás es paganismo.

b). Otra consideración puede ser ésta: que podemos pensar así por la gran bondad de Dios, que ha querido hacer las cosas de esta manera. “La salvación es de nuestro Dios”, como nos la recordado la Lectura del Apocalipsis.  Mucha gente vive obsesionada por las cosas materiales, como si no hubiera otra esperanza. O se dejan llevar de la tristeza y desesperación, como si no hubiera salvación. Puede haber sufrimientos y tribulaciones, pero por encima de todo está la bondad de Dios, que nos tiene abiertas las puertas de la gran salvación. En todo momento y para todos nosotros. El que no entra por esta vida nueva y dichosa es porque no quiere, porque no busca sinceramente la verdad, porque se deja enredar en los laberintos que nosotros mismos organizamos.

c). Por último: el camino de la felicidad y de la salvación no es como muchos piensan. No se llega a la felicidad verdadera por el camino del mucho dinero, de las diversiones locas, del sexo degenerado y desenfrenado. El camino de la felicidad verdadera lo abrió Cristo con su propia vida y desde entonces ha quedado abierto para todos. El Evangelio nos ha recogido los pasos fundamentales:

- Hay que empezar por la pobreza de corazón, que es sobriedad, humildad y confianza en Dios.

- Y seguir por el deseo de la justicia verdadera, la que viene de Dios, la que disfruta haciendo el bien a todos.

- Hace falta valorar la misericordia, la comprensión, el respeto a los demás y el servicio a cuantos necesitan de nosotros.

- Hay que buscar y favorecer siempre la paz. La violencia, la agresión, el odio y las amenazas no sirven para construir nada.

- Y todo en el amor y el servicio de Dios y de Jesucristo, por quienes vale la pena vivir y morir.

- Y como una estrella de esperanza que nos guíe y nos aliente, siempre está la promesa del Señor: “Vuestra recompensa será grande en el Cielo”.

A la Virgen María pedimos hoy que seamos también nosotros uno de estos santos que hoy recordamos y celebramos los cristianos.

Como nos recuerda el Papa en la NMI: “hacer hincapié en la santidad es más que nunca una urgencia pastoral”. Porque “sería un contrasentido contentarse con una vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una religiosidad superficial” (NMI, 31).

 

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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