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Ejercicios Espirituales sacerdotes de Málaga

Publicado: 00/02/2004: 908

Ejercicios Espirituales sacerdotes de Málaga

Febrero de 2004


1.- La petición de la 2ª semana de Ejercicios, que resumen el fruto que se desea alcanzar, la formula así San Ignacio:

“Conocimiento interno de Jesucristo para conocerlo mejor y amarle más y seguirle más de cerca”.

La vinculación a Cristo tiene un nombre en los Evangelios: “seguimiento”. “Ven y sígueme”, o “ponte detrás”, que le dice a San Pedro en los versículos anteriores del texto que hemos proclamado.

Ser sacerdote = ser signo de Cristo Pastor, reclama seguir a Jesucristo. En estos días de Ejercicios habéis contemplado de nuevo cuáles son los rasgos del seguimiento. En los textos de la Misa de hoy (Mc 8, 34 ss), Jesús nos dice que seguirle a Él implica asumir su destino:

“Si alguno quiere venir detrás de mi, que renuncie a sí mismo, que cargue con su Cruz y me siga…”. El camino doloroso del Mesías (aquí dice “Hijo del Hombre”, título que expresaba al mismo tiempo exaltación y humillación = muerte y resurrección), es también el camino del discípulo. Entre las grandes exigencias que conlleva, sobresalen tres:

- el discípulo debe negarse a sí mismo, es decir, convertirse de raíz.

- debe proyectar su vida en términos de donación, no de posesión: sólo una vida de entrega y solidaridad es vida en plenitud, porque en su entramado más profundo el hombre está hecho de amor.

- Y debe, en fin, testimoniar valientemente su fe, incluso cuando ello le acarree burlas, ultrajes y persecuciones.

A esas tres exigencias se añade una promesa consoladora: la de gustar ya aquí y ahora el poder y el esplendor del Reino de Dios y la esperanza en la participación en su Resurrección.

El destino de Jesús pasa por el sufrimiento, por la Cruz y por la muerte. Aunque no termina en la muerte, sino en la Resurrección. Sólo la perspectiva en el Misterio de la Pascua como una unidad de muerte y de Resurrección, ayuda al seguidor de Jesús a apaciguar sus miedos interiores y a resistir las dificultades exteriores sin amargarse, sin endurecerse, sin acomplejarse y sin claudicar. Ese misterio de la Resurrección es el que, como a los discípulos de Emaús, ilumina nuestros ojos y hace arder nuestro corazón.

Pidamos al Señor la gracia de saber leer las huellas del Resucitado:

+ en nosotros:

o en nuestro perdón,
o en nuestro sacrificio por los demás,
o en la alegría que experimentamos.

+ en la vida de la Iglesia:

o la santidad,
o los testigos ejemplares.

+ en el mundo de los no creyentes:

o generosidad, sacrificio.

No es una lectura rosa de la historia. Es una lectura en profundidad.

Nuestra vida cristiana y sacerdotal no es sólo lucha contra el pecado y contra el mal, sino VIDA EN EL ESPÍRITU, que debe crecer y multiplicarse.

Volver a las Escrituras, desde la clave de la Resurrección para entenderlas como los discípulos de Emaús.

Contemplar la Resurrección como una gracia y como una tarea: nuestra misión es ayudar a resucitar, a revivir en Cristo Jesús (Rom 6, 1-11).

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

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